Agencias
Milán
La Exposición Universal de Milán abrió ayer sus puertas en medio del caos provocado por la irrupción de un grupo anarquista en una marcha que miles de manifestantes realizaban contra las denuncias de corrupción, despilfarro de dinero público y contratación de trabajadores precarios que involucraron a la muestra.
Las fuerzas de seguridad anunciaron haber detenido a “una decena” de manifestantes en los incidentes, que arrojaron un saldo de once policías heridos.
El grupo de choque anarquista, denominado Black Bloc, con sus integrantes encapuchados y vestidos de negro, irrumpió en la marcha pacífica contra la Expo Milán y desató una feroz batahola, que derivó en comercios dañados, automóviles incendiados y policías lesionados.
Los incidentes, que la policía reprimió con carros lanza- agua y gases lacrimógenos, ocurrieron cerca del predio de la megaexposición.
El presidente de Italia, Sergio Mattarella, condenó enérgicamente “la violencia vandálica” y recordó que el tema clave de la Expo es la alimentación. Durante seis meses, la Exposición albergará debates y celebraciones en torno a la agricultura y la alimentación.
“El objetivo del evento es la nutrición en el planeta, la lucha contra el hambre y la desnutrición y un orden mundial fundado en una mayor equidad entre los países ricos y las naciones en desarrollo”, precisó Mattarella, quien transmitió por otra parte “los augurios de una rápida recuperación a los agentes heridos” durante las protestas.
La Justicia intervendrá “cuanto antes con los responsables de estas violencias”, precisó el presidente.
Por su parte, el alcalde de Milán, Giuliano Pisapia, lamentó que “unos idiotas y delincuentes”, hayan arruinado “un gran día”.
Críticas. Enturbiadas por varios escándalos de corrupción, las obras de la Expo han acumulado retrasos y los obreros han trabajado durante meses para instalar todos los pabellones a tiempo.
“Hoy la Expo es una realidad. Aún no es una apuesta ganada, tenemos seis meses para ganarla, pero es un desafío que podemos enfrentar”, dijo el premier italiano, Matteo Renzi, en la inauguración.