OPINIóN

Alberto Fernández y un elogio al régimen chino que se contrapone con los valores democráticos del pueblo argentino

Al rendir homenaje al fallecido dictador Mao Zedong y elogiar al Partido Comunista, el presidente Alberto Fernández no respetó la voluntad republicana de nuestro país, que le permitió llegar al poder.

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El presidente Alberto Fernández visitó recientemente a su par chino Xi Jinping, en una gira que generó no pocas controversias. En ese marco, elogió al Partido Comunista y señaló que sin su existencia no sería posible “una nueva China”. Además, durante ese viaje, visitó el mausoleo del ex dictador Mao Zedong y le dejó una ofrenda floral.

En ese sentido, nos permitimos preguntarnos las razones de llevar a cabo ese gesto que va en contra de los valores e ideales que fundaron a la República Argentina, revindicando a uno de los más grandes tiranos de todos los tiempos.  

¿A qué “gran obra” se refiere Fernández cuando menciona el accionar de Mao en China? ¿Está hablando de aquel que ocasionó la muerte de unas 78 millones de personas por hambruna u opresión, que aniquiló los derechos individuales, impuso un discurso único y llevó al pueblo a la pobreza?

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En ese sentido, sería bueno también saber a qué hizo referencia frente al mandatario chino cuando le aseguró que “este es el camino que nosotros queremos seguir”. Además, esa expresión, ¿fue en nombre suyo y de su comitiva, o se arroga la voluntad de toda la ciudadanía argentina?

 

Sistemas opuestos

El presidente no debería olvidarse que fue electo, hace un poco más de dos años, por el voto popular, secreto y obligatorio de los ciudadanos de este país. Es decir, dentro de un sistema democrático. Sin embargo, le rindió culto a un gobierno que tiene una voz y partido único,  donde los ciudadanos no pueden elegir a sus representantes. Donde no hay libertad de prensa y se reprime a los disidentes, donde para callar a las minorías se las encarcela en campos de concentración.

Por lo tanto, es lógico preguntarse cuando el presidente Fernández asegura que “nosotros queremos seguir el mismo camino”, a quiénes se refiere por nosotros. Si acaso se refiere a toda la ciudadanía compuesta por quienes lo votaron y quienes no. Porque rindiéndoles homenaje a esos líderes antidemocráticos y asesinos, está dañando el nombre y el honor de nuestros próceres, que dieron la vida para lograr la libertad de sus habitantes y la soberanía del país.

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Como jefe de Estado, Alberto Fernández debe atender a sus obligaciones, entre las que se encuentra la de lograr el tan ansiado progreso de todos los habitantes del país como también respetar los valores republicanos, pilares sobre los cuales se erige la voluntad popular expresada en el voto.

En la vereda opuesta a sus expresiones, este pueblo quiere verse libre y soberano. Para eso, necesita de grandes hombres y mujeres que administren inteligentemente los recursos del país, y no los dilapiden ni los regalen. Esta sociedad no quiere, nunca más, someterse al dominio de ninguna fuerza extranjera.

Con su accionar, Fernández da a entender cierto objetivo de cambiar, a nivel geopolítico, de país de dependencia, para seguir esclavizando al destino de este pueblo, en virtud de ciertas promesas asombrosas realizadas por esas grandes potencias, que ven en el ir y venir de las relaciones internacionales una gran oportunidad de torcer el rumbo democrático de esta gran nación y de aprovechar los recursos de esta tierra.

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Es importante, en ese sentido, no reivindicar a mandatarios de países que no son gobernados ni lo han sido democráticamente. Y, en la misma línea, respetar la Constitución Nacional, con el sistema democrático y soberano que nos caracteriza.

 

* Déborah Huczek. Abogada especialista en Derecho Penal y Migratorio.