OPINIóN
ECONOMISTA DE LA SEMANA

Dos indicadores que marcarán el rumbo del desarrollo argentino

Desde la Fundación Observatorio Pyme (FOP) monitoreamos dos variables que proponemos que sean consideradas en el futuro debate parlamentario entre los indicadores claves del éxito de un posible nuevo plan económico.

 20211127_industria_obrero_pyme_cedoc_g
PYMES. En Argentina el nacimiento de empresas es uno de los más bajos. | cedoc

En estos días, la conversación pública gira en torno a la expectativa de la presentación de un plan económico que el Poder Ejecutivo debería hacer llegar al Parlamento próximamente.

El plan propondrá medir los resultados en función de los aspectos macroeconómicos tradicionales como crecimiento, inflación, tipo de cambio, deuda, etc.

Será necesario, sin embargo, incorporar también otros indicadores que marcan inadvertidamente el rumbo de un proceso de cambio social profundo en nuestro país.  

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Desde la Fundación Observatorio Pyme (FOP) monitoreamos dos variables que consideramos muy relevantes para comprender el devenir del desarrollo económico argentino y que proponemos que sean consideradas en el futuro debate parlamentario entre los indicadores claves del éxito de un posible nuevo plan económico.

La primera de esas variables es el número de empresas existentes en el país, es decir el stock de empresas en un momento dado del tiempo, fruto de la dinámica de natalidad y mortalidad empresarial. Es decir, la demografía empresarial. Uno de los lemas de FOP es: “Sin empresas no hay empleo ni futuro”. Hemos señalado sistemáticamente la necesidad de considerar este fenómeno y, afortunadamente, en los últimos años ha comenzado a ser un punto del debate público.

La segunda variable es la diferencia de productividad del trabajo entre las empresas más grandes y las más pequeñas. Cuando esta diferencia se amplía, el proceso de crecimiento económico no es inclusivo sino excluyente. Si las diferencias de productividad entre los diferentes tamaños de empresas no convergen, entonces la sociedad se segmenta en compartimientos estancos en lugar de integrarse. Emerge así, y se consolida, una conformación productiva de “dos Argentinas”.

La convergencia de productividades entre distintos tamaños de firmas, de todas maneras, no siempre es sinónimo de inclusión social. En efecto, el proceso no será socialmente inclusivo si la convergencia de productividades no viene acompañada por una tasa positiva de natalidad empresarial, donde las empresas que nacen tienen mayor productividad que las empresas que mueren.

El éxito de un programa de desarrollo económico sostenible se mide no solo porque el país crece o porque se logra la estabilidad macroeconómica sino también porque crece la cantidad de empresas y convergen las productividades entre los distintos tamaños de firmas incluyendo cada vez más empresas y personas en el proceso de crecimiento.

Indagando sobre las causas que determinan el comportamiento de estas dos variables y sus mecanismos de recíproca interacción, se comprenden muchos otros aspectos de la vida económica argentina.

Vamos por partes.

En varias publicaciones de FOP, desde hace años, hemos mostrado el dato sobre la cantidad de empresas cada mil habitantes en Argentina con respecto a otros países con los cuales es razonable compararse: Argentina tiene 14 empresas activas cada mil habitantes, mientras que en Chile ese indicador alcanza a 58 empresas, en México 34 y en Brasil 25. En Argentina nacen 43 empresas cada 100 mil habitantes, en México 94, en Brasil 288 y en Chile 800.

¿Cuáles son las causas que determinan el dinamismo de los países en la creación de nuevas empresas? Es decir: ¿cuáles son las causas que determinan la creación de empleo? Porque es siempre preciso aclararlo: el empleo lo crean las empresas. Sin empresas, no hay empleo.

La mejor literatura internacional disponible señala tres factores determinantes: la disponibilidad de financiamiento de las iniciativas, la presión fiscal y las competencias técnicas de la población. En los dos primeros factores estamos muy mal y en el tercero, mal.

El sistema financiero argentino para asistir a los emprendedores y a las empresas privadas a financiar sus iniciativas está estancado desde hace cincuenta años. En 1980 el crédito al sector privado en Chile representaba el 45% del PBI y en Argentina el 30%. Actualmente, ese indicador mide 86% en Chile y en Argentina ¡el 15%!

En Argentina la carga tributaria sobre el trabajo representa el 29% de las ganancias comerciales, el nivel más alto de América Latina después del de Brasil. Ese mismo indicador mide en Chile el 5,1%, en Colombia 18,6%, en Australia 21,1% y en Corea del Sur, 13,5%.

Todos los datos anteriores tienen como fuente el Banco Mundial. No se trata de perseguir el valor de los indicadores internacionales con genuflexión, sino de reflexionar sobre su significado en la propia realidad. La enorme distancia que nos separa tiene que ser comprendida y evaluada.

El último indicador se refiere a la difusión de las habilidades presentes en la población. Solo el 50% de nuestros jóvenes concluye la escuela secundaria y el número de inscriptos en la educación terciaria cada 100 mil habitantes también es inferior en Argentina con respecto a Chile, México, Colombia y Brasil y, obviamente, con respecto a los países más desarrollados.  

La segunda variable que proponemos seguir para evaluar el éxito del programa económico es la convergencia de productividades entre tamaños de empresas.

En 2002 observamos que, mientras que en 1985 la diferencia de productividad entre grandes y pymes era de casi tres veces, en el año 2000 la diferencia se había reducido a solo una vez y media.

¿El proceso de convergencia fue inclusivo? No. Resultado de la presión por la veloz apertura de la economía y un tipo de cambio fijo (convertibilidad), dicha convergencia se logró a partir de la desaparición de un gran número de empresas, seguramente menos productivas que las sobrevivientes, pero sin que ocurriera en simultáneo un proceso de natalidad de empresas con niveles de productividad superiores al de las empresas que salieron del mercado.

¿Cómo es la situación actual a la cual la propuesta de plan económico debería prestar máxima atención?

La diferencia de productividad del trabajo entre las empresas industriales más pequeñas (entre 10 y 49 ocupados) y las medianas (50 a 249 ocupados) aumentó entre 2003 y 2019 un 139%. Si esta estadística se mantuviera entre las pymes y las grandes, el diferencial de productividades entre tamaños habría regresado al mismo nivel de mediados de los años 80.

Entre 2004 y 2013, el proceso de exclusión social derivado de la divergencia de productividades fue compensado por una dinámica positiva de tasa de crecimiento de la cantidad de empresas. Pero en 2013 comenzó un furioso proceso de exclusión social y creación de pobreza basado en la creciente divergencia de productividades entre grandes empresas y pymes y en una demografía empresarial caracterizada por el cierre de firmas (aproximadamente 60 mil según el Ministerio de Trabajo).   

Saliendo de la pandemia y mirando al futuro, ningún plan económico puede ser social y económicamente sostenible sin un proceso positivo de creación de nuevas empresas y simultánea convergencia de las diferencias de productividad entre los distintos tamaños de firmas.

 

*Director ejecutivo de la Fundación Observatorio Pyme. Departamento de Economía Empresarial. Universidad de Bolonia.