En época de campaña política, todos los aspirantes a un cargo parecen saber qué hacer con esos problemas si es que son elegidos, o en su caso, enumeran punto por punto todo aquello que ellos mismos creen haber hecho bien en sus anteriores gestiones. O vociferan lo que no se hizo o que no hicieron sus oponentes, antes y ahora.
El zoológico verbal al que asistimos por estos días de campaña, muy especialmente en el gran Buenos Aires y la provincia de Santa Fe, nos hace escuchar y ver los más variados diagnósticos y acciones sobre estos problemas, algunos errados, otros muy errados, otros desopilantes.
Las formas de expresión “estéticas” utilizadas por aquellos que tienen responsabilidad actual de combatir y hacerse cargo de las políticas públicas de seguridad y lucha contra el narcotráfico se huelen como escasas, maquilladas e inútiles. Así como las de algunos candidatos que ya tuvieron responsabilidad en esas áreas y que hoy quieren regresar y venderse/vendernos que con lo que no pudieron antes podrán ahora, y que lo que hicieron mal antes lo harán bien ahora, y que ahora están preparados para poner las cosas en orden. Día a día llenan nuestros oídos.
A pocas personas, que tuvieron responsabilidad ejecutiva en el país en el pasado inmediato del gobierno nacional y la ciudad de Buenos Aires, se les puede reconocer voluntad, coraje, conocimiento, efectividad, conducción, liderazgo y éxito. Poco o nada de esas cualidades se vieron en provincia de Buenos Aires y Santa Fe, antes y ahora.
Estado ausente, narco y delito presente
Hay que bajar al suelo y ponerse a trabajar. A recuperar el tiempo perdido que las múltiples ventanas de la justicia, la política y parte de la policía dejaron abiertas y por las cuales se coló el narcotráfico y se estructuraron las bandas de delincuentes organizados. Lo que nos pasa hoy, lo que sufrimos hoy, el descalabro en seguridad pública y la opacidad y corrupción de las policías de esos territorios tienen unos únicos responsables: su clase dirigente.
Nos preguntamos: ¿Cómo es posible estructurar cuerpos de policía con integrantes sin vocación policial? Es posible seguir adelante con tamaña diferencia en calidad educativa e instructiva si comparamos cuerpos federales o los de CABA y las sometemos a comparación con las de Rosario, Santa Fe o parte de la mayor policía de la república, la de Buenos Aires.
Ningún ministro de seguridad de estas dos jurisdicciones en los últimos treinta años entregó una mejor policía o seguridad publica que la que recibió. Es más, estos cuerpos de policía terminaron formados en gran parte por gente que se uniforma de policía en lugar de sentirse profesionales de policía. La policía no es un trabajo, ni es para cualquier persona.
Mas allá de tener como país uno de los índices de homicidios más bajos de toda América y la ciudad capital más segura del continente, los niveles de violencia y despliegue de la comercialización de estupefacientes (especialmente de cocaína) son extremadamente elevados. La violencia se ve desatada hasta en la concreción de los delitos callejeros mas simples, como así también en los ajustes de cuentas y la puja y lucha por territorios para comercializar drogas.
Hace treinta años que parte de la política cerró los ojos al flagelo social que resulta el narcotráfico. Primero nos convertimos tibiamente en un pasaje de cocaína por el territorio, luego en un lugar donde los carteles vinieron a invertir y lavar los dineros sucios de la actividad ilícita, luego fuimos y somos hogar transitorio u oficina de negocios de capos narcos colombianos y mexicanos.
Inseguridad y Narcotráfico
En el presente, además de lo anterior, somos la zona elegida donde ellos dejaron sus “novias y amantes” en diversos countries cuando regresaron a sus países. Mucha viuda con euros ilícitos en zona norte y sur de barrios acomodados de Buenos Aires, sin responsabilidades ni preocupación alguna.
Secuestraron cocaína y miles de dólares en operativo en Córdoba
Diagnosticar lo que nos pasa a nivel país no es difícil. Menos difícil es diagnosticar y graficar lo que sucede en esas dos provincias. Si agrandamos la lupa aun más, decir qué pasa en Rosario y el Gran Buenos Aires resulta fácil a los profesionales de la seguridad.
En la Argentina como país, no se han desarrollado grupos criminales y narco terroristas autóctonos de trascendencia internacional. México los tiene. Colombia los tiene, Brasil los tiene y hasta Paraguay los viene ensayando. Nosotros aun no, y no creo que los tengamos, ya que somos el patio de operaciones para el negocio del narcotráfico, contrabando de armas y lavado de dinero de los carteles mexicanos. Cartel Jalisco Nueva Generación, Cartel de Sinaloa, el Clan del Golfo, pero también las Farc Mafia de Colombia, el Comando Bermello y el PCC Primer Comando de la Capital de Brasil, y el EPP Ejercito del Pueblo Paraguayo.
Todos separados o juntos tienen intereses en nuestro país, o tienen interés de que las cosas sigan “tan bien” para ellos, como están ahora.
Narcotest para funcionarios municipales, aprobado por el Concejo Deliberante de Córdoba
Quien diga hoy que el narcotráfico, el delito y la violencia se deben entender por separado, está equivocado. Ya están amalgamados en la amplia franja de sectores mayormente humildes. Algunos de ellos victimas y otros victimarios. Unos dealers y otros consumidores. Todos en la misma pecera.
Todo se retroalimenta y cada vez tenemos mayor cantidad de menores asistiendo a las clases magistrales que se dan en su entorno familiar y geográfico. Malentienden que conviene vivir una corta vida con dinero fácil, que una larga vida de trabajo honesto. Ya hay más de una generación egresada de esas escuelas de vida y diplomados con honores.
Estado ausente, narco y delito presente.
En 2019 en el primer encuentro internacional de seguridad pública y lucha contra el narcotráfico realizado en la UCA, con apoyo de la fundación Konrad Adenauer, juntamente al exdirector antinarcóticos de la policía nacional de Colombia, General José Angel Mendoza Guzmán, dijimos “hagan algo ahora, luego será tarde”. Lo que hoy sucede en Rosario y en el Gran Buenos Aires nos da ampliamente la razón.
Ya tenemos el problema enquistado. Mientras los políticos no bajen a tierra y entiendan que sin seguridad y orden no hay sociedad que se pueda desarrollar y hacer sus actividades honestamente, vamos mal.
La solución esta en manos de la política.
De esos mismos políticos que en algunos casos se desentendieron o no tuvieron la inteligencia de observar hace treinta años atrás qué era lo que se venía. Una gran concertación es necesaria. Hablarle de frente y honestamente a la sociedad. Hay que decirles la verdad de donde estamos parados y por qué estamos aquí, cómo hemos llegado, y qué haremos para solucionar este tema de inseguridad y narcotráfico, y algo muy importante, cuánto tiempo nos llevará encauzar esas acciones.
Inteligencia, coraje, decisión, conocimiento, liderazgo y conducción se buscan. No es fácil esto. No es retórica. Volver a ganar el espacio geográfico que el narco y el delito arrebataron a la seguridad pública, será difícil, más no imposible ni inmediato.
Luchar contra la corrupción política, judicial y policial que cierra los ojos y abre las puertas, también será difícil. Hay que identificar muy bien para que no paguen justos por pecadores. Nadie quiere perder el negocio. Ardua tarea le toca por delante a quien quiera asumirla responsablemente.
*Especialista en Seguridad Pública, analista en inteligencia delictual y lucha contra el narcotráfico.