OPINIóN
Análisis

Tecnología y política: de Cuba a China

Son épocas, sin lugar a dudas, enmarcadas por la revolución de la inteligencia tecnológica y la reciente pandemia encuentra en los gobiernos y las sociedades una reformulación en las formas de relacionamiento con la tecnología y la información pública de modo dispar.

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Las apps transformaron con una gran velocidad las industrias tradicionales a partir de los algoritmos. | CEDOC

Son épocas, sin lugar a dudas, enmarcadas por la revolución de la inteligencia tecnológica y la reciente pandemia encuentra en los gobiernos y las sociedades una reformulación en las formas de relacionamiento con la tecnología y la información pública de modo dispar. Desde las ideas de Ciberdemocracia y Ciberpolítica (Dader García, J.L. 2018.) hasta las autocracias, o también comúnmente mal llamadas dictaduras, se ven nuevas respuestas de los gobernantes a la hora de impulsar o frenar el avance tecnológico. 

Esta reformulación pone en crisis a algunos o empodera a otros. China no es Cuba y EEUU no es Chile. En todos estos casos vemos diferencias de cómo se transitan cambios en sus regímenes, más pronto en unos que otros, pero en todos, el cambio se aceleró gracias a un evento social poniendo en debate a instituciones y reglas que previamente parecían vacas sagradas para cada ideología o visión valorativa.

Sin lugar a dudas, los más empoderados en términos de innovación tecnológica son los Estados que promueven o sostienen sociedades abiertas y con mayor libertad de sus ciudadanos. Los Estados más libres, en cambio, paradójicamente, son aquellos que regulan y dirigen estos procesos controlando o administrando lo que la sociedad y sus ciudadanos idean, crean o aspiran como visión concretar. El Estado libre, o sin accountability, se contrapone al individuo libre, esa es un diferencia que muchos no ven o no suponen que implicancias negativas tienen esas diferencias en términos de derechos y garantías individuales.

De relato en relato
 

La reformulación de instituciones formales e informales en esta época generan en países como China un crecimiento del poder estatal a escala global y con niveles de regulación e intervención interna administrada a favor del crecimiento económico con bienes, e incluso marcas, que se vuelven icónicas pero siempre estrictamente relacionadas con un carácter nacional, en sentido colectivo y en detrimento de la individualidad. Es una suerte de socialismo tecnocrático expansivo en lo cultural pero con carácter neo-capitalista abanderado en resultados exitosos de branding y un futuro y revolucionario 5G, pero que mantiene con mano rígida un régimen Tecno Autocrático y libre, sin accountability, respecto de lo que decida con sus ciudadanos.

Por el lado del efecto opuesto tenemos a Cuba. Claramente, la tecnología colabora en poner en crisis al régimen en tanto la pluralidad que la nuevas generaciones reclaman no tiene espacio además la insuficiencia de los bienes básicos que deberían ser satisfechos. No existe una economía como tal en el socialismo por ende la crisis es temporalmente aún más profunda y existencial en sus efectos negativos. El socialismo aquí parece decontruirse y agrietarse antes de siquiera poder resignificarse o fortalecerse de acuerdo a los tiempos que corren: un Estado fallido por las habilitaciones sociales que facilita la tecnología ya ni es libre en la toma de decisiones respecto de otros gobiernos y menos puede proteger o asegurar derechos ni reconocer libertades a sus ciudadanos. E inclusive aplicando una analogía, un Estado fallido actual también es un Estado con baja o nula cobertura y conectividad para la gestión de recursos disponibles.

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Por el lado de Chile, en cambio, el efecto es claramente expansivo en términos institucionales aún cuando resta por saber el diseño final de la nueva constitución. Sin lugar a dudas, desde la revolución de los pingüinos hasta la marcha más grande de la historia, no hubo más que innovación institucional y cultural que deja de lado un status quo social para permitir un cambio ascendente de clases medias. Aquí, aparecen elementos de la Ciberdemocracia en tanto tecnología y libertad se conjugan en economías abiertas y capitalistas con finalidad de plataformas o servicios pero también en pos de posibilitar la ampliación de la presión y libertad de expresión para cambiar la agenda de un gobierno y de ahí al límite entre lo que corresponde a la sociedad y al gobierno. El Estado de Chile no es libre y por ello se encuentra bajo reformulación constitucional de sus ciudadanos. El poder originario constituyente lo tienen los ciudadanos hoy. Se encuentran votando el diseño y visiones de gobierno, en donde la diversidad de expresiones y posiciones dentro de la sociedad comienza a emerger y esa la libertad está construyendo un nuevo orden.

Conectividad en América Latina


Finalmente, Estados Unidos, a la cabeza de las innovación y el uso de tecnologías y el desarrollo de sistemas de inteligencias autónomas también transcurre por cambios en sus estructuras gracias a estrategias de Gobierno Abierto, clústers de innovación profunda en IA, Big Data, 5G, evolución en criptomonedas y comercio digital. Aquí, la Ciberdemocracia se encuentra en desarrollo con carácter político y abierto al debate y control recíproco de instituciones y grupos de presión. Es un ejemplo de libertad restringida del Estado y ampliado de la sociedad abierta.


La visión de la Ciberdemocracia tiene espacio viable en este país, en tanto la posiciones políticas, grupos culturales y hasta económicos aún se relacionan críticamente con la tecnología y su aplicación o función para los individuos y la sociedad. Desde el congreso norteamericano pasando por la academia hasta las organizaciones intermedias de la sociedad civil dan muestras de la diversidad de conciencia y capital social para un ejercicio crítico que permite espacios reales de innovación no regulada o administrada. El Estado aquí no es libre, libre tiende a ser el espacio de la sociedad civil y el mercado. La diferencia es fundamental.

Sucintamente entonces, estos cuatro países, que no concluyen definitivamente la casuística pero que si sirven idealmente para ver como la innovación tecnológica, la información pública, la privacidad y la libertad del individuo frente a la siempre tentación monopólica del Estado de estos recursos y derechos, generan nuevas reformulaciones en las formas de relacionamiento que nos permiten reflexionar sobre la imbricación entre sociedad, política y tecnología.

Big data, gobiernos y nuestra privacidad
 

Hasta aquí, las tendencias parecen francamente contrapuestas si simplificamos las lecturas pero el gran desafío en la actualidad y a futuro es aprender y distinguir los grises que veremos realizar en los casos de los gobiernos autocráticos o de las democracias con sociedades liberales según evolucionen en su grado de legitimidad, gobernabilidad económico-política e implantación o retraso de aportes tecnológicos que den lugar potencial a soluciones de políticas públicas, de occidente a oriente y viceversa.