OPINIóN
Escribir

Literatura del yo, un acto de valentía

Algunos de los títulos más leídos en Argentina son los de autoras que eligieron la primera persona para contar, denunciar o visibilizar su propia experiencia. No hay manera de salir ileso de ese ejercicio de recordar, del recorte expreso de existencia.

El oficio de la escritura digital
Talleres de escritura. | Reperfilar

Desde la aparición de las redes sociales, la intimidad se convirtió en espectáculo, como explica la antropóloga argentina Paula Sibilia, con gente que actúa y otra que es espectadora. Selfies, vivos, verdaderos realities de la vida de gente desconocida nos entretienen y compiten por nuestra atención con la televisión o el streaming. 

No todos optan por la imagen para hacerse visibles. Son muchos los que eligen contar sus vidas desde el teclado del teléfono. Así, todos, a su manera, con sus recursos, se convierten en escritores: hay quienes relatan una ruptura amorosa; los logros diarios de un recién nacido o la evolución de una dura enfermedad. Todos escriben y son escritores sin necesidad de ser ilustres o tener un best seller. 

La escritura en las redes adquiere distintos formatos y tonos, y todos son permitidos. Algunos textos son superficiales, intrascendentes y otros son intensos, profundos, casi en carne viva detrás del anonimato que da un nombre falso o una identidad verdadera con seguidores desconocidos. 

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En las redes no hace falta recordar nada porque se escribe sobre lo que se vive. Es lo inmediato, lo banal, lo efímero. Pero qué pasa cuando el que escribe decide compilar su vida en un libro, animarse a ordenar esas vivencias, luchar contra lo que desaparece a las pocas horas, y dejar registro, plantar bandera. Decir “acá está mi vida”.

Hace 81 años Ana Frank empezaba a escribir su diario, sus frases en medio del horror

En el ámbito profesional, los títulos que más se leen en Argentina son autoras y autores que eligieron la primera persona, la denominada Literatura del yo, para contar, denunciar, decir o visibilizar. Un auge similar ocurre entre aquellos que en la madurez de su vida anhelan escribir sus memorias para sus nietos o para revisar su vida en retrospectiva.

 

Literatura del yo

¿Qué hechos incluir? ¿Cuáles son relevantes para el que escribe y cuáles convierten a la historia en algo digno de ser contado? ¿Cuánto de lo que recuerdo fue así? ¿Qué dirá mi familia cuando lo lea? Estas son algunas de las dudas que asaltan a los escritores, que se imaginan contando desde un divorcio controvertido hasta una guerra de almohadas en la quinta, un domingo con sus dos hermanos.

Un adiós a la escritura a mano

“No hay manera de escribir en serio y salir ileso”, dice la psicoanalista y escritora Natalia Zito y algo de ese temor emerge inconscientemente en los escritores que empiezan a recopilar sus vivencias en una autobiografía. Como dice la frase, elegir es renunciar y cuando uno hace el recorte de su vida - ya sea por decisión o por omisión- está diciendo algo. 

En uno de mis recientes talleres, Viviana trajo a la reunión las memorias de su papá, Jaime. Las había encontrado al limpiar su departamento, luego de que él falleciera. Si bien Jaime era un profesional de las Ciencias Exactas y nunca había escrito profesionalmente, cuando dejó sus memorias tuvo mucha conciencia de quienes serían sus lectores directos, y la reacción de los personajes recurrentes de las diversas anécdotas, o sea, sus hijos y amigos cercanos. En uno de sus últimos párrafos, cuando ya cerraba su obra, escribió: “Traté de ser equilibrado en las historias que cuento, mencionándolos a todos por igual. Estos relatos son para mis nietos. Ustedes ya conocen esas anécdotas porque estuvieron ahí, así que sabrán comprender”.

En la autobiografía, el autor es el artista que materializa sobre su lienzo esa vida o la imagen que tiene de ella. Dibuja los hechos que han conformado esa vida y también pinta al grupo humano que la ha coprotagonizado. Lo bello de escribir unas memorias o una autobiografía es el ejercicio de recordar, de hacer memoria mientras se escribe, de poner al cerebro a trabajar en pos de ese recuerdo y encontrar no solo la escena que uno quiere contar, sino la palabra que la describe. 

Muchos se preocupan por el olvido. Es más, se apuran a escribir por miedo a olvidarse. El olvido es un mecanismo necesario para seguir adelante. No podemos evitar olvidar y a veces olvidar es una manera de poder sobrevivir. Olvidar es una manera eficiente de mantenerse emocionalmente saludable o sea que si algo que sucedió no aparece en el relato es porque no tenía que estar.

En cualquier caso, si algo no surge, si la escena queda incompleta, siempre podemos apelar al recuerdo de los coprotagonistas, a los integrantes de la familia, los testigos de la historia, que traerán detalles sorprendentes y que la completarán en conjunto, como si fuera un rompecabezas. Lo importante es entender que los recuerdos que no se tienen  pueden ser inventados o reinventados. No hay que detenerse en el contar por el hecho de no poder recordar. El género habilita a completar, mejorar y pintar con detalles que la memoria no trae.

Además, una biografía no es un documento histórico. Es un hecho artístico, catártico, sanador y creativo, que incluye la dosis de libertad que el autor quiera darse. Por algo es su autobiografía. 

* periodista, escritora y guionista, fundadora de Expressate