Juan Bautista Alberdi integró, en un mismo proceso de análisis de los ciclos económicos, las crisis y los estudios de crecimiento económico. Centró su análisis en el trabajo productivo como determinante de la formación de capital en su famosa cita de “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”: “Gobernar es poblar”. No obstante, este es un enfoque reducido del autor, dado que su estudio incluye además cuestiones vinculadas a las instituciones y a procesos históricos como determinantes de las crisis, por ejemplo en “El crimen de la guerra”.
Para Alberdi, la pobreza era un estado natural del territorio argentino, dado que no existían condiciones para la generación de valor mediante el ahorro, la inversión y la formación de capital. Este estado natural de crisis se alternaba con períodos de prosperidad, basados en el endeudamiento externo o en la emisión monetaria que expandía transitoriamente el crédito y el consumo. Este período de prosperidad concluía en una crisis, ante la falta de recursos genuinos para sostener el consumo y repagar el crédito en el largo plazo. Su visión del Estado como responsable de los ciclos de pobreza se debe a la utilización de la emisión de dinero para solventar las guerras y los enfrentamientos político-militares entre las diversas regiones del país. Alberdi sostuvo la importancia de garantizar la paz como base para el establecimiento de nuevos incentivos basados en el trabajo y articuladores de prestigio, inclusión social y crecimiento económico sostenible. El rol del emprendedor-empresario es central como agente de transformación social. Será mediante el trabajo que genere valor que se podrá producir el excedente necesario para disponer de un ahorro que pueda ser destinado a la inversión. Sin el círculo de trabajo-ahorro-inversión, no hay, según el pensamiento de Alberdi, posibilidades de superar el estado natural de crisis mediante una transformación social de valores en la que el empresario-emprendedor es el actor central.
La transformación del estado natural de pobreza será posible sólo mediante una modificación de los incentivos de los actores basada en la expectativa de obtener ganancias económicas basadas en actividades productivas. Para lograr este proceso, será necesario tomar en cuenta tanto las condiciones institucionales como las oportunidades de mercado determinadas por las señales de precios. El desequilibrio territorial basado en la imposición de Buenos Aires de un modelo de integración internacional que no se corresponde con las posibilidades de integración del interior determinó la inestabilidad en la conformación del Estado argentino durante gran parte del siglo XIX. La inestabilidad productiva argentina conformó y consolidó el estado natural de pobreza, al no poder establecer senderos de inversión estables en el largo plazo.
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El trabajo productivo será resultado de un consolidado de reformas institucionales que garanticen la posibilidad de tomar decisiones económicas basadas en un sistema de precios. Estas reformas incluyen, para Alberdi, la paz territorial, la federalización de las regulaciones distributivas de la generación de valor, el desarrollo de las economías regionales y la estabilidad macroeconómica. Las decisiones de inversión sólo serán posibles en un esquema de previsibilidad y en la transformación de las instituciones heredadas de la colonia.
Las posibilidades de inversión estarán limitadas al riesgo que se expresa en el diferencial de los resultados esperados y realizados. Serán, en primer lugar, las instituciones las que establecerán las posibilidades de planificación, al determinar los límites del mercado. Un mercado competitivo, conformado por un gran número de oferentes y demandantes, en el que los resultados se determinen por medio de la competencia de precios, será el resultado de un camino de regulaciones y de condiciones de seguridad. Las condiciones básicas (institucionales) serán complementadas por la característica que adopte el mercado en cuanto a su tamaño y las características de los factores de producción y la tecnología. Este conjunto de condiciones se completa con las expectativas de inversión de los actores, lo que conforma, desde un enfoque cultural, las decisiones de inversión. Lograr un sendero de inversión y crecimiento depende, entonces, del establecimiento de un nuevo orden socio-económico, basado en un ordenamiento institucional, en el que los procesos universales de generación de valor se complementan con las características particulares, para asignar estímulos que generen incentivos de inversión y trabajo productivo.
El rol del Estado en materia de regulación, el funcionamiento del mercado y el análisis de los factores de producción fueron temas que Juan Bautista abordó a lo largo de toda su obra, para explicar el tipo de orden institucional conveniente para la Argentina. Sus opiniones están caracterizadas por su formación en la literatura económica clásica (Smith, Ricardo y Say) y la filosofía política romántica (Saint Simon, Fourier, Savigny y Leroux, principalmente). Estas dos influencias caracterizaron su pensamiento en temas económico-institucionales de una forma particular.
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En “Fragmento preliminar al estudio del derecho”, Alberdi adopta una mirada referenciada a lo local como eje de la construcción de la identidad argentina, como parte de una universalidad común en valores y procesos económicos, culturales y políticos. Este enfoque, que contempla procesos universales para la concreción de un orden institucional moderno, futuro y transformador (el nuevo régimen), no anula la necesidad de construcción de otro local, cuya identidad y características dependen de las condiciones particulares de la región o territorio. Esta característica dual de su análisis será sostenida a lo largo de su obra, al establecer una mirada sobre los procesos de mayor complejidad y riqueza en el análisis.
Es probable que Juan Bautista Alberdi haya tomado la categoría de emprendedor que estableció Jean Baptiste Say, para quien es la figura de un tomador de riesgos en la búsqueda de ganancias. En este sentido, se observa, según Hindle, que, para Say, la figura del emprendedor expresaba una persona con capacidades de asumir riesgos por encima de lo normal, con habilidades de sortear dificultades comerciales y de perseverar en un negocio, además de ser el agente responsable de la creación de la riqueza económica. Esta figura del emprendedor fue acuñada por Jean Baptiste Say a comienzos del siglo XIX, en el “Tratado de Economía Política”. La figura del emprendedor como un gestor del riesgo y de la innovación es central para la teoría económica y de la administración. Es la expresión de un individuo libre que representa las posibilidades de transformación social por medio de la innovación. El autor de la frase “los productos, en última instancia se intercambian por otros productos” es inspiración de la idea respecto de la cual es la producción la expresión de la riqueza y de la capacidad. Este principio es central en el análisis del pensamiento de Alberdi al respecto. La riqueza se encuentra definida por la capacidad de producción y es el medio para procurarse el consumo a escala social. Es la oferta quien determina el ciclo económico y, por esta vía, las acciones públicas que promuevan este tipo de capacidades suscitan la prosperidad social.
La innovación se define como la capacidad de modificar alguna área económica mediante la aplicación de un invento a un producto básico que pueda ser comercializado. Esta será la característica del mercado desde la primera revolución industrial, de profunda influencia en las ideas y en la producción teórica de Alberdi. Producir mercancias para su comercialización (emprendedor) es, desde entonces, la capacidad de utilizar intensivamente los factores de producción como condición de supervivencia en el mercado. La innovación es, entonces, el incentivo mediante el cual es posible disputar espacios de mercado en el largo plazo y representa el objeto de investigación que caracteriza los estudios de la economía y la administración desde fines del siglo XIX.
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Los emprendedores son los agentes de cambio y el modelo de cultura necesario para la reforma de los valores sociales en el pensamiento de Juan Bautista Alberdi. El desarrollo de la empresa, el proceso de innovación, la propensión a la toma de riesgos, la constancia en el trabajo como valor y la búsqueda de riqueza son los valores necesarios para la transformación de la cultura argentina heredada. Estos valores se expresan en la figura de William Wheelwrigh, quien participó en el desarrollo de diversos proyectos y empresas en América del Sur durante el siglo XIX y quien representaba para Alberdi el modelo de inmigrante necesario para la prosperidad regional.
La necesidad de seguridad, de libertad y de igualdad conforman las condiciones necesarias para el crecimiento del sector mercantil y de la burguesía nacional como clase. La transformación cultural depende, en primera instancia, de la reforma institucional de las regulaciones y de las condiciones materiales que garanticen las libertades negativas liberales, como medios para el desarrollo de incentivos mercantiles. El crecimiento de la clase empresarial depende de los incentivos adecuados, y éstos, de las condiciones institucionales, de propiedad privada, de paz y de libertad.
Si bien Alberdi vivió en un período previo al desarrollo de la ciencia de la administración, las preocupaciones teóricas son compartidas en cuanto al objetivo final buscado. Tanto Alberdi como los padres de la ciencia de la administración (Taylor, Fayol, Mayo) estudian alternativas de mejoras en los métodos para el incremento de la riqueza.
* Miguel Francisco Gutiérrez, director del Centro de Estudios Económicos e Históricos sobre el Desarrollo (CEEHD) de la Universidad de Belgrano