El próximo 20 de julio todos nos diremos feliz día del amigo y quizás pocos se pregunten el porqué. Seguramente pocos recuerden que, hace 50 años, el mundo entero estuvo mirando a través de una pantalla cuando el hombre llegaba a pisar la luna por primera vez.
Las interpretaciones fueron varias: si valía la pena, si será el plan B de la humanidad en el futuro, si se gastó mucha plata y muchos no tenían que comer... Lo real fue que la humanidad se reunía para ver la pantalla del televisor y ese gesto se interpretaba como "estar todos juntos" , algo hasta la fecha no pensado, pero que quizás en los albores de la universalización era una manifestación posible.
Hoy la humanidad casi no se reúne, sino más bien cada uno está en su pantalla. Hoy la humanidad pasa más tiempo mirando su propia pantalla que mirando el cielo, su camino o lo que es más terrible, casi no nos miramos. Las nuevas generaciones se ríen más con la pantalla que con lo que acontece a su alrededor. Los docentes compiten con ellas y es un gesto poco habitual ver jóvenes conmovidos delante de un ser humano.
Emociones y sentimientos que la humanidad tuvo antes que la razón
La palabra contemplación quedo más para Netflix o YouTube que para la realidad que nos rodea. Nos escapamos en las pantallas. La consigna es "no te aburras, tené siempre a mano tu celular y ahí encontrarás todo". Pero lo real es que todo no pasa por ahí, que todavía los espacios presenciales son necesarios, que contemplar la alegría, el dolor o un paisaje es más conveniente que quedar atrapado dentro de los espacios online.
Los sujetos no se humanizan sin la palabra, las caricias y los brazos. El dolor no lo calma el gran doctor Google, por más receta que nos de, por más pasos a seguir que no aconseje. Nada reemplazará el apretón del abrazo, la mano que nos lleva, la sonrisa que calma, la mirada que nos emociona... todavía la humanidad necesita de las emociones. No se han reemplazado aun los efectos que causan que nos canten, que nos hablen y que nos miren.
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El premio nobel Roger Kornberg, intenta ser casi Dios al fundamentar que la respuesta está en la química, que la vida es química, nada más y nada menos, y que seguro en el futuro podremos vivir sin enfermedades. Esto lo plantea en su última nota realizada en Valencia. En el diario El País, sigue diciendo que "encontraremos cómo corregir a las células que alteran los procesos y enferman". En mi opinión, la química es la hija de la física y entre ambas está la respuesta de que hay algo más trascendental que regula nuestros equilibrios, y que el hombre seguro, porque así lo creo Dios, podrá desarrollar toda su ciencia para no enfermar, pero puede sin embargo desarrollar toda su fuerza para autodestruirse, para no entender que los mejores remedios están en el encontrar al otro y decirle "¿cómo estás?", "necesitas algo?", "yo estoy presente!". Una palmada en la espalda cura más que varios fármacos, un llamado alivia más que un emoticón, un abrazo fuerte, serena más que una pastilla para dormir.
Entonces, sino lo hizo hasta hoy, piense: mejor que estar cada uno en su pantalla, es acercamos. Porque seguro que de los muchos whatsapp puede, aunque sea algunos, cambiar por sinceras miradas, sonrisas y charlas.