OPINIóN
Psicología

Covid y home office: "Mezclar la vida laboral con la familiar causa trastornos mentales"

Tras más de un año de confinamientos y restricciones, la clase trabajadora comenzó a expresar la crisis existencial ante una vida cotidiana alienante y sobrecargada. El malestar cotidiano, tarde o temprano, desencadena alteraciones emocionales y síntomas.

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Home office | Shutterstock

Desde hace años que se trabaja dentro de los hogares, eso bien lo saben las amas de casa, concepto cargado de ideologías vinculadas al machismo y al patriarcado que han sabido descalificar el ejercicio laboral de tantas mujeres a lo largo de la historia.

Sin bien el llamado home office (la oficina o el trabajo en la casa) es algo diferente, impulsado por el capitalismo y sus estrategias de mercado, con la propagación del coronavirus este formato laboral se ha convertido en una realidad masiva y no sin efectos en la salud mental.

“Trabajar” es una necesidad que a su vez le aporta una identidad al ser humano. Cuanto más se disfruta y se desea el trabajo que se ejerce, más contribuye al bienestar personal; todo lo contrario cuando no se tiene empleo, o se sufre explotación, o acoso laborar.

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Es muy común que nos definamos en el hacer, que digamos, soy abogada, soy profesor, cuando en realidad nuestro ser abarca mucho más que eso. Por otro lado, la acción de “salir a trabajar” amplía nuestro horizonte, nos saca del ambiente intrafamiliar, nos conecta con el mundo externo y con otros seres. Y esa distancia, esa separación afuera / adentro, trabajo / vida hogareña, en su justo equilibrio, suele ser saludable.

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Pero este tiempo, marcado por la pandemia, desencajó la mayoría de los sistemas sociales y las rutinas del existir. Desde entonces vivimos en una mezcolanza rara donde el afuera está dentro, lo real se hizo virtual y el hogar se convirtió en un universo caótico difícil de reordenar.

Todavía suele escucharse, incluso de manera despectiva, que tal persona sufre de “neurosis del ama de casa”, diagnóstico centralizado por sobre todo en las mujeres, como en su momento resultó con la histeria. Mujeres que al estar todo el tiempo abocadas a los quehaceres doméstico, en algún momento entran en crisis, manifestando a través de síntomas psicológicos y físicos el descontento y la insatisfacción con una vida en la que el deseo de “ser” de otra manera y “hacer” otras tareas están oprimidos bajo el poder patriarcal.

Una neurosis con similares características se ha extendido en la actualidad y la padecen también lo hombres. Bajo el reinado del coronavirus, los hogares pasaron a ser escuelas, oficinas, consultorios y comercios, y las mujeres y los hombres que salían a trabajar, ya no pudieron. Casas en las que los roles y los espacios se fueron superponiendo. Y después de más de un año de confinamientos y restricciones, la clase trabajadora comenzó a expresar la crisis existencial ante una vida cotidiana alienante y sobrecargada.

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El campo mental no tardó en expresarse ya que ese es su modo de denunciar la saturación y el estrés de mezclar la vida laboral con la familiar. El malestar cotidiano, tarde o temprano, desencadena alteraciones emocionales y síntomas. Es importante aclarar que siempre depende de la singularidad, del caso por caso, tomando en cuenta las características del trabajo, las condiciones económicas y habitacionales, si vive en soledad o con otros integrantes, y la salud psicofísica preexistente. En ese entramado se cifra la capacidad de amortiguar los efectos de la pandemia que puede generar algunos síntomas transitorios, o complejizarse y establecer una patología mental.

No tener trabajo, tenerlo en exceso, o trabajar dentro de la casa bajo un contexto adverso, son tres estados que, si bien diferentes, desestructuran el ánimo y la vida de las personas. Cursando cualquiera de estos tres estados de manera sostenida en el tiempo, en algún momento suelen aparecer algunos síntomas psicológicos, por sobre todo angustias y ansiedades exacerbadas, pero también ira, queja, intolerancia, temor y alteraciones en el sueño.

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Es normal y esperable que sea así, todo cambio necesita de un proceso y la pandemia nos obligó de manera violenta a transformar nuestros hábitos, y eso no puede resultar sin consecuencias psicológicas y físicas. Sin embargo, todo síntoma es como la punta de un iceberg que nos muestra una parte, que es consciente, y esconde otra, en lo profundo, que es inconsciente y que nos invita a otro trabajo, a profundizar en nuestro mundo interior. De este modo podremos conocer y sanar las perturbaciones que surgieron durante la pandemia y encarar un modo de vida en el que recuperemos el bienestar personal.