PERIODISMO PURO
Entrevista al ministro de Ciencia y Tecnología

Roberto Salvarezza: "Con remedios más económicos y mejores tests se podría volver a pensar en un mundo normal"

El paradigma de la ciencia como motor del desarrollo económico fue una de las banderas electorales del Gobierno, pero el coronavirus cambió todo. En la semana de récord de muertes por Covid-19, todo el panorama de la investigación sobre vacunas y fármacos.

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Sectores de riesgo. “Según lo que está diciendo la Organización Mundial de la Salud, con un 20% de vacunas se podrían cubrir los sectores críticos, los sectores de mayor riesgo”. | dubini

—¿Cambió, se orientó o se transformó tu cabeza de bioquímico con la pandemia?

—Venía con la expectativa de hacer un proceso de revalorización y recuperación de la ciencia, habíamos tenido cuatro años muy malos. Empezamos en enero a trabajar sobre las becas del Conicet, que estaban muy mal; el tema de los subsidios, donde aumentamos el 20%. Duplicamos los ingresos a la carrera del Conicet. En ese momento apareció el coronavirus, y eso cambió todo. Cambió toda la agenda del ministerio. Un científico que es bioquímico se adapta rápidamente a una pandemia.

—¿Cuándo le ganará la ciencia al coronavirus?

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—Es una buena pregunta. La ciencia tiene todo un proceso de experimentación. Muchas veces me dicen que nos equivocamos todo el tiempo. Y citan cosas como lo que se decía al principio sobre los barbijos, que no servían. El proceso de validación de los avances científicos requiere un tiempo. Estamos avanzando mucho en la lucha contra el coronavirus. Están apareciendo medicamentos que empiezan a ser útiles. Un ejemplo es el cóctel de fármacos que se le dio a Donald Trump. También avanzamos en los kits de diagnóstico. Tenemos algunos muy precisos. Ahora aparece otra familia que permite hacer un screen rápido de antígenos. El escenario de la vacuna permitiría normalizar nuestra vida, recuperar parte de lo que fue nuestra vida prepandemia.

“La vacuna permitirá normalizar nuestra vida, recuperar parte de lo que fue nuestra vida prepandemia.”

—¿Cuál es tu pronóstico, con todo margen de error, sobre cuándo la vacuna va a dejar atrás el problema? 

—Un pronóstico es una predicción que tiene margen de error. Mirando la literatura, lo que aparece, lo que evalúa la Organización Mundial de la Salud, la posición de Argentina frente a la producción de vacunas, diría que en 2021 comenzaremos a vacunar. Los primeros grupos van a ser los de riesgo y los trabajadores de la salud. Si tenemos vacunas exitosas, recién en 2022 podríamos recuperar parte de lo que era nuestra vida cotidiana. Una buena parte de 2021 tal vez la atravesemos con distanciamiento y precauciones. Hay que llegar a vacunar a toda la población mundial para estar seguros. También está el tema de la posibilidad de que la vacuna sea efectiva por un tiempo y haya mutaciones del virus. Es lo que sucede con la gripe o la influenza. Vamos a atravesar un 2021 todavía afectados profundamente por la pandemia y un 2022 en el que entraríamos en un ritmo más tranquilo. Espero no equivocarme. Una posibilidad es que las vacunas no den la inmunidad que nosotros creemos. Está en fase 3. Nadie garantiza que estas vacunas al final del ensayo clínico, que implica miles de personas, ya que cada uno está en 30, 50 mil personas, sean realmente lo suficientemente efectivas para prevenir. Todo esto está hoy en día bajo la lupa. Ensayo clínico es eso.

—¿Te imaginabas todo esto en marzo?

—Si tuviésemos a parte de la población de riesgo vacunada, entonces empezaría a descomprimirse la situación. Hoy una preocupación es que los jóvenes nos contagien a los adultos, los adultos mayores. Eso implicará un relajamiento de la situación. Vamos hacia una nueva normalidad, como se plantea en España, más allá del rebrote que hay. La vacuna daría la posibilidad de cubrir a aquellos sectores más afectados por situaciones críticas, como las personas adultas, las que terminan en una terapia intensiva. Eso baja el estrés del sistema de salud. Uno podría imaginarse que el transporte público vuelva a circular con menor rigidez. También las actividades productivas, que están ya en parte recuperadas. Me parece que daría un escenario diferente con ese 20% de la población que uno quiere vacunar y que la Organización Mundial de Salud nos dice que hay que vacunar.

—El primer paso sería vacunar al 20% de la población mundial.

—Es lo que está diciendo la Organización Mundial de la Salud. Con un 20% de vacunas se podría cubrir a los sectores críticos, los sectores de mayor riesgo.

—En Argentina necesitaríamos 8 millones de vacunas.

—Diría que sí. Si llegáramos a tener suerte con la de Oxford, estaríamos en condiciones de recibir esa cantidad de vacunas.

“Una posibilidad es que las vacunas no den la inmunidad que nosotros creemos. Están en fase 3.”

—Con una sola vacuna. 

—La mayoría son dos dosis. Con la de Johnson&Johnson, que es muy interesante, la Anmat aprobó el ensayo clínico en Argentina. Se trata de una dosis. Esa tendría una enorme ventaja. Con 7.800 millones de personas en el mundo es una logística muy compleja. Para la Argentina lo veo factible, por la población que tiene y porque posee un laboratorio que va a estar fabricando junto con México para toda Latinoamérica.

—La población de América Latina, de México para acá, son más de 400 millones de habitantes. El laboratorio tendría que fabricar 80 millones. ¿Tiene esa capacidad de producción?

—Hablando con la gente de Mabxience, creen que podrán cumplir con ese 20% inicial para América Latina. Se distribuirá en forma proporcional. El proyecto es para la región.

—Y siguiendo con ese planteo, el 20% recién estará vacunado en diciembre del año próximo.

—Creo que vamos a completar la vacunación de ese 20%. A menos que hubiera otro escenario, y que no solamente la vacuna de Oxford sea exitosa. Podrían estar disponibles las de Sinopharm, Johnson&Johnson, el CanSino, Moderna o Pfizer, que está acá en pleno ensayo clínico. Pensamos en disponer de más de una sola vacuna. Sería un escenario mucho mejor.

—Planteemos hipótesis racionales: el escenario de mínima sería que con la vacuna de Oxford se cubra ese 20% a lo largo de 2021. De marzo a diciembre hay nueve meses. En agosto, se habría vacunado la mitad y en diciembre la otra. Todo el primer semestre estaremos como hoy.

—Hablo de probabilidades. Y es factible que el primer semestre tengamos que seguir teniendo muchísimos cuidados y restricciones. No vamos a tener vacunada a gran parte de la población. Lo mismo sucederá en todo el mundo. Pero si tuviéramos la situación de que hay más de una vacuna, el escenario cambia. La semana pasada hubo una ley con media sanción en el Congreso para tratar de tener la mayor cantidad y disponibilidad de suministros. La Organización Mundial de la Salud está pensando en eso.

—¿Cómo será el comienzo de clases el año próximo?

—Es una buena pregunta. Las clases se van a manejar con este protocolo implementado por región. Nicolás Trotta trabaja en esto. La provincia de Buenos Aires tiene muchos distritos en los cuales no hay circulación comunitaria del virus. San Juan comenzó, después volvió para atrás, Formosa continúa. Tendremos un escenario dinámico. El AMBA está estacionario y hoy tiende a disminuir. Vamos a tener un escenario cambiante porque la situación es cambiante. El escenario mundial lo es.

—Estamos en el hemisferio sur y por lo tanto tendremos frío intenso en julio y agosto del año próximo. ¿Habrá un receso invernal más largo? 

—Todo es posible. Estamos frente a una situación desconocida para el resto del mundo. Hemos visto situaciones como la de España con Barcelona, los bares llenos y después cerrados. Israel tuvo últimamente un pico de 7 mil casos, y es una población mucho más chica que la nuestra. 

—¿Cuál es tu visión sobre los tratamientos existentes?

—Hay un avance. Hay algunos antivirales que parecen funcionar, el remdesivir, que le aplicaron a Donald Trump, acorta los tiempos de residencia de los pacientes en internación...

—Se hablaba de él desde el comienzo.

—Se hizo el estudio clínico y arrojó que acortaba el tiempo de residencia, aunque no lo suprimía. También está la dexametasona para los pacientes graves, que es un antiinflamatorio. También está el tema de anticuerpos monoclonales y anticuerpos policlonales. Los policlonales están funcionando bien. Trump los recibió. Aquí en la Argentina tenés la ivermectina, que parece funcionar según los primeros estudios.

Roberto Salvarezza, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Israel. “Desarrolla un sistema de detección sin contacto que se puede aplicar en cines y supermercados”. (Foto: Marcelo Dubini)

—¿Con reducción de carga viral?

—Pudimos demostrar eso.

—¿La reducción de carga viral hace que la enfermedad se pase sin consecuencias?

—Si vos lo das en un estadio leve, o sea cuando comienza la enfermedad, se reduce la multiplicación del virus. Hay dos consecuencias: se lleva mejor la enfermedad y se contagia menos durante el período en que no te detectaron como un paciente complicado. A eso se suma el suero equino hiperinmune, que es un desarrollo argentino que está haciendo Inmunova con investigadores del Conicet. En el caso de Inmunova, participaron la empresa Biol, la Universidad de San Martín, el Anlis, el Conicet. Es muy interesante cómo se logra articular lo público-privado y lo multiinstitucional. El ensayo requería 240 pacientes, ya superó los 200 en cuanto a la cantidad. En diez días sabremos los resultados.

—Recientemente leí una conversación que tuviste con los periodistas especializados en ciencia donde decías: “Si Salud aprueba estos remedios, probablemente el mes que viene se puedan aplicar en todo el país”. ¿Podrán aplicarse pronto en todo el país?

—Hay dos ivermectina, una de uso veterinario, que obviamente nadie puede usar. Pero hay una de uso para humanos que se utilizó para otras enfermedades como dengue. Ese fármaco está disponible, se fabrica en la Argentina, tiene un costo relativamente bajo. Si se aprueba y Salud dice “Adelante con la ivermectina”, se puede aplicar. Y en el caso del suero equino hiperinmune, desde un comienzo Inmunova, que es del grupo Insud, tiene espalda para producirlo. Es lo que está haciendo a su vez Maxbciencie con la vacuna de Oxford. Ya le transfirieron la tecnología, ya está empezando a fabricar. Apuesta a que funcione el producto. Salud conduce toda la estrategia sanitaria. Si nos dice adelante, se puede hacer.

“Pensamos en disponer de más de una sola vacuna. Si es así, el escenario en 2021 será mucho mejor.”

—¿El mes próximo?

—La ivermectina se está utilizando en todo el mundo sin el estudio clínico. El primer estudio clínico que terminó con toda la seriedad se hizo en la Argentina, pero se está usando. A partir de que los científicos australianos avisaron que en el laboratorio habían reducido la multiplicación del virus empezó a emplearse de emergencia y parece que funciona, a partir de los datos que dio el ensayo clínico argentino.

—¿En Argentina se está usando de emergencia?

—Se está usando mucho fármaco de emergencia. Como el ibuprofeno inhalado. La ivermectina también se está utilizando. Lo interesante del estudio clínico es mostrar que se está usando en dosis inadecuadas. Lo que se mostró en el ensayo clínico es que había que emplear el triple de lo que se usa normalmente

—Participaste en la cumbre internacional de ministros de Ciencia Esfuerzos Globales en la Lucha contra el Coronavirus: desde la Investigación a la Práctica. 

—La conclusión del encuentro fue que recién ahora está ocurriendo la colaboración internacional programada, organizada y pensada. Cada país trató de garantizar a sus ciudadanos la mejor respuesta. Ahora estamos viendo este escenario de cooperación internacional no solamente con Israel, también hubo recientemente uno con Japón. Tuvimos una bilateral con México. Recién ahora estamos organizándonos de manera tal de poner en una plataforma común todos los hallazgos. Si hoy en día alguien necesita kits de diagnóstico de anticuerpos, acá se producen a un bajo costo, menos de un dólar.

—¿Qué te llama la atención del contacto con otros ministros?

—Sorprende la capacidad de respuesta de los países desarrollados, no hay discusión. Y encontrar a la Argentina muy bien en cuanto a logros. Con Japón fue un minuto, en el que ambos dijimos que deseábamos cooperar.

—¿Estuvo Estados Unidos en la reunión con Israel?

—Estados Unidos no, pero estaba Italia, Israel, había países latinoamericanos, países del Este europeo.

—¿Brasil y México?

—Creo que México sí. No estoy seguro si Brasil. Eran 15. En la de Japón eran muchos más. No recuerdo exactamente, pero sí estaba Israel y había países de la Unión Europea.

“Es muy probable que durante el primer semestre de 2021 debamos mantener muchas restricciones.”

—¿Y qué contaban los otros? Israel fue un caso de éxito que luego se tuvo que retrotraer.

—Israel mostró muchos desarrollos tecnológicos. Realizan diagnósticos muy sofisticados, están desarrollando una plataforma completamente diferente para diagnósticos masivos, que implica detección por vías no convencionales. Lo hacen a través del habla. No está descripta la tecnología como para que la pueda precisar. Sería sin contacto. 

—¿Se puede hacer a varias personas al mismo tiempo?

—Se puede hacer en un ingreso a un cine, a un supermercado. Mostraron desarrollos muy interesantes. Israel también estuvo en el desarrollo de una vacuna desde el comienzo. En el tema respiradores, Israel avanzó rápidamente. No tenía producción de respiradores; sin embargo, asoció a una pyme al Departamento de Defensa y empezaron. Es un país con mucha innovación en todos los temas. Hay 14 investigadores cada mil habitantes de población económicamente activa.

—¿Qué diferencia encontrás entre un ministro de Ciencia y Tecnología asiático y uno europeo y otro latinoamericano? 

—Sobre el tema Covid-19 todavía no tuvimos tiempo de intercambiar información ministro a ministro. En cuanto a respuestas, Corea es un ejemplo en cuanto al tratamiento. Hacían los tests de detección desde el coche, instalaron muchos puntos de chequeo. También Singapur, con una plataforma que daba los contactos a las personas. Algo inabordable en Argentina desde el punto de vista de lo que es el cuidado de los ciudadanos. En Asia hay mucha más disciplina. 

—Hay una filosofía en la que lo social es más importante que lo individual.

—Se percibe en sus desarrollos. También tienen respuesta muy rápida, porque cuentan con tecnología. Europa tiene varios escenarios. Vi un sistema muy desbordado en Italia y España. El país que mejor respondió fue Alemania, que lo hizo desde un principio, donde también hay temas de conducta y de educación. Los países latinos son un poquito más desorganizados. Israel también tiene una conducta asimilada en base a su situación geopolítica. La población se comporta de un modo más estructurado. De todas maneras sufrieron.

“Vamos a tener un escenario cambiante porque la situación es cambiante. El escenario mundial lo es.”

—¿A qué atribuyen los rebrotes? ¿Mutó el virus, es más letal?

—No es más letal. 

—Pero contagia más.

—Esto está claro. Este segundo rebrote tiene es una menor letalidad. El primer golpe fue brutal. Lo demuestran España, Italia, Reino Unido. Hubo muchísima cantidad de muertos. Eso llevó a que la población de mayor riesgo se cuidara mucho más. El segundo rebrote es sobre la población más joven, aquella que se cuida menos. 

Roberto Salvarezza, en la entrevista con Jorge Fontevecchia.
Consecuencias. “La pandemia volvió a la población del mundo más pobre en una forma que es catastrófica”. (Foto: Marcelo Dubini)

—Ahí no sería porque el virus sea distinto.

—En el país, por una red que tenemos, hicimos ya 500 secuenciaciones. En el mundo hay casi 80 mil realizadas. El virus está mutando relativamente poco y sobre sectores del genoma que hace que no se espere que la vacuna sea inefectiva. El virus muta, pero sin afectar el diagnóstico. Podría haber mutaciones que lo tornen indetectable. Y eso no pasa. Se vio que hay alguna modificación en favor de ser más contagioso. La población de riesgo se cuida más. Y los sistemas de salud también se dimensionaron. 

—Con tratamientos como la ivermectina y el suero equino, entre otros, ¿bajará la mortalidad, aunque la tasa de contagios sea la misma?

—Sí. 

—Sin vacuna.

—Exactamente. Usado en los momentos oportunos podremos llegar a que el paciente no llegue a estar intubado en una unidad de terapia intensiva, donde hay que recurrir a dexametasona y baja un tercio solamente de la mortalidad.

—¿Sería una mortalidad como la de la gripe A? 

—Probablemente estemos cercanos a una situación de una gripe.

—No hay vacunas para todas las gripes.

—Exactamente. También puede ser mortal para una persona de riesgo expuesta que no se vacune. Cuando aparecen las gripes estacionales en todo el mundo aumenta la mortalidad, y se complica muchas veces con neumonía, bronquiolitis y otro tipo de patologías respiratorias.

“Recién ahora ocurre la colaboración internacional programada y organizada.”

—Por lo que decís, la clave estaría en los tests, especialmente si se atiende la otra pandemia, la económica. Si se fabrican tests de un dólar habría una cantidad de actividades que podrían volver. Es la idea de Bill Gates: tests que se puedan hacer en las puertas de las fábricas.

—Si hay un buen sistema de testeo para casos dudosos y también fármacos relativamente accesibles, es factible. No con remedios que valgan 1.500 dólares cada dosis. Con medicamentos relativamente económicos y buenos sistemas de diagnóstico se podría empezar a pensar en un mundo más normal. 

—¿La normalidad sería que el coronavirus tuviese la letalidad de las gripes?

—Se podría apuntar a un escenario en el que la mortalidad no estuviera lejos de la de una gripe común. 

—¿Cuánta gente muere por gripe por año en Argentina?

—No tengo esos números. 

—Tengo entendido que las gripes están junto con enfermedades respiratorias.

—Se junta con neumonías, bronquiolitis. Muchas veces en los cuadros de gripales mal tratados o con una situación irregular inmune se instalan patologías bacterianas. Entonces se mezcla esta patología para hacer un cóctel complicado para aquellos que tienen una situación de salud complicada.

—¿Cabe imaginar para el año próximo vuelo de aviones, recitales, eventos masivos con un test al entrar?

—No me lo imagino. Pienso que el año que viene todavía vamos a estar impactados por esto. Hay cosas que la gente no va a hacer. Hoy uno lo ve en la apertura de comercios. Están vacíos, porque hay mucha gente que toma precauciones para moverse. Cabe preguntarse si tomaríamos un Airbus 330 y nos subiríamos con 280 personas en una clase turista. ¿Cuántas familias lo harían? Ese es un proceso que va a llevar tiempo. El turismo va a estar golpeado por un período importante. En nuestro subconsciente asimilamos el golpe. Lo vemos en actitudes cotidianas.

—Se usó mucho la metáfora de una guerra. Todavía hay abuelos que vivieron la Segunda Guerra y pueden contar cómo quedó marcada la sociedad durante mucho tiempo por la escasez. ¿La pandemia dejará una huella en la subjetividad de las personas aunque haya vacuna y tests?

—Sí, a menos que tengamos una vacuna muy efectiva y que el año que viene estemos vacunados y esto quede como el recuerdo de la polio. Soy de la época, tengo muchos años y viví esa época. El miedo a la polio se perdió, lo mismo que a la viruela. Hoy el virus de la viruela está guardado bajo cuatro llaves porque desapareció la enfermedad. Es posible ese escenario.

“En Asia puede encontrarse mucha disciplina social y tecnología que ayuda a dar respuestas.”

—¿Es comparable lo de la polio y la viruela con esto que es para todas las edades?

—Cuando fue la gripe A los más afectados eran los chiquitos. Ahora se invierte el escenario, son los adultos mayores. 

—Hay estudios que muestran que a los adultos no mayores les deja secuelas cardíacas, respiratorias.

—Exactamente. Todavía no sabemos las consecuencias que dejará. También hubo casos de gente de 40 años o 35 que falleció.

—Y sin enfermedades prevalentes.

—Todavía estamos estudiando todo esto. Falta profundizar los estudios sobre qué huellas deja desde el punto de vista anatómico. Hay gente que falleció sin haber tenido síntomas y sin hisopado. Al hacerlo, apareció.

—También Alemania: muertes por coronavirus o con coronavirus. 

—Hay mucho para aprender.

—Ahora, al ministro de Ciencia y Tecnología: ¿puede la ciencia a partir de una revolución en la fabricación de test lograr que se vuelva a la producción, aunque aún no esté la vacuna?

—Un escenario sería tener tests muy eficientes diarios. Se harían en cada casa para poder tomar precauciones. 

—¿Pero la tecnología está en condiciones de fabricar a ese nivel? 

—Hay que ver el costo. También hay temas de tipo económico. Los tests más económicos hoy están en cinco dólares. Se podría bajar. 

“El virus mutó; no es más letal, pero contagia más. Lo demuestra el segundo rebrote.”

—Que sea una herramienta económica más que médica. 

—Un artículo muy interesante del New York Times decía que a raíz del caso de Trump apostaron a los tests de antígenos. Son los más económicos, pero también los que en 15 minutos te dan el resultado. Los utilizaron como una barrera para evitar el contagio. Esos tests tienen un problema. Son rápidos y no amplifican. Los test más precisos amplifican la cantidad de virus.

—¿La batalla contra el coronavirus es la más grande que le tocó a la ciencia en las últimas décadas?

—Sí, por las consecuencias económicas y de salud. No solamente está el tema prioritario de la salud. El PBI del mundo está un 12% por debajo en promedio. Entonces, ese impacto económico hace que todos seamos más pobres. Vivimos en un mundo más pobre, son las consecuencias que trae.

—¿Podríamos decir que termina siendo más costoso para la humanidad que patologías como el cáncer o las enfermedades cardiovasculares?

—Las consecuencias sociales también son más amplias. La lucha contra el cáncer es prioritaria, el VIH... Todos los científicos estamos absolutamente en combate con esas enfermedades. La pandemia, en cuanto al impacto, volvió a la población del mundo más pobre en forma catastrófica. Hay consecuencias sobre la alimentación, el aprendizaje, las costumbres. Hay muchas películas que se anticiparon a esto, y ponían un escenario dantesco. No es que lleguemos a eso. Pero vamos a tener que trabajar mucho para recuperarnos.

“Si la vacuna funciona, recién se podría volver a la normalidad en 2022. 2021 será un año de transición.”

—¿Qué sentías al ver que la Argentina colocaba un satélite en el espacio y al mismo tiempo un minúsculo virus doblegaba a toda la humanidad?

—Los desafíos de la ciencia. Somos capaces de ir al espacio. Estados Unidos también puso en órbita a tres astronautas. Mientras pasaba esto, estaba estallando Miami. Hemos sido capaces de desarrollar tecnologías muy eficientes. Y aparece este virus, que es una entidad que los científicos no pueden definir si está viva o muerta. No podemos definir qué es un virus. Nos golpea y hace que todo nuestro mundo entre en un colapso.

—Dijiste que “un sistema científico capaz de hacer reactores nucleares, de venderlos en países más desarrollados, de producir satélites de observación y de telecomunicaciones, ahora enfrenta en el área de salud pública un desafío inimaginable”. 

—Claro, te contesté lo de Estados Unidos porque creo que a ellos les pasa lo mismo. Nosotros estábamos por poner el Saocom ahí justamente en el Falcon 9 y en Argentina transcurría la pandemia. Se discute mucho sobre el sentido de la ciencia para la sociedad. Se definen los problemas: uno se plantea desafíos como mejorar alimentos, por ejemplo. Pero aparece un imponderable que es disruptivo. Se precisa capacidad de respuesta, contar con ciencia que atienda ese punto. Para dar respuesta se precisa un sistema de ciencia muy fuerte, amplio y capaz de responder a los desafíos.

—El gobierno anterior colocaba mucho énfasis en la ingeniería informática, en la posibilidad de generar riqueza a través de la ciencia, mientras que en el actual hay una mirada más sobre la física, la química o la bioquímica. ¿Podrías definir las diferencias de mirada? ¿La ciencia puede incidir en la reducción de la pobreza?

—Hay un enfoque que no es exactamente el que defendimos entre 2003 y 2015. Durante ese proyecto se desarrolló la biotecnología, se pusieron los satélites. La ingeniería del proyecto Saocom 1 A y 1 B comienza en 2007. El 1 A se construye en 2013, el 1 B en 2015. O sea, es un proyecto integral. Atucha se rescata también en el primer gobierno kirchnerista. Lo que difiere en las concepciones es lo que marqué cuando me tocó hablar la noche que se aprobó la Ley de Economía del Conocimiento en la Cámara de Diputados. Está muy bien que promocionemos las empresas que hacen desarrollos e invierten en ciencia y tecnología. Todos los desarrollos de la pandemia, los kits, el tema de los fármacos, son consorcios públicos y privados. Pero debe saberse que una de las patas sobre las que reside la economía del conocimiento es el Estado, las universidades, los organismos de ciencia. Pasa aquí, en Estados Unidos, en Inglaterra y en cualquier lugar del mundo. Lo que es contradictorio es desarrollar una economía del conocimiento destruyendo aquello por lo que apuesta el Estado. El principal emprendedor en cualquier país del mundo en ciencia y tecnología donde hay riesgo es el Estado. Hay que apostar a las dos cosas. Tenemos que apostar a tener un sistema de innovación, producción, capacidad, la informática, biotecnología, el tema de la nanotecnología. Hay que hacerlo con el privado, pero una pata fundamental es el Estado. En software, la inversión está realmente en el recurso humano. Lo que necesitás es una computadora, por tanto no tiene que estar el Estado para conformar una empresa. Pero para un desarrollo en nanotecnología se requiere un microscopio electrónico de 4 millones de dólares. Si sos un emprendedor, ¿dónde vas a tocar la puerta? ¿Vas a poner 4 millones de dólares en un microscopio electrónico o vas a ir a la Universidad de Córdoba o a la Universidad de Buenos Aires? Esa era la contradicción del esquema que aplicó Cambiemos en ciencia y tecnología. Está muy bien que haya más inversión del privado. Argentina la necesita. Invertimos muy poco en ciencia desde el sector privado. Pero necesitamos un Estado que invierta en ciencia y tecnología.