La detención de Guillermo Calviño, primer jefe del sector de la Policía Federal que fue traspasado a la órbita porteña, deja en evidencia una doble trama: la dificultad del Gobierno para encontrar líderes intachables para la fuerza (el siguiente, José Potocar, también está preso) y las internas que se mantienen vigentes entre la Federal y la Policía de la Ciudad.
El juez Ricardo Farías hizo lugar ayer a un pedido del fiscal José María Campagnoli y ordenó la detención de Calviño, quien se entregó al mediodía y quedó preso. Es en el marco de la misma causa por la que está detenido Potocar: la presunta asociación ilícita que funcionaba en la Comisaría 35ª (Núñez y Saavedra), por la que se les cobraban coimas a comerciantes a cambio de mayor protección policial. Por este caso está prófugo Norberto Villarreal, que es quien estaba a cargo de esa comisaría.
En la época en la que está delimitada la investigación, Calviño era jefe de la Superintendencia de Seguridad Metropolitana de la Policía Federal. Estaba en marcha la primera etapa de la transición de gran parte de esa fuerza, incluyendo todas las comisarías, al control del gobierno porteño. En los hechos, Calviño fue el primer jefe elegido por Horacio Rodríguez Larreta para conducir la fuerza. Pero su situación ya empezaba a complicarse hacia fines de 2016, por otras denuncias en las que quedó involucrado. Por eso, en enero de 2017 el jefe de Gobierno se inclinó por su segundo, Potocar, para ser el primer jefe de la flamante Policía de la Ciudad.
Con los dos jefes policiales complicados en la Justicia, Larreta se inclinó por un civil para conducir, aunque sea provisoriamente, los hilos de la nueva fuerza policial. Se trata de Marcelo D’Alessandro, quien como secretario de Seguridad en los hechos ya tenía el control político de la Policía de la Ciudad. La detención de Calviño, en este contexto, le viene a remarcar al oficialismo porteño que si elige un hombre de la fuerza como nuevo titular no puede darse el lujo de que vuelva a quedar involucrado en casos similares.
En el gobierno porteño ya se veían venir la detención de Calviño. “Era esperable que siguieran para arriba”, expresó una fuente en referencia a que Calviño era, en ese momento, el jefe de Potocar. Sin embargo, no dejaron de mostrar su sorpresa porque “todos los detenidos son policías de la Ciudad o traspasados”. “Campagnoli eximió de prisión a todos los federales”, aseveraron.
Es que las internas entre las dos fuerzas siguen aflorando. En el gobierno porteño repiten la metáfora de que la Federal era como un pulpo, con la conducción a la cabeza y las comisarías siendo los tentáculos. Con el traspaso, esas dos partes quedaron separadas. Hay comisarios que hoy están en la Ciudad y se quejan de que los antiguos jefes, que quedaron en la Federal, buscan preservar ciertas “cajas”. Y hay quienes ven en esas internas y pases de factura la explicación de la situación por la que están pasando los jefes de la fuerza porteña. Antes de que renunciara a la conducción de la Policía Federal a principios de 2016, era vox pópuli, por ejemplo, el enfrentamiento que Román Di Santo tenía con Calviño.
En el medio se cruzan la política y la campaña electoral. A tal punto que Elisa Carrió, candidata oficialista en la Ciudad, es cercana al fiscal Campagnoli, que es quien motorizó todas las denuncias. Ayer, la diputada celebró la detención de Calviño vía Twitter pero lo tildó de ser “el gran recaudador de la Capital a lo largo de estos años en la Policía Federal”. “Saludos a Aníbal”, remató. Omitió decir que el propio Larreta también lo había elegido. n