Desde que el Gobierno se enfrentó a Clarín, varias veces sentí el abrazo del oso de los kirchneristas tratando de sumarme o usarme para sus intereses. Frustrados por el rechazo y reavivados esta semana por Papel Prensa, desde la televisión oficialista me acusan de ser “esbirro (persona pagada por otro para actuar violentamente en su lugar) de Magnetto”, y desde los diarios oficialistas, de padecer síndrome de Estocolmo por ser víctima del abuso de posición dominante de Clarín y La Nación y defenderlos. El propio jefe de la bancada de diputados del Frente para la Victoria, Agustín Rossi, en su argumentación a favor de la aprobación de la ley que declara de interés nacional la fabricación de papel para diarios, citó las críticas que fui formulando sobre Clarín.
Es cierto que Perfil padece la fuerte competencia de Clarín y La Nación más que ninguna otra editorial del país. A comienzos de este año, el mismo día que esta empresa lanzaba el diario popular Libre, Clarín lanzó otro similar llamado Muy, algo inédito en la historia de los diarios del mundo. Y con la advertencia de que si Libre costaba más barato Clarín también bajaría el precio de sus diarios, el sistema de distribución no permitió que Libre se vendiera a la mitad del precio de los otros diarios, como es lo normal en diarios populares de todo el planeta. Pero casi en la misma fecha La Nación sí pudo lanzar una competencia directa de la revista Caras, de Editorial Perfil, con un precio significativamente menor. Esto sólo por contar los conflictos de este año.
Pero el dolor que dejan los golpes en las batallas no puede alterar la percepción de la realidad. Personalmente, sigo juzgando inadecuada la intervención del Gobierno sobre Papel Prensa, lo que no quiere decir que Clarín y La Nación no merezcan críticas por Papel Prensa. Trataré de ser lo más equitativo posible con ambas partes en pugna.
Clarín y La Nación sostienen que hoy (en el pasado no era así) no se le produce ningún perjuicio a quien no tenga cupo para comprar papel de Papel Prensa y deba buscar papel de otra procedencia, porque el precio del papel importado es de US$ 680 la tonelada cuando el de Papel Prensa es de 753. Siguiendo la escuela del Gobierno, todos mienten a medias.
A US$ 680 la tonelada sólo pueden comprar Clarín, La Nación y Perfil, los tres mayores importadores de papel del país, porque para conseguir ese precio es necesario hacer una compra de 5 mil toneladas juntas y pagar al contado US$ 3,5 millones.
Además, tener depósitos para almacenar dos meses de stock. La mayoría de los diarios, y ni qué hablar los diarios pequeños del interior a los que no les vende Papel Prensa, deben comprar de a diez toneladas a un revendedor local, un mayorista que compra para fraccionar y revender (la diferencia entre el Mercado de Liniers y la carnicería) y pagar desde el 20% más caro.
Pero miente más el Gobierno cuando dice que al declarar de interés público la fabricación de papel beneficiará a todos los excluidos de Papel Prensa. El Gobierno declara que su plan es aumentar el capital de Papel Prensa con inversiones que permitan producir 30% más de papel: hoy fabrica 175 mil toneladas y el consumo de todos los diarios del país es 225 mil. El objetivo supuesto es que las 50 mil toneladas de papel que hoy se importan se fabriquen en el país.
Si así fuera, Editorial Perfil, que sí puede comprar su papel importado a US$ 680 dólares la tonelada, podría estar obligada a comprárselo a Papel Prensa a 753. ¿Cómo obligarían a Perfil a comprar su papel en Papel Prensa? Prohibiendo la importación de papel o colocándole un arancel a la importación de forma que el papel importado cueste más caro que el nacional. En cualquiera de los casos, ningún beneficio.
¿Por qué Clarín y La Nación no hicieron las inversiones necesarias que el Gobierno demanda para abastecer todo el consumo argentino?
Primero, porque no tienen el poder del Estado para garantizarse que todos los diarios estén obligados a comprarle a Papel Prensa. Perfil, más varios de los revendedores que compran grandes cantidades para fraccionar, preferirían seguir comprando papel importado que hoy se puede conseguir 10% más barato.
Segundo, porque no ganarían nada si Papel Prensa produjera todo el papel que Clarín y La Nación precisan más el de todos los diarios que deseen comprarle. Tendrían que invertir en una actividad que no da ganancia y que hoy (reitero, en el pasado fue distinto) les cuesta más barato importar lo que les falta para completar su consumo.
Clarín y La Nación se abastecen en el 90% de Papel Prensa e importan alrededor del 10% de su consumo. Así, la empresa puede justificar ante los diarios pequeños por qué no tienen más cupo para venderle, siendo que hasta sus propios accionistas deben importar papel.
¿Y, entonces, para qué Clarín y La Nación tienen Papel Prensa si ya no les trae ningún beneficio? Hay dos respuestas: en el pasado sí les trajo muchos beneficios. Y la respuesta actual sería que si la Argentina tuviera seguridad jurídica, Clarín y La Nación ya deberían haber vendido Papel Prensa como sí lo hicieron los diarios O Globo y O Estado de São Paulo, que eran dueños de la equivalente a Papel Prensa de Brasil. La fábrica se llama Pisa y hace diez años la vendieron a la multinacional noruega del papel Norske, que también es dueña de una de las dos empresas de Chile que fabrican papel para diarios: Bio-Bio. En Chile hay otra empresa similar que se llama Inforsa.
De las cuatro fábricas de papel en Sudamérica (dos en Chile, una en la Argentina y otra en Brasil), Norske es la única que actúa en dos países –Brasil y Chile– y hace algunos años quiso entrar a la Argentina ofreciéndole a La Nación y Clarín (fueron explorados en ese orden) comprar Papel Prensa. El precio que propusieron equivalía al 120% de las ventas. En 2003, Papel Prensa producía 150 mil toneladas y el precio por tonelada entonces era de US$ 500, lo que daba un valor total para el 100% de la empresa de US$ 90 millones. Hoy, con 175 mil toneladas de fabricación y US$ 753 dólares por cada una, el valor del 100% de Papel Prensa sería US$ 158 millones. La Nación recibiría por su 22,5% de las acciones alrededor de US$ 35 millones y Clarín por su 49%, alrededor de 77 millones.
Pero no venden por la falta de seguridad jurídica, algo que no padecen Brasil y Chile, donde a diferencia de la Argentina no existen mayorías legislativas aplastantes que pueden cambiar las leyes de importación o funcionarios con el poder de Moreno para imponer trabas a la importación de todo tipo o a la adquisición de divisas. Tampoco existe en Brasil y Chile la volatilidad cambiaria que hubo en la Argentina y tener una fábrica de papel con costos y precios de venta en pesos, que abastezca sin necesidad de pedido de permisos de importación, resulta un seguro que no necesita ningún diario brasileño o chileno.
Actualmente, el papel se importa con licencia automática, es decir, sin tener que esperar autorización del Estado, pero si esto fuera modificado y/o se colocaran gravámenes que encarecieran la importación de papel, allí se estaría produciendo la paradoja de que “papel para todos” sea papel preferentemente para los amigos.
Entre las voces de la oposición que se escucharon en el Congreso, la frase más lograda fue la de Eduardo Amadeo, quien dijo: “La verdadera intención del oficialismo es declarar de interés público (no al papel sino) al libre pensamiento para que pueda ser objeto de control de Estado”.
Mañana PERFIL publicará una excelente columna de Jorge Lanata, donde recorre la historia del peronismo con el papel, los diarios y el periodismo, y empíricamente se comprueba que cuando se declaró de interés público el papel fue para quitarlo de la esfera privada y darle el control arbitrario al Estado.
La falacia kirchnerista está muy bien construida: ¿quién se puede oponer a que todo el mundo tenga al mismo precio todo el papel nacional que quiera, y todos, amigos y no amigos, en las mismas condiciones? Nadie mientras no sea ésa la única alternativa y se pueda comprar libremente y sin encarecimientos papel importado. De lo contrario, el fin declamado termina siendo el opuesto al logrado.
Otra garantía jurídica que se debe cumplir será el justo resarcimiento a Clarín y La Nación por los cambios de condiciones. Si el Estado piensa aumentar el capital de Papel Prensa para producir más pero, también, para dejar en minoría accionaria a estos dos diarios, debería preguntarles si desean continuar siendo socios de la empresa en estas nuevas condiciones y, en el caso de que prefirieran dejar de ser socios, que se los indemnice comprando sus acciones al valor que podrían haberlas vendido en el mercado.
Aquí aparece la otra paradoja de esta construcción: si Clarín y La Nación dejaran de ser dueños de Papel Prensa, que es lo que correspondería si el Estado los indemnizara, ¿para qué Clarín y La Nación querrían comprarle el papel a Papel Prensa y no comprar en su lugar papel importado, que cuesta 10% menos? Y en ese caso Papel Prensa quebraría, porque hoy Clarín y La Nación compran el 74% de todo el papel que se fabrica allí. No tendrían a quién vendérselo y mucho menos si invierten en ampliar la fábrica para que produzca un 30% más. En esa hipótesis, Papel Prensa pasaría a fabricar 225 mil toneladas por año y solamente tendría compradores por alrededor de 70 mil.
Claro, siempre y cuando no prohíban la importación.
Todo indica que para que se cumplan los propósitos de la nueva ley el Gobierno prohibiría o limitaría drásticamente la importación, en cuyo caso el remedio sería peor que la enfermedad. He escuchado a tanta gente opinar sin conocer y, manipulada por las usinas del Gobierno, con buena intención creer que es bueno aquello que puede ser malo porque carecen de la información completa, que es compleja y requiere un conocimiento técnico profundo.
Por último, para ser justos, deseo criticar a Clarín. Cuando dice que el Gobierno hará con el papel lo mismo que hizo con la publicidad oficial, esto es, repartirlo entre amigos y castigar a adversarios, sería justo decir que también Clarín hizo eso con el papel de Papel Prensa: mientras el papel nacional fue más barato que el importado, Editorial Perfil no tuvo acceso a comprar en Papel Prensa. Y lo mismo se podría decir de la publicidad: el diario PERFIL no puede contar con los avisos de grandes vendedores de electrodomésticos porque Clarín tiene contratos de exclusividad que expresamente penalizan a esos anunciantes por publicar en medios competidores.
O sea, el Gobierno y Clarín se comportaron igual tanto con la publicidad como, se supone ahora lo harán, con el papel. Pero siempre serán más graves malas prácticas en el Estado que en cualquier privado, tenga el tamaño que fuere, como bien quedó demostrado en la última dictadura.
(*) Columna publicada en la edición impresa de diario PERFIL