La bomba que explotó la tarde del 17 de marzo de 1992 en la Embajada de Israel trasladó a suelo argentino un conflicto que hasta ese momento se había mantenido dentro de las fronteras de Medio Oriente, y así como la comunidad judía sintió el atentado en carne propia, la colectividad sirio libanesa pasó a ocupar, según el vicepresidente primero de Confederación de Entidades Argentino-Árabes (FEARAB), Roberto Ahuad, el lugar de victimario.
“El atentado de la Embajada de Israel fue le primer eslabón de una cadena muy densa, muy pesada, que nuestra colectividad tuvo que soportar, porque quedamos todos bajo un manto de sospecha”, expresó Ahuad en diálogo con Perfil.com. Todo se intensificó dos años después con el ataque terrorista a la AMIA.
Si bien la investigación no tuvo avances significativos durante los primeros tres años, se comenzó a hablar en el 97 de la “pista iraní”. Luego, la Corte Suprema de Justicia acusó al líder militar del Hezbollah Imad Fayez Moughnieh de haber participado de los dos atentados perpetrados en la Argentina, y le atribuyó a Irán la “responsabilidad política” del ataque.
Para explicar la persecución que sufrió su comunidad, Ahuad recuerda una anécdota que involucró a su hija, que cursaba en esa época en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA). “Mientras daba la clase, un profesor dijo, frente a 80 alumnos `¡tengamos cuidado! No vaya a ser cosa que haya un árabe y nos ponga una bomba´”. Luego de las carcajadas generalizadas, Ahuad contó que su hija levantó la mano, explicó su origen y aseguró que nada la motivaría a hacer una cosa semejante. “El hombre no sabía cómo disculparse”.
El vicepresidente de FEARAB también apuntó a los medios de comunicación. Aseguró que tras la voladura de la embajada la prensa comenzó a enfatizar el origen de los criminales si se trataba de árabes en cualquier tipo de hecho policial. “Si el apellido de quien había cometido el delito era árabe, se mencionaba `el libanés tanto asesinó a su mujer de 25 puñaladas´ cuando en realidad lo importante era que un ciudadano, de cualquier origen, había matado a su mujer”
“Todos estos pequeños actos discriminatorios fueron marcando una tendencia. Estas cosas las padecimos en todos estos años”, expresó con pesar Ahuad, y agregó: “Francamente nos hicieron vivir una situación de culpables, pero creo que no puede haber una persona de bien que no condene un atentado como ese”.
Según datos de la FEARAB, se estima que en la actualidad viven en el país alrededor de 3.500.000 inmigrantes y descendientes árabes.