Hace tres años, cerca de 300 personas se congregaron en la parroquia del Pilar en la provincia de Córdoba, donde el propio arzobispo de la ciudad, Carlos Ñañez, ofició una misa. Todos ellos tenían algo en común; el parentesco con el cura Brochero, quien desde hoy se convirtió en el primer santo argentino. El encuentro se dio gracias a la iniciativa de la historiadora Liliana de Denaro, autora del libro La familia del beato José Gabriel Brochero, donde además de investigar sobre la vida de Brochero y el camino a su beatificación, reconstruyó el árbol genealógico del cura, desde las familias Brochero y Dávila.
“Esta es una distinción para toda Córdoba”, dice el periodista Luis Kempa, sobrino tataranieto del cura Brochero, y uno de los asistentes al encuentro de familiares, que calificó como “muy emotivo”. “En la reunión por ejemplo me reencontré con mi prima Gabriela, que ahora está en Roma, y a quien no veía desde hacía fácilmente treinta años. Desde que Liliana me confirmó que era sobrino tataranieto del cura me interesé por su vida y recordé que mi mamá siempre hablaba de Brochero y que mi abuela lo había conocido y tomado mates con él”, recuerda. Luego, aceptó participar como familiar en la ceremonia de beatificación porque, para él, Brochero “era muy progresista y muy político, y siempre estaba en defensa de la gente más postergada”.
En el libro de De Denaro hay datos como que más de veinte de sus descendientes siguieron caminos eclesiásticos. Tal es el caso del párroco de la iglesia del Pilar Francisco Bisio, para quien la canonización de Brochero es motivo de felicidad triple: “Primero porque es argentino, segundo porque es cordobés y tercero por ser familiar”, dice
“Mi abuela le decia el tío Gabriel, y yo la escuchaba contar relatos y anécdotas que iban desde las veces que fue a tomar mate al patio de la casa de ella, hasta cuando la llamaron para ver si la estatua del cura Brochero que habían encargado era parecida”, recuerda.