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¿Cuándo creerle a Cristina?

Las apariciones de la Presidenta representan toda una puesta en escena. El análisis de su discurso desde la semiótica.

Cada aparición de Cristina cuenta con elementos propios de una obra televisiva.
| DyN.

Hay quienes piensan que Cristina es una gran artista, hay quienes deducen que está loca porque "no se puede actuar tan bien", y hay quienes creen que lo que dice es verdad.

Cada aparición de Cristina cuenta con elementos propios de una obra televisiva, porque hay una puesta en escena con guión, escenografía, marcación de vestuario y hasta extras. Incluso cuando sale de su zona de confort y visita territorio adverso, como el miércoles pasado, al celebrar los 160 años de la Bolsa de Comercio, cuando fue acompañada por una nutrida delegación de La Cámpora que le hizo el aguante en la puerta.

Hay que juzgar a Cristina desde la misma perspectiva semiótica discursiva con la que se analizan los procedimientos autenticantes en los programas televisivos y ponerla en la matriz que construyó el director del Departamento de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la Sorbonne Nouvelle, el francés François Jost.

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Todos los géneros tienen una promesa ontológica, y Jost las ubica dentro de un triángulo cuyos vértices ordenadores son lo informativo, lo ficcional y lo lúdico (amplíe la imagen haciendo click aquí). Los géneros son definidos en función de su mayor o menor distancia respecto de estos tres vértices modales. La promesa de lo informativo es la de un mundo real, la de lo ficcional es de un mundo creado, y la de lo lúdico, de un mundo fingido. En el eje informativo-lúdico se encuentran el noticiero, el magazine, el talk show y finalmente los programas de juegos (el híbrido de este vector es el sector preferido de los programas de América). En el eje lúdico-ficcional están las variedades, las imitaciones, las novelas, las series y las películas (con Susana Giménez y Suar como máximos exponentes televisivos). Y en el eje ficcional-informativo, el documental (Lanata es el más exitoso ejemplo).

Jost hace una especial distinción entre los discursos veristas y los discursos del fingimiento (feintise) y coloca a los reality shows equidistantes de los tres vectores, en un punto de indecibilidad respecto de lo que es real y lo que es actuado.

En este arte de hacer una telenovela de la vida real hay muchos puntos en común entre Cristina Kirchner y Tinelli, quienes crean personajes que emergen (Kicillof y el Tirri) o que fugazmente aparecen y desaparecen (Donnelley o Mimi, la novia del Tirri).

Como a veces lo que sucede en el programa de Tinelli es verdad y los que se ponen de novios terminan casándose y teniendo hijos, el espectador nunca sabe a qué atenerse, irradiando sobre lo ficcional un fuerte efecto de realidad. Y, obviamente en mayor proporción, lo mismo podría decirse del relato presidencial.

En el caso de Cristina, funciona aun más favorablemente el efecto opuesto de la confusión de géneros, porque cualquier audiencia, si cree que asiste a un relato que proviene del mundo ficcional, estará siempre más predispuesta a creerlo (repetición de hechos extraordinarios) que si lo que se contara fuera del mundo real, facilitando así que fantasías del relato puedan lucir más verosímiles (la suspensión de la incredulidad del teatro).

Los propios cuerpos de Tinelli y Cristina son superficies argumentativas, o lo que Eliseo Verón llamaba "la capa metonímica de producción de sentido" (el tatuado de Tinelli como representación de juventud, y en Cristina, del negro luto al blanco radiante).

Patria o buitres¿Cuándo, entonces, creerle a Cristina? ¿Está dispuesta a confrontar sin límites con el sistema financiero internacional o sólo es una puesta para negociar mejor?

En los colegios militares se enseña el lema del general norteamericano de la Guerra de Secesión famoso por su rigor, Thomas Jonathan "Muro de Piedra" Jackson, quien recomendaba el uso de la presión psicológica como arma de guerra diciendo: "Mistifica, engaña y sorprende". Con las dos primeras se distrae, y con la sorpresa se aumenta la efectividad de la acción.

Pocos creen que realmente esté "todo estudiado", como dice Kicillof, pero a Cristina le reditúa esa posición híbrida donde nunca se sabe si está representando un papel, disimulando o diciendo la verdad. Mientras, para muchos ciudadanos, el género es de terror.