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Culo y sociedad II

El magnetismo animal de los economistas nativos es reconocido a nivel nacional. Kicillof (alias Kicilove) supo tener bombachas estampadas con su cara, y es sabida la fama del Banco Central de ser un cubil de playboys.

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El magnetismo animal de los economistas nativos es reconocido a nivel nacional. Kicillof (alias Kicilove) supo tener bombachas estampadas con su cara, y es sabida la fama del Banco Central de ser un cubil de playboys. En la Argentina los economistas son vedettes, exhibiendo sin pudor sus recetas infalibles y su arte de humo donde los llamen. Ese humo es, a veces, señal del fuego de la pasión que los devora, como Redrado inundando las revistas del corazón con Luli Salazar o Lousteau besando embarazadas ajenas. Por eso no fue casual que el economista Javier Milei midiera sus argumentos en cámara contra una vedette tradicional, y que en esa discusión se definiera el problema del liberalismo local.

Mr. Milei lleva un peluquín estilo años 70 (la “plata dulce”) y un desenfado que le permite vestirse de superhéroe contra el enemigo comunista/populista. Es algo torpe y poco refinado, pero simpático y bonachón entre compinches: el tipo de espécimen alfa que seduce más a hombres que a mujeres. Como todo muchachón porteño, espera una escucha devota mientras repite sus conceptos.

Mr. Milei explica: “El Estado es robo, porque te obliga a pagar impuestos. ¿Vos estás a favor de pagar impuestos? ¿Sí? Entonces sos chorra y violenta.” Milei acompaña este silogismo impecable hinchándose como un sapo al gritar: ¡chorra y violenta! Se agita ante las sencillas preguntas de Miss Pérez (“¿No te parece que el Estado debería estar mejor manejado?”). Pérez es una Doña Rosa actual: marida sentido común con bikini de gala, es fotogénica y no se deja amedrentar.

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“¡Ella no lo ve porque no está formada!”, croa Milei, y los hombres corren en su auxilio (“Tenés que saber de economía para hablar con él”). Hasta aquí, solo hay un candidato que no sabe ser candidato. Ni profesor. Distinto es el tono compadrón de Espert, más divertido para tomar whisky porque no te grita en la oreja.

Pero luego leí la defensa de sus adláteres, un tal Laje. Dice que Miss Pérez se “hizo conocida por su culo”. ¿Qué clase de libertario acusa a una mujer de usar su capital erótico para su propio beneficio? ¿Qué liberal señala a una mujer atractiva como si eso la desmereciera? Despreciar la belleza es de bolchevique. Exigir pergaminos es de burócrata soviético: los principios libertarios se aplican a los culos in toto y sostener lo contrario es de infame colectivista, porque un argentino anti-culo es un mal patriota.

En fin, no los voy a votar. Por comunistas.