COLUMNISTAS
Las claves del 2009

El año termina mejor de lo que empezó

El 2009 termina mejor de lo que empezó para el mundo y con perspectivas de mejora para la Argentina.

Szewach
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El 2009 termina mejor de lo que empezó para el mundo y con perspectivas de mejora para la Argentina. Perspectivas que, de todas maneras, asoman como modestas en términos de empleo e incremento de los ingresos de los asalariados para el próximo año. Un escenario favorable que dependerá, básicamente, de que el mundo desarrollado repita el contexto de liquidez y tasa de interés cero y de que el clima político local no incremente demasiado la incertidumbre expropiatoria.

Aquí van las nueve lunas que parieron el año económico.

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1. El fin del pánico en el mercado financiero global.

La quiebra de Lehmann Brothers, en septiembre de 2008, fue la frutilla del postre de una crisis en el sistema financiero desarrollado que se había iniciado con el estallido de la burbuja inmobiliaria más de un año antes. Dicha quiebra implicó una huida de los inversores hacia el dólar y los bonos del Tesoro estadounidense en busca de refugio ante lo que consideraban “el fin del mundo”. Todo se vendía para hacerse de los dólares. Acciones, bonos, fondos de commodities, etc., y nada se compraba. Los precios se desplomaban y aceleraban la huida. Era pánico, catástrofe, recesión y el gran cuco, otra depresión al estilo de los años 30. En ese contexto, los bancos centrales más importantes idearon salvatajes, planes de compra de activos, inundación de oferta de moneda, tasas de interés cero, ventas “inducidas” de las entidades financieras con mayores cuestionamientos, fusiones, absorciones, estatizaciones. Los gobiernos, por su parte, salieron a gastar lo que los privados ahorraban en títulos de la deuda pública. Se trataba de compensar, desde el sector público, el inevitable ajuste de sobreendeudamiento privado, que se hacía todavía mayor porque caía el valor de los activos, mientras que el de los pasivos se mantenía constante. El sector privado ahorraba, cancelaba deuda. Los inversores se protegían comprando deuda pública y dólares y los gobiernos gastaban para evitar la depresión. Este proceso duró seis meses. A mediados de marzo de este año, se tocó piso en el mercado de capitales. Se dio la habitual “fatiga de pánico” y lentamente los inversores salieron de sus escondites en busca, nuevamente, de rentabilidad. Así, empezaron a comprar, nuevamente, activos de riesgo, commodities, bonos y acciones de países emergentes y, dada la desconfianza en que el sector público pudiera evitar las consecuencias negativas de las políticas arriba descriptas, oro y otros activos de cobertura. Entre marzo y noviembre de este año, vivimos una recuperación espectacular de los mercados accionarios, en especial en los países emergentes: China, India, Brasil, Perú, Colombia, Chile y los “de frontera” como la Argentina. Dólar débil, precios de las commodities altos, tasas de interés muy bajas, tranquilidad financiera, mucha liquidez. ¿Qué más se podía pedir, con ojos argentinos?

2. Un gran año para Brasil, el vecino más grande del Mercosur.

¡Ah! Eso se podía pedir. El repunte de Brasil después del terrorífico fin de 2008 y primer trimestre de 2009. La recuperación del vecino más grande del Mercosur, gracias a un plan de rebajas impositivas, obra pública, buenas noticias en la exploración petrolera y un mundo en busca de oportunidades, permitió la revaluación del real y una explosión de la demanda de exportaciones argentinas en el sector automotor.

3. El Grupo de los 20 y el rol del Fondo Monetario Internacional.

Por si quedaban dudas sobre la continuidad de un escenario benigno y favorable en materia financiera, la reunión del G-20 en septiembre en Pittsburgh ratificó lo actuado por los gobiernos y bancos centrales y aseguró que todo seguiría igual, al menos hasta que la tasa de desempleo global permitiera retirar los estímulos fiscales y subir las tasas de interés. Se anunciaba, además, que el Fondo seguiría supervisando y revisando las políticas de los países miembros. (La Argentina, como miembro del grupo, firmaba ese documento.)

4. Una fuga de capitales que se produjo sin crisis financiera.

Desde el comienzo del conflicto con el campo, en marzo de 2008, hasta el anuncio del G-20 de septiembre de 2009, pasando por la expropiación de los fondos de pensión, la Argentina protagonizó un nuevo episodio de fuerte fuga de capitales. Sin embargo, a diferencia del antecedente más cercano, de 2001-2002, esta fuga no vino acompañada de una crisis financiera. En aquella oportunidad, como en las anteriores, la fuga la “financiaban” los ahorros en el sistema financiero local. De manera que toda compra de dólares generaba una caída de los depósitos privados y una corrida contra el peso. En esta ocasión, y en función de dos cambios estructurales importantes, la fuga trajo, obviamente, recesión, pero no crisis. ¿Cuáles fueron esos dos cambios? El primero, que el sistema financiero ha quedado tan chico en la Argentina que prácticamente se usa para transacciones y servicios, pero no para ahorros de largo plazo.

De manera que, salvo en una situación extrema de reducción inclusive del consumo “normal”, como puede ser un escenario de huida máxima del peso e hiperinflación, no hay mucho para sacarle. El segundo, el superávit comercial. El boom del yuyito, las exportaciones automotrices, las “nuevas” exportaciones de software o minería, o la agroindustria. Más el ajuste de las importaciones para generar más sobrantes de dólares, permitieron conseguir los dólares para fugar, sin necesidad de sacar los pesos de los bancos. En otras palabras, antes toda fuga de capitales era una corrida contra los depósitos en los bancos. Ahora es: mayores exportaciones y menores importaciones. No es un dato menor.

5. Sequía y lluvia, claves por la dependencia de “una buena cosecha”.

Dependiendo, como dependemos, para la tranquilidad financiera y cambiaria de “una buena cosecha”, el clima no es un tema menor. La sequía redujo el saldo exportable de este año y obligó, como se mencionó, para financiar la salida de capitales, a menores importaciones. Las lluvias, que le ponen una mejor perspectiva a la oferta de dólares para 2010, junto a la señal del G-20 y la tranquilidad financiera global ya comentados, frenaron la fuga en los últimos meses, al menos hasta que los K nos den otra “sorpresa expropiatoria”.

6. El piso de la recesión global y local. Mientras los K no sorprendan.

El cambio de las condiciones financieras globales y el freno de la fuga local le pusieron el piso a la caída de la actividad económica aquí y en el mundo en este último trimestre de 2009.

Lo peor, en ese sentido, parece estar pasando, a menos, insisto, que los K insistan en alterar los “nervios”.

7. El canje de deuda y el intento por volver al mercado de capitales.

Aprovechando el “apetito” por riesgo de los inversores, desde el anuncio del G-20, la Argentina intenta salir del default en el que todavía está, aunque alguna vez nos dijeron que ya no estaba. Arreglar con los holdouts y con el Club de París, y colocar nueva deuda a tasas y plazos accesibles en el mercado internacional, parece un objetivo deseable, desde el punto de vista financiero, pero explicita una situación fiscal complicada.

8. Aires acondicionados, nafta, gas y electricidad de los argentinos.

El Gobierno intentó casi desde su comienzo aislar a los consumidores argentinos de los precios internacionales de los alimentos y la energía a través de una maraña de subsidios, controles de precios y prohibiciones de exportar.

El resultado empieza a explicitarse este año y será más claro todavía el año que viene. Nos estamos quedando sin oferta de carne, y los precios lentamente empiezan a reconocer ese faltante.

La exploración y producción de petróleo y gas está en declinación y los precios de la energía para algunos ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores empiezan a parecerse al que pagan muchos ciudadanos del interior del país.

Vamos hacia un fin de fiesta necesario, aunque traumático por los graves errores de política en el sector agropecuario y por negar una realidad incontrastable: el petróleo vale hoy en el mundo el triple de lo que valía hace ocho años.

9. La crisis fiscal: el costo del populismo que el gobierno disimula.

El populismo es muy caro y regresivo. Cuando hay recursos suficientes no se nota. Cuando, por alguna razón, como una imprevista recesión, los recursos caen, se presenta una crisis.

Hoy, con récord de presión fiscal, y con récord de gasto público, que no se nota en la calidad de los bienes públicos ni en el valor de los salarios de maestros, médicos, policías y jueces, ni en las jubilaciones, el sector público nacional y provincial se ha quedado sin financiamiento y presenta, bien medido, déficit operativo.

Este déficit es lo que obliga a recurrir a las reservas del Banco Central y a la liquidez de los bancos comerciales para colocar deuda interna de corto plazo. Al impuesto inflacionario, que pagan los pobres. A emitir bonos y a postergar pagos de todo tipo.