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La Isla de los Faisanes

La Isla de los Faisanes es el más pequeño de los territorios del mundo cuyo gobierno es un condominio.

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El Congreso será el lugar donde la política argentina volverá a experimentar el condominio.

La Isla de los Faisanes es el más pequeño de los territorios del mundo cuyo gobierno es un condominio. Situada en la desembocadura del río Bidasoa, que separa a Francia de España, su soberanía es compartida por ambos países, que se alternan en su administración en períodos de seis meses. Hasta la Primera Guerra Mundial, Francia e Inglaterra compartían el condominio de muchos territorios de ultramar que abastecían indistintamente a las armadas de ambos países y eran administrados en conjunto.

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Andorra es otro ejemplo actual de doble jefatura de Estado, en este caso compartida por el presidente de Francia y el obispo de la localidad española de Seo de Urgel, a quienes en Andorra denominan “copríncipes”. En derecho internacional se llama condominio a los lugares cuya suberanía es ejercida por más de una administración. Quizás éste sea un buen ejemplo de lo que sucederá en el Congreso al asumir los nuevos legisladores, el próximo 10 de diciembre, y el kirchnerismo deba resignarse a aprender a cohabitar en el poder con la oposición.

Es un trance difícil para los sistemas políticos acostumbrados a que uno manda y los demás obedecen, pero todas las democracias alcanzan su madurez cuando demuestran superar la cohabitación en el poder de partidos contrapuestos. Y será una experiencia para el peronismo porque las últimas dos veces que un gobierno perdió la mayoría en el Congreso fue con administraciones radicales: Alfonsín entre 1987 y 1989 y De la Rúa en 2001, lo que en ambos casos culminó –respectivamente– en la mayor hiperinflación y el mayor default de la historia argentina.

El filósofo Massimo Cacciari, autor de decenas de libros, director de las más importantes revistas filosóficas italianas: Angelus Novus, Contropiano, Lavoratorio Politico y Paradosso, y profesor de Estética en el Instituto de Arquitectura de la Universidad de Venecia, además de político (varias veces alcalde de esa ciudad y durante años diputado del Parlamento italiano), escribió en Lo impolítico nietzscheano que “toda forma de organización social tiende inconteniblemente a configurarse como totalidad, a reencerrar y subsumir en sí la totalidad de los intereses sociales (...) tiende a concebir la propia forma como la forma natural”. “La absolutización de lo político pertenece a la dimensión teológica del pensamiento occidental.” Y sobre la entropía del sistema sostiene que “nadie verá en la ley otra cosa que la organización política determinada que la ha producido, que el poder contingente que la ha emanado”.

Era esperable que el peronismo se identificase con la Argentina toda, al punto de sentir extraño y rechazar cualquier gobierno que no fuera propio hasta expulsarlo del poder. Pero el alto costo que dejaron las salidas anticipadas de los presidentes Alfonsín y De la Rúa, no sólo para el radicalismo sino para el sistema político en su conjunto (“que se vayan todos”), debió dejar una enseñanza: comprender que quien controla el Ejecutivo no es el todo, que el gobierno también lo integran otros poderes como el Legislativo, es la asignatura pendiente después de más de veintiséis años de recuperación de la democracia.

Eso no se logra con un oficialismo magnánimo sino con una oposición que se gane su lugar. Cacciari, experto político porque no sólo fue alcalde reelecto entre 1993 y 2000 sino que en el año 2005 se presentó como candidato y volvió a ganar la alcaldía de Venecia, y continúa en su gobierno, lo explicó erudita y claramente en un reportaje: “La izquierda surge de una antropología positiva, rousseauniana. Yo en lo único que creo es en el pecado original. No creo que el hombre sea bueno por naturaleza, en absoluto. Creo, como Kant, que tiene un mal arraigado, y la política tiene que vérselas con ese hombre. Puede utilizar esa maldad para hacer aún más mal o puede intentar, partiendo de que el hombre es un conjunto de intereses y deseos, hacer que los individuos se relacionen y se reconozcan. En eso consiste la política. Ahora bien, la posibilidad de la guerra está siempre ahí, y eso es algo que hay que aprender. Ninguna política podrá excluir la posibilidad de la guerra. La paz perpetua es una mala utopía. Paz es pacto. Si no eres realista, no te hagas político: hazte místico, poeta o artista. No se trata de que la política vaya en contra de los ideales, sino de que, en política, uno actúa con posibilidades reales y debe poder explicar a sus conciudadanos qué medios hacen falta para alcanzar un determinado fin; es algo que un político debe explicitar; si lo oculta, es que ese político es un demagogo y un populista, que es la otra cara de la utopía, aunque a veces se han combinado”.

Dos ideas de Cacciari donde Néstor Kirchner representa un espejo invertido: “La izquierda surge de una antropología positiva: el hombre es bueno por naturaleza”; el kirchnerismo, que no cometería esa “ingenuidad”, difícilmente pueda ser encuadrado como de izquierda. Y agrega Cacciari: “Paz es pacto”, a lo que el kirchnerismo respondería: “Paz es derrota incondicional del otro”.

El gobierno compartido de la Isla de los Faisanes fue el resultado de un pacto de paz tras la Guerra de los Pirineos. Oficialismo y oposición deberían comprender que la política argentina tuvo una guerra en 2002 y precisa la paz de un pacto.