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MOSAICO POLITICO

Las nuevas coaliciones electorales

El mosaico político empieza a organizarse. La reaparición de Reutemann fue un hecho desencadenante. Néstor Kirchner dio otro paso tejiendo acuerdos con referentes peronistas en distintas provincias –algunos prendidos con alfileres–. El acercamiento al gobernador Schiaretti en Córdoba aceleró los tiempos del acuerdo opositor entre Juez y una parte del radicalismo cordobés. Del lado opositor, la Coalición Cívica liderada por Carrió, un sector de la UCR –que representa Stolbizer en Buenos Aires– y el socialismo de Santa Fe –o una parte de él– están en conversaciones. Ahora llegó el acuerdo entre Macri, De Narváez y Felipe Solá.

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El mosaico político empieza a organizarse. La reaparición de Reutemann fue un hecho desencadenante. Néstor Kirchner dio otro paso tejiendo acuerdos con referentes peronistas en distintas provincias –algunos prendidos con alfileres–. El acercamiento al gobernador Schiaretti en Córdoba aceleró los tiempos del acuerdo opositor entre Juez y una parte del radicalismo cordobés. Del lado opositor, la Coalición Cívica liderada por Carrió, un sector de la UCR –que representa Stolbizer en Buenos Aires– y el socialismo de Santa Fe –o una parte de él– están en conversaciones. Ahora llegó el acuerdo entre Macri, De Narváez y Felipe Solá.
De ese modo, mientras el campo oficialista se torna crecientemente heterogéneo, en el campo opositor parecen ir definiéndose dos grandes opciones electorales. Una contiene un componente peronista, la otra un componente radical. Cualquiera sea el significado de los términos derecha e izquierda, los comentaristas políticos y muchos de los dirigentes tenderán a identificarlas con esas palabras, matizadas con el vocablo centro. ¿Suman o restan esas alianzas a los caudales propios de cada una de sus partes?
La pregunta la respondió hace pocos días Eduardo Duhalde en una notable entrevista publicada en estas mismas páginas, que seguramente será leída y releída durante mucho tiempo porque es un verdadero tratado sobre la política argentina de estos años. Dice Duhalde que la tendencia esperable en el peronismo es ir hacia alianzas de centro derecha, a las cuales les aporta el ingrediente popular. El peronismo ha sintonizado poco con la izquierda argentina; sus experiencias hacia ese lado nunca fueron buenas, ni siquiera bajo la presidencia de Kirchner.
Hay otros interrogantes ¿Cuál será el papel de Julio Cobos en este proceso? El vicepresidente es hoy el político con mejor imagen en la Argentina. Las encuestas ponen de manifiesto que sería igualmente aceptado por los votantes hoy inclinados a cualquiera de ambas alianzas –lo que evidencia que, contra los sueños de algunos dirigentes, ellas tienen poco o nada de ideológico–. Sin duda, la inclusión de Cobos en algunas de esas coaliciones podría inclinar la balanza. Pero la ausencia de Cobos podría dejar abierto el camino para una tercera coalición, o crearles problemas a las dos. Cuando una carta fuerte todavía está en el mazo, ningún juego es demasiado fuerte en las manos de los jugadores.
Las encuestas también sugieren que muchos votantes se sentirían incómodos en una mega coalición opositora; pero muchos otros se sentirían más cómodos si ella se produjese. Cobos podría ser la figura articuladora de todo ese vasto espacio que no es kirchnerista y que incluye tanto a los opositores definidos como a muchos ciudadanos que no son enteramente ni una cosa ni la otra. Si las coaliciones opositores no quedan bien cerradas, el oficialismo podría encontrar una oportunidad para recuperar parte de esos votos con sus fórmulas híbridas entre el kircherismo y algunos peronismos distritales representados por dirigentes con buena imagen en sus provincias.
¿Qué impide a los dirigentes unirse sobre la base de un amplio denominador común? Una respuesta es: la ideología. ¿Pero a cuántos votantes realmente les importa más la ideología que encontrar delante de sí una opción política vigorosa? Para buena parte de la dirigencia de hoy, el objetivo electoral es derrotar al kirchnerismo. Pero para una gran masa de votantes la expectativa no es esa, sino encontrar una opción segura y confiable de gobernabilidad del país. Todos contra Kirchner no asegura una mejor gobernabilidad. La opinión pública parece sensata cuando no se entusiasma con el oposicionismo a ultranza. Se dice que “todos revueltos” no es una buena receta; pero todos dispersos tampoco lo es. Dos opciones opositoras podría ser la mejor alternativa, siempre y cuando sean suficientemente incluyentes para no dejar afuera a piezas importantes del tablero. Este es, probablemente, el mayor dilema que enfrentan los dirigentes de todas las corrientes ahora que se les acortan los tiempos para definir sus ofertas electorales.

* Sociológo.

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