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apuesta a la competitividad

Las variables “medidas en dólares”

En una economía como la nuestra, subdesarrollada y abierta, la cuestión relativa a su competitividad y al modo de obtener las divisas o “dólares” para su desenvolvimiento, es clave.

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En una economía como la nuestra, subdesarrollada y abierta, la cuestión relativa a su competitividad y al modo de obtener las divisas o “dólares” para su desenvolvimiento, es clave. A lo largo de nuestra historia se confirma este aserto. En una fase más próxima, tenemos al respecto los capítulos del régimen de convertibilidad, el del modelo competitivo productivo posterior y el de la actual hibridez de régimen.

En la teoría económica, y en especial en algunos enfoques, la citada cuestión se capta a través del concepto de la restricción o limitante externa, lo que conlleva varios aspectos. Por de pronto, para acelerar el crecimiento y hacerlo sostenible, hay que cuidar el aprovisionamiento de dólares para cubrir importaciones de insumos y equipos imprescindibles y bancar la demanda agregada. En lo que es desaconsejable depender mucho del ahorro o endeudamiento externos. Por eso, lo mejor es que respondan bien nuestras exportaciones y una sustitución eficiente de importaciones, para que estas últimas no sobreactúen. En tanto interesa que ese superior crecimiento se asocie a un mayor valor agregado nacional y a un mayor empleo productivo, la diversificación productiva –con una presencia extendida del sector manufacturero en el producto y en las exportaciones– es crucial.

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¿Cuál es el corolario de lo dicho? Pues, que nuestra economía, a fin de asegurar su competitividad para estimular el desarrollo y el empleo productivo auténtico, sin caer en la trampa de la excesiva dependencia del ahorro externo, debe enfatizar la presencia de un tipo de cambio bien competitivo, fórmula popularizada como “dólar alto”. O sea: las diversas variables domésticas de la economía deben alinearse correctamente medidas o traducidas en dólares. Sin ello, la competitividad, en su concepción integral, cede, lo que arrastra a la actividad y al empleo sostenibles.

Los últimos (casi) veinte años de nuestra historia ofician de laboratorio “en vivo” de lo expuesto. Computando al régimen de convertibilidad con hipodólar y frenesí del endeudamiento, al régimen posterior de dólar alto y desendeudamiento, y a la hibridez más reciente.

Una cruda expresión del asunto se dio en los 90, con la pulverización del mercado de trabajo y el estallido de la pobreza. Esto se debió particularmente a que, aun con la existencia de salarios que no eran gran cosa en poder adquisitivo interno, eran, sí, altísimos en dólares. Esta distorsión, de la mano de la desarticulación industrial, llevó al reemplazo masivo del trabajo nacional por el importado. En el lapso 2003(2002)-2007, ya sin esa distorsión, el sobrecrecimiento y la reindustrialización combinaron con un shock de empleo de base productiva. Luego, sobre todo desde fines de 2007, cediendo la convicción en el dólar alto, e incidiendo también el debilitamiento de varias políticas, se fue haciendo evidente la atenuación de la creación de empleo. Después se sumó la crisis mundial.

Pero, resulta claro, de cualquier modo, que con salarios que tienden a retomar un nivel pronunciado en dólares (algo lo moderó el ajuste cambiario del último período), y todo esto sin identificarse con la dinámica del nivel de salario real doméstico, se perfila una rémora para el resurgir pleno del empleo auténticamente productivo.

En un orden análogo opera el gasto público. Esta variable es importante por las necesidades y actividades que cubre. También puede activar la demanda. Enfocando la inversión pública, su dimensión ligada a la infraestructura y al llamado capital social fijo en general respalda a la competitividad. Sin embargo, llegado el gasto a un umbral alto en su medición en dólares, puede nacer una presión fastidiosa para la competitividad. En rigor, con la dinámica del gasto y del dólar de los últimos años, ese umbral nos inquieta.

Hay más casos citables. Pero, la moraleja es una: en una economía como la nuestra, y por los criterios aludidos, es vital asegurar los adecuados valores en dólares de las variables. El no hacerlo depara fuertes costos. Lo cual también aplica si, por lo menos, buscamos un “segundo mejor”.


*Economista.