COLUMNISTAS

Lengua y Feria del Libro

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Ya habló Vargas Llosa? ¿Ya estuvo en la Feria del Libro? Salgo tan poco últimamente que se me escapan todas esas actividades mundanas. ¿Y ya habló en el encuentro de la Mont Pelerin Foundation en el Sheraton? ¿Dijo cosas interesantes? ¿Estuvieron Macri y Carlos Cáceres, el ministro de Hacienda de Pinochet? ¡Ay, se me olvidó prestar atención! (Así no voy a llegar nunca a ser un buen periodista de investigación, y en lugar de millonario como ellos, moriré pobre escribiendo columnas como ésta… ¡Quise ser un Verbitsky pero terminé siendo sólo un Tabarovsky!). Al final Vargas Llosa no inauguró la Feria, sino que habló el día después; debe ser por eso que no reparé en el asunto.

Y ya que hablamos de la Feria y de sus inauguraciones, después de tantas polémicas (¿pero hubo realmente una polémica?), podemos jugar al juego de 2010. Pues, estimados lectores: ¿cuántos de entre ustedes recuerdan quién inauguró la Feria del Libro del año pasado? Piensen. Ya pasaron 15 segundos. Les doy un changüí de veinte segundo más. ¿Tampoco? Les doy una última ayudita: el lema era “Festejar con libros 200 años de historias”. ¿Se rinden? La respuesta es… ¡Teresa Parodi y Víctor Heredia! Esta sí que es Argentina, como cantaba Sumo… (O mejor dicho, eso sí que es kirchnerismo, lo que a esta altura vendría ser lo mismo que “Argentina”). Pero sin embargo, el año pasado no hubo grandes polémicas por la elección de los inauguradores (que por cierto, para ser honesto, no leyeron discursos propios –eso hubiera sido too much– sino textos de autores argentinos de estos dos siglos de patriótica independencia). ¡Viva la Patria y la Feria del Libro!

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Aunque este año quizá me haya vuelto oficialista, no de la Patria, por supuesto, sino de la gestión de la Feria: el nombramiento de Gabriela Adamo como nueva directora ejecutiva de la Fundación El Libro es una muy buena noticia. Era hora de que hubiera alguien con su trayectoria y capacidad. Sin duda su impronta comenzará a notarse a partir del año que viene, y aun más en los siguientes. Por tomar sólo un punto, entre varios otros, su pretensión de profesionalizar las jornadas profesionales (valga la redundancia) es un objetivo necesario, deseado por vastos sectores del campo editorial, y posible de alcanzar. La entrevista que Adamo concedió a la revista Ñ del prestigioso diario Clarín el 16 de abril está llena de ideas, tanto que valdría citarlas en extenso. Aquí, un fragmento: “Mientras nosotros íbamos decayendo, España iba ganando espacio. Y hoy en día se decide todo a través de España. Y el problema es que para los países de otras lenguas, se percibe a España como la única puerta de entrada a la lengua castellana. El trabajo que nosotros tenemos que hacer, entonces, es el de salir a decir que hay otros mercados para la lengua castellana, que la puerta de entrada para América latina es la literatura argentina”.

Horacio González no suele pensar en términos de mercado. Es correcto que así sea. Pero intuyo que suscribiría la frase de Adamo, o al menos compartiría su sentido estratégico (como lo comparto yo, por otra parte). La buena decisión de crear un Museo del libro y de la lengua en la Biblioteca Nacional (dirigido por María Pía López) toca de cerca estas cuestiones, que no son más que las discusiones acerca de la dimensión política de la lengua. Volviendo a nuestro invitado, más allá de la imposibilidad de discernir entra las dos opciones, es decir, si a esta altura Vargas Llosa es todavía un escritor o sólo un publicista orgánico del Grupo Prisa (¡los dos a la final!) queda la tarea de repensar críticamente la tensión entre lengua y mercado, entre literatura y capitalismo, entre edición y sedición. En la Feria también se expresan esas tensiones.