COLUMNISTAS
PRIVATIZACION Y CONDENA

María Julia

default
default | Cedoc

Pareciera ser la víctima que arrastra las culpas de todos. En alguna medida resulta exagerado que la Justicia caiga solamente sobre ella. Se fue convirtiendo en un símbolo, en una expresión clara de lo que fue el menemismo. Pertenecía a un viejo tronco liberal, de una vertiente donde sólo se rescataba la lucha contra el Estado. Surgida de un pensamiento donde había hecho pie lo más duro de la dictadura. Los Falcon verdes y tantos otros seguidores de aquella causa nefasta, eran portadores de dos calcomanías, una que expresaba “somos derechos y humanos” y otra menos cínica que decía “achicar el Estado es agrandar la Nación”. Esa fue la consigna que enamoró a los seguidores de Menem y al mismo presidente. El sueño implicaba que con sólo regalar las empresas públicas se iniciaba un camino hacia el bienestar.

Un importante empresario me encontró una vez al final de las privatizaciones y me dijo muy suelto de cuerpo, “se terminó la etapa de llevar valijas de dinero para que algunos apoyen las privatizaciones, ahora viene la etapa productiva de la sociedad”. Eran tiempos donde una ideología liberal trasnochada había encontrado en la superficialidad del menemismo el caldo de cultivo para vender todo lo que poseía el Estado. Y estaban convencidos de que el bienestar venía únicamente con la privatización, un pensamiento mágico que no resiste el menor análisis. Los nuevos dueños se hacían cargo exclusivamente de las coimas necesarias, para la sociedad quedaría el supuesto bienestar que resultaba de ese proceso. Y millares de desocupados. Había una pretendida justificación supuestamente ideológica. Con sólo regalar lo estatal estaría ayudando a la sociedad.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Recordemos que el fruto amargo de esa etapa es haber vendido patrimonios infinitos y terminar todavía con una deuda mayor a la original. Hasta el mismo sistema jubilatorio fue convertido en negocio financiero. El Estado se ocupaba de pagar y los privados sólo de recaudar. Un economista liberal me dijo en aquellos tiempos, “si el Estado aguanta endeudarse luego todo será rentable”. Pero María Julia, al margen de sus propios errores, fue la expresión más clara de una concepción política, de un peronismo decadente que se unió a lo más mediocre y limitado del liberalismo.

Nunca pensamos que lo privado necesitaba un límite a sus ambiciones, y el derrame fue escasamente el de la más cruel miseria. Después de esa continuidad ideológica de Martínez de Hoz nada más quedaron los caídos y la industria de las rejas. El estallido de la sociedad sin que nadie se hiciera cargo de que achicar el Estado no era agrandar el país sino la misma miseria y dependencia. A veces me enoja cuando veo que ni los encuentros de IDEA ni los cerebros de la Fundación Mediterránea intentaron ni un atisbo de autocrítica. María Julia es mucho más que una condenada, es la expresión de un pensamiento mágico que tuvo enorme difusión en nuestra sociedad. De un pensamiento que compartió con fuerza el kirchnerismo y supo retroceder pero nunca asumió sus propios errores. La privatización de YPF fue mucho más que un error, fue una traición corrupta a toda la sociedad. Y su recuperación fue tan tardía como carente de la obligada aceptación de sus culpas para los que privatizaron. Qué casualidad, son los mismos que la estatizaron. Duele hablar de la fortuna que a la sociedad le hurtaron en el medio.

María Julia implica más que la condena a una persona, es el cuestionamiento a un pensamiento tan mediocre como pretencioso. Lo estatal y lo privado son apenas instrumentos de la política, nunca dogmas de fe. Y a veces, como ahora, logramos llegar a la tercera posición de lo nefasto, administramos tan mal lo público como lo privado. A veces la ineficiencia y la corrupción son capaces de alcanzarlos a los dos.

*Ex diputado nacional.