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Economista DE LA SEMANA

Números complicados para hacer campaña

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Al límite. La fábrica de galletitas Tía Maruca, una de las golpeadas por la crisis. | cedoc

Es cada vez más evidente que el futuro político de la Argentina estará signado por un choque de fuerzas que se sintetiza en los ejes de campaña. La situación económica es el punto débil que está explotando el Frente de Todos, mientras que el oficialismo llama a no volver al pasado, mostrando logros en seguridad, infraestructura, transporte y energía. Nadie aún puede augurar cuál de estas dimensiones calará más hondo.

El Gobierno podrá también exhibir algunos números favorables más cerca de octubre que de agosto, pero la clave es entender de qué estamos hablando. La economía llegaría a las elecciones generales con algo más de un trimestre de recuperación, dejando un promedio anual muy por debajo de 2018. Precisamente nos preocupa el nivel de la actividad. Este lento despegue no es más que el producto recuperando apenas una parte de lo perdido desde la crisis.

De ahora en más, hasta las elecciones se juega el partido relevante que depende de: i) la postura de la política económica, ii) los ingresos reales y el crédito al consumo. Teniendo en cuenta algunos interrogantes que plantea la agenda, no vemos empuje de la inversión ni tampoco de las exportaciones.

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No creemos que la recuperación de los salarios, de existir, pueda compensar la caída del crédito, y en el mejor de los casos la economía se mantendría estable. En tanto, un nuevo episodio de volatilidad cambiaria podría echar por tierra lo poco que se ha venido recuperando. El esquema es de elevada fragilidad.

Ahora bien, si comparamos este escenario con la previa de las elecciones de 2015, los resultados no lucen alentadores para el oficialismo. Algunos trascendidos sugieren que Jefatura de Gabinete les pide a los candidatos oficialistas que “no hablen de economía”. Creemos que hacen bien.

Veamos por qué. Básicamente, el nivel de actividad económica depende del consumo a través de sus determinantes principales: los ingresos reales (netos de la inflación) y el crédito. Ninguno de los dos componentes luce “saludable” cuando los comparamos con la previa de las elecciones 2015. Si tomamos los primeros cuatro meses del año de las elecciones (por una cuestión de disponibilidad en 2019), los resultados son los siguientes:

◆ En 2015, los salarios reales crecían al 2% interanual. Para el mismo período de 2019 caen al 11% interanual.

◆ En 2015, el crédito real al sector privado caía al 4%, y en 2019 cae al 35%, ambos guarismos en términos interanuales.

◆ En 2015, el empleo registrado, el “bueno”, caía al 0,3% interanual. En 2019, lo hace al 2,5% interanual.

◆ La confianza del consumidor crecía al 37% en 2015 y ahora cae al 20%, ambas cifras interanuales.

◆ Los niveles de actividad, medidos a través de estimadores privados, caían al 0,2% interanual en 2015. Ahora lo hacen al 5,2% interanual.

Todo esto redunda en un magro comportamiento del consumo, que a su vez castiga al producto. Ahora bien, esto luce “viejo” y afectado por la base de comparación, todavía muy alta en los primeros meses de 2018.

Respecto de esto último, debemos hacer cuatro observaciones:

◆ La serie comparable del producto, neta de estacionalidad, parece estar recuperando algo del nivel que tenía en agosto de 2018, previo a la última corrida. Eso explica los buenos datos en este tipo de series. En ausencia de nuevos shocks, la serie revierte a su nivel.

◆ Respecto del comportamiento en el segundo semestre, con paritarias al 35% tenemos un piso de 3% mensual de salarios. Teniendo en cuenta que a mayo la inflación acumulada fue de 19% y que proyectamos 41% a fin de año en un escenario de tranquilidad cambiaria, ese sendero implica una inflación promedio de 2,5% mensual entre junio y diciembre de 2019. Los salarios no parecen empujar y representan el 85% de los ingresos reales de las familias antes de impuestos e intereses.

◆ Algo similar podemos esperar para el crédito: no vemos un gran repunte hacia fin de año, teniendo en cuenta que la única relajación fue una baja de 3 puntos de los encajes, lo que equivale a $ 50 mil millones (un cuarto de punto del producto), mientras que el volumen total cae a tasas superiores al 30% interanual. Ahora 12 ayuda, pero llega tarde.

◆ Los datos de desempleo tampoco suman. El nivel es el más alto desde 2016 (10,1%) y se concentra en el conurbano bonaerense (12,3%), donde se radica más de un tercio del electorado nacional.

En resumen, ni la comparación respecto de igual mes del año anterior ni las variaciones mensuales nos permiten ser muy auspiciosos para con la evolución de la economía en la previa de las elecciones, máxime si tenemos en cuenta cómo se llegó a las presidenciales de 2015. Solo observamos la paz del cementerio. Quizás con eso, las dimensiones en las que hay logros para mostrar y algún elemento de marketing político le alcancen al oficialismo. Eso dependerá de la voluntad popular.

Desde nuestro punto de vista, el nivel de actividad no es más que el resultante de la ausencia circunstancial de malas noticias en un programa que fue diseñado a todas luces para buscar la estabilidad cambiaria a costa del nivel de actividad. No es poco teniendo en cuenta el pasado reciente, pero tampoco parece alcanzar. Los números dan ajustados y nadie tiene la justa.