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SIN RIQUELME DIEGO, MESSI Y COMPAiA DECLARARON LA INDEPENDENCIA!

Revolución en la patria PlayStation

Zanetti, Zanetti a toda potencia, click, click, Tevez, click, a Messi, Messi, Messi al arco... gol, golazo. Listo. Messi, Messi hasta el fondo, centro, Tevez, gol. Maxi, Agüero, Maxi, pif, rebote, uy, igual entra: gol. Agüero, Agüero, gol. ¿Quién maneja tan bien a estos tipitos de PlayStation?

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“Ahh... Me encantan estos momentos de calma antes de la tormenta. Me recuerdan a Beethoven.”

Jean Reno en León, el profesional (1994), escrita y dirigida por Luc Besson.

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Zanetti, Zanetti a toda potencia, click, click, Tevez, click, a Messi, Messi, Messi al arco... gol, golazo. Listo. Messi, Messi hasta el fondo, centro, Tevez, gol. Maxi, Agüero, Maxi, pif, rebote, uy, igual entra: gol. Agüero, Agüero, gol. ¿Quién maneja tan bien a estos tipitos de PlayStation? El morocho retacón que está en el banco. Al que todos aplauden. Son ráfagas, entre el tiki-tiki que pretende hacer salir al mar de camisetas vino tinto que se apilan frente al arco, como en bodega. Lo juega hace poco pero le agarró el gustito a la consola. ¡Otra que metegol!

Todo encajaba. El rival sin historia y accesible, el escenario a full y con la gente entusiasmada como hace mucho no se veía, la motivación extra del debut oficial del más grande de la historia como técnico y la presencia de Messi, el mejor de estos tiempos. Ideal. El péndulo vital de Maradona es así: de la tragedia griega a la más brillante comedia de Hollywood, sin escalas. Las cosas, salvo algunas escenas coladas de otra peli mejor, resultaron como en una de Carreras. Estrellas taquilleras con un partenaire berreta, buena recaudación, final feliz.

La 10 histórica para el niño rico con tristeza; el capitán Sparrow de 2, cero conflicto ya sin el voto negativo de Román Cobos, sonrisas políticamente correctas tipo Solá-De Narváez para todos y... tres arriba, y tres abajo en el dibujo. ¡Wow! ¿Es, nomás, tan buen estratega Maradona? ¿O será que aquí, compatriotas, donde un pingüino puede mudarse sin problemas del sur a la pampa húmeda, cualquier cambio de posición termina siendo un trámite menor? ¡Fah! País de campeones.

El pobre Kun Agüero se dio el gusto de salir con el nene a upa en la previa y de hacerle un gol a un señor vestido de arquero que la vio pasar, pobre. No se siente tan cómodo de punta-punta, extraña a su Forlán, quizá. Tevez es esfuerzo, fuerza, entrega y ya. Gago y Mascherano son dos relojitos, Zanetti el tractor de siempre y Verón pide pista en este equipo, a pesar de la inexplicable resistencia de algunos. Jugadorazo.

Bilardo puede sonar balbuceante y obsesivo, pero sabe de este juego y, sobre todo, conoce bien a Maradona. En México ’86 pudo haberlo juntado con Bochini y Borghi, pero no lo hizo. ¿Por qué? Porque comprende su indómito espíritu que necesita siempre ser el único líder, para cumplir con su mandato divino: multiplicar panes, sacar agua de las piedras y hacer girar el mundo a su alrededor, sin competencias perturbadoras. A su lado, el negro Enrique, Burruchaga y Valdano parecían Rivelinho, Gerson y Tostao sin Pelé. Hicieron historia.

Sin el inmanejable Riquelme, con el satánico doctor B refugiado en un extraño segundo plano; con dos simpáticas sombras a su lado –el fiel Lemme y Mancuso, su amigo asalariado–, Maradona se siente otra vez todopoderoso al mando de sus chicos. Por fin liberados de la feroz tiranía románica, no hay más freno para ellos. Y eso –lo indica la sagrada ley maradoniana, amados feligreses de la patria– resultará muy bueno... o muy malo. Lo sabremos pronto, más temprano que tarde.

La ausencia de Riquelme, al final, le hizo bien al equipo. Nada personal tengo en contra del enganche melancólico, al contrario. Negar sus talentos sería de una necedad imperdonable. Nunca ha necesitado, además, del sostén anímico de un grupo. El tipo sale y puede jugar con sujetos que desprecia o a los que ni siquiera les dirige la palabra. Lo único que necesita es que le den el pie que necesita para terminar su guión, siempre a su ritmo. Es un actor de la escuela inglesa; gélido, eficiente y muy profesional. Por el contrario, el estilo Maradona es puro método Stanislavski: De Niro, Keitel, Hoffman, Brando, memoria emotiva a full, desgarro emocional en escena, continuamente al límite. Es difícil combinar ambas escuelas, muchachos. Se matan. Por eso el equipo no extrañó para nada el influjo del infiel renunciador.

Ahora viene otro villano: Bolivia y su impiadosa altura seca pulmones. Un buen enemigo; justo lo que siempre ha necesitado nuestra pequeña deidad resucitada. Quizá ganemos, por qué no. Ojalá. La fe es inescrutable, amigos míos, y en estos tiempos impiadosos sin norte... en algo hay que creer.