SOCIEDAD
924 EJEMPLARES

Cómo son las rutinas de trabajo de ‘animal trainers’ en el Ecoparque

Son 55 cuidadores y 9 supervisores, que planean y ejecutan a diario las rutinas para que los animales colaboren en tratamientos médicos y futuros traslados.

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Rutinas. Con las jirafas, trabajan para que levanten las patas y poderles limar las pezuñas, que no tienen el desgaste suficiente y al hipopótamo pigmeo lo premian tras abrir la boca. | cuarterolo

Afuera, el caos de una ciudad que ni en enero afloja su ritmo. Adentro, un universo donde lo urgente y lo importante se miden con otra vara. En el interior del Ecoparque porteño –cerrado al público desde septiembre pasado, y en medio de los trabajos de reconversión que despertaron polémicas y opiniones (ver aparte)– la vida sigue, y los 55 cuidadores que trabajan supervisados por nueve expertos en comportamiento, y que conviven a diario con los 924 animales que aún están allí –este año, estiman, serán trasladados a otros parques y santuarios unos 370– se ocupan de que estén en condiciones “para mantener sus niveles de comportamiento, controlar sus ansiedades y poder mantener ‘afiladas’ sus capacidades intelectuales”, asegura Florencia Presa, responsable del área de Comportamiento Animal del predio, la única pública en el país que lo hace.

La elefanta Mara tiene 50 años, pero volvió a “entrenar” desde hace casi dos. Todos los días, en diferentes horarios para que evitar que se acostumbren y anticipen las rutinas, sale y busca su alimento entre elementos que se cambian o cuelgan de ramas para que tenga que elevarse.

“Lo que hacemos es training: lo que hacen los ‘bichos’ a través de ese entrenamiento es cooperar, por ejemplo, para un tratamiento médico. Le enseñamos al animal a sacarle sangre sin tener que dormirlo. Las jirafas, por ejemplo, levanan las patas para que se las limen. A través de señas, se les indica y, cuando la levanta, se le da un refuerzo de algo rico”, agrega Presa, mientras el ejemplar macho del predio recibe fruta de un balde cuando logra el cometido. “Se los estimula mentalmente, es un estímulo para ellos. Muchos animales esperan a sus entrenadores, porque hacer los ejercicios los hace sentir bien”.

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Desde este año, además, trabajarán para que los ejemplares que serán derivados puedan ingresar a las cajas de transporte sin trauma, que aprendan a trasladarse, y serán llevados a distintos santuarios en el mundo. Pero en el futuro Ecoparque quedarán varios de ellos: “Los gerontes, por ejemplo, han vivido toda la vida acá y no sobrevivirían en otro hábitat”, explica.

Pero, contrariamente a lo que se cree, no son solo los monos los que más responden a este tipo de “enriquecimiento”, como lo definen allí los responsables de Bienestar animal. “Los animales aprenden todo el tiempo y nos ha pasado que imiten comportamientos que hacen sus cuidadores: la orangutana Sandra escurre trapos de piso, porque ve a sus cuidadores hacer lo mismo”, agrega Presa.    

Los colmillos de los hipopótamos, por ejemplo, crecen todo el tiempo. En la naturaleza se les desgastan naturalmente, entonces se los entrena para que abran la boca, los cuidadores liman los dientes y previenen lastimaduras graves. “Lo más importante es que cuando el animal no quiere entrenar, no entrena; porque si no, se vuelve para atrás”, agregan antes de retomar las rutinas, fieles a las de cualquier entrenamiento que se precie.


Convivir con la ‘casa’ en obra

Es esperanzador ser parte de este cambio. Estaría bueno que se haga en toda la Argentina, no solo acá en Palermo”, asegura Florencia Presa, que, sin embargo, asegura que “no duda” en “levantar la voz cuando vemos que algo de los trabajos no está bien”. “Estamos encima de todas las obras, aunque genere disgusto en quienes están trabajando: nosotros velamos por las condiciones en las que se reacondicionan los exhibidores para adecuarlos a las condiciones que necesita cada grupo de animales”, agrega Guillermo Delfino, jefe del área de Cuidado Animal. Con respecto a la polémica por la supuesta futura concesión de 21 edificios históricos dentro del predio, “no estamos en desacuerdo, siempre que se haga en condiciones en las que los ‘bichos’ no sean perturbados. Cuando fueron creados, los animales se exhibían en cemento y rejas, y hoy ya no tienen razón de ser como jaulas”, asegura Presa.