A la hora de escribir una biografía, Sergio Marchi corre con ventaja. Porque no solo ha tenido la oportunidad de narrar la vida de Charly García (“No digas nada”), de Pappo (“El Hombre Suburbano”) y de Luis Alberto Spinetta (“Ruido de Magia”) sino que también tuvo la suerte, por su profesión como periodista, de haber compartido momentos con cada uno de ellos.
Eso le permitió acceder a lugares inaccesibles para otros mortales. El libro de Charly García le demandó 4 años de trabajo, pero tuvo la complicidad del músico para llevarlo adelante. Para hacer la de Pappo contó con la colaboración de Liliana Napolitano y de Luciano (el hijo del guitarrista) aunque después las cosas se complicaron. Y por último, para encarar “Ruido de Magia”, sobre la vida de Luis Alberto Spinetta, logró acordar con la familia de ‘El Flaco’ que entendieron la importancia del legado del autor de “Muchacha Ojos de Papel”
“Algún tiempo Atrás”, la vida de Gustavo Cerati, su cuarta biografía sobre rockeros argentinos, le llevó tres años de trabajo. Pero se encontró con la negativa de Zeta Bosio y de Charly Alberti y de la familia del cantante de Soda Stereo a colaborar, aunque Laura, una de las hermanas de Cerati, aparece a lo largo de esta biografía de 47 capítulos donde también están presentes músicos, amigos, sonidistas, managers que compartieron la vida de uno los músicos más impactantes de los últimos 40 años en la escena del rock & pop argentino. "Creo que esta fue mi última biografía de estas características -explica Marchi. A los 60, tres años es mucho tiempo y es casi seguro que encare proyectos que me demanden menos y me decida por escribir ficción".
—¿Después de un trabajo de tres años de investigación, en qué momento decidís que el libro está terminado?
—Yo me armó un esquema con una lista de gente a entrevistar, ponés uno, sacás otro. Uno te dice que sí, otro que no. Te encontrás con alguien que te recuerda si hablaste con fulano. Lo que me gusta de los libros es que es mi proyecto. Desde que se me ocurre la idea hasta que le pongo el punto final y lo entrego es mi proyecto. Después vendrá el editor, pero es algo que uno hace solo.
—¿Tu profesión como periodista y de haber sido contemporáneo de los cuatro artistas te facilitó el camino?
—Me dio la posibilidad de establecer ciertas coordenadas que te permiten que no te vendan pescado podrido. Lo mío no es una búsqueda, sino que voy encontrando. Si hablamos de Pappo ya sabemos cuál es su historia. Tocó con Los Gatos, estuvo en Riff, fue solista. Ahora, cuando empezás a investigar bien, te das cuenta de que alguien te tira algo que te despierta otra cosa que se asocia con otra. En todo ese proceso neuronal, digamos, te encontrás con cosas que no habías pensado. Por eso digo que no busco sino que encuentro. Pero no es que me quedo esperando. Hay que laburar.
—¿Qué tienen en común Pappo, Charly, Spinetta y Gustavo Cerati?
—Los cuatro son rock. Por más que digan que Cerati es pop, el rock y el pop van de la mano. Los cuatro son cantantes, instrumentistas, compositores. Son artistas completos. El único prodigio de este cuarteto es Charly García, porque tuvo esas características desde chico que se rebela precozmente y que tiene un talento inusual. Después Pappo tenía talento, pero laburó mucho y sabía que quería tocar la guitarra. Spinetta lo mismo. Nunca fue un virtuoso. Pero siempre fue un inquieto y con mucha cabeza. Y Gustavo igual. Un músico perseverante y obsesivo. Ahí sí tiene puntos en común con Spinetta.
—¿Podría decirse que Gustavo Cerati fue el último exponente de esa generación conocida como rock?
—Creo que va a haber más exponentes de rock. El rock dejó ser lo que era y el mercado puso un montón de otras cosas al lado. Está la cumbia, el reggaeton, el trap. El rock tuvo una baja porque toda manifestación artística tiene su período de oro y su decadencia.
—¿El cantante solista de rock parece haber desaparecido, Fito Páez todavía convoca multitudes, pero ese espacio parece haberlo ocupado esta nueva generación de artistas como Wos o Trueno?
—Pero eso no es rock. Vienen del género del hip hop y son otra cultura. No son el nuevo rock and roll. El tiempo dirá si como artistas perduran en el tiempo.
—Uno tiene en la memoria que la aparición de Soda Stereo fue como explosiva. ¿Fue tan así?
—Es que lo mucha gente cree. Pero ellos venían trabajando muchísimo en discotecas que estaban de moda. Y aparecieron en e1983 cuando en la escena del rock post Malvinas sonaban “Clics Modernos” de Charly García y “La Dicha en Movimiento” de Los Twist. Y como esos discos vendían muchas copias, las discográficas se preguntaron: ¿Dónde hay más de esto? Y ahí estaba Soda Stereo que cuando se juntaron con el Gordo Martínez (NR: histórico productor de rock) les pidió que hicieran temas de los Teen Tops. Gustavo se le paró de manos y le dijo que tenían sus propias canciones. Y ahí es donde aparece Carlos Rodríguez Ares, que era productor, y para él Soda era un buen acompañamiento para Virus que estaban en su productora. Y es ahí donde se rompen los prejuicios del rock argentino. Federico Moura fue muy importante en ese cambio.
El primer disco de Soda explota con Sobredosis de TV. Pero el que la ve es Oscar Sayavedra (NR: coordinador de producción del grupo), que propone que ese sea el corte de difusión que entra como una tromba en las discotecas de San Miguel, Temperley, Lanús, Avellaneda. Había un circuito que una banda chica podía recorrer. En Pinar de Rocha la rompían.
—¿Qué paso en el medio para que una banda que tocaba en el conurbano bonaerense se transforme en el grupo de rock más popular de Latinoamérica?
—Lo que pasó fue Alberto Ohanian. Él manejaba la carrera de Piero, Los Enanitos Verdes, David Lebón y había tenido a Spinetta. Cuando Ohanian viaja con Piero, que era muy conocido en Latinoamérica, quiso meter a otras de sus bandas. Recorre Ecuador, Perú, Colombia, México, pero le va muy mal. Luego tuvo la suerte de dosis necesaria de alguien que encara un proyecto. La misma que tuve yo cuando arranque con Charly. Ese fue mi golpe de suerte.
—¿Cuándo Soda empieza a tener un éxito masivo, comienzan las dificultades internas por la cuestión de los derechos de autor?
—El problema era que ni Charly Alberti ni Zeta Bosio componían. Por ahí enriquecían algo y Gustavo les daba el derecho de autor, pero no todo lo que ellos querían. Gustavo con el tiempo empezó a controlar cada vez más todo. Empezó a grabar solo con una porta estudio y llevaba los temas armados a la sala. Ese es un punto que solo ellos tres conocían y de cuánto aportó cada uno en cada tema. Pero me da la impresión que ni Zeta ni Charly fueron decisivos. Viendo lo que hizo Gustavo durante Soda y lo que pasó después, creo que está muy claro. El 90 por ciento de Soda era Gustavo.
—¿Crees que ese conflicto influyó para que Zeta y Charly Alberti no hablaran en tu libro?
—Ellos no hablaron porque entiendo que se dijeron: ‘No le contemos a nadie lo que sabemos por qué es la última carta que tenemos’. Los conozco de toda la vida. No hubo mala onda. Entiendo perfectamente su postura. Pero me hubiera gustado tenerlos como material de consulta sobre algunos temas porque así hubiera sido más pareja la balanza.
—¿Salvo Laura, una de las hermanas de Gustavo, el resto de su familia no quiso participar?
—Cuando yo hago un libro de este tipo, lo primero que hago es hablar con la familia y plantearle el proyecto. Con la familia de Pappo la cosa comenzó de una manera y terminó de otra. Al principio el hijo quería y su hermana Liliana no. Después la hermana accedió y Luciano cambió de opinión y me terminó insultando. Con la familia de Luis Alberto Spinetta hubo un acuerdo. Ellos entendían la importancia del legado de su padre y estaban convencidos de que yo entendía eso. Y así, entre todos, armamos su historia. En el caso de Gustavo entendí que no era el momento para ellos. Todos me escucharon, pero no se pudo avanzar. Y después a Laura le dieron ganas de estar porque se dio cuenta de que estaban todos. Yo no quise forzar ninguna situación. Laura me abrió una puerta, yo entré.
—¿Los últimos años de Gustavo fueron muy intensos y su problema de salud parecería que pasó a un segundo plano para él?
—Él estaba muy pleno y sin las ataduras del pasado. Por los antecedentes de salud que tenía debería haber hecho una dieta estricta por el resto de su vida. Y eso, a los 46 años, que fue cuando tuvo la tromboflebitis, fue una cárcel muy difícil de soportar.
—¿Si tuvieras que hacer una playlist de Soda Stereo y otra de Gustavo Cerati, qué temas elegirías?
—De Soda Stereo Signos, En Remolinos y Sueles dejarme Solo. Y de Gustavo, Tabú, Medium y Déjà vu.
ff