CIENCIA
cumbre del clima de paris

Firman un histórico acuerdo global contra el cambio climático

Los 195 países reunidos desde hace dos semanas en Francia logran un tratado ‘legalmente vinculante’ para limitar el aumento de la temperatura del planeta.

Festejo. La secretaria de la Unfccc, Christiana Figueres, el secretario de la ONU, Ban Ki Moon, el presidente de la COP21 Laurent Fabius y el presidente francés François Hollande.
| Gentileza cop21
AFP
Un histórico acuerdo mundial contra el cambio climático fue aprobado ayer por 195 países en una conferencia cargada de emoción en París. Seis años después de la fallida Conferencia del clima de Copenhague, la comunidad internacional demostró que tomó conciencia de un problema que amenaza la vida en el planeta. “Miro a la sala”, dijo rápidamente el canciller francés Laurent Fabius. “No oigo objeciones: el Acuerdo de París sobre el clima queda aprobado”, añadió con nerviosismo, antes de pegar un martillazo, como manda la tradición. Los asistentes irrumpieron en vítores y aplausos.
El acuerdo de París reemplazará a partir de 2020 al actual Protocolo de Kioto y sienta las bases para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, más importante aún, para empezar a soñar con un mundo sin combustibles fósiles. Dos semanas de negociaciones, conducidas con maestría por la diplomacia francesa, llevaron a un resultado que plantea enormes retos para el sector energético, pero al mismo tiempo grandes oportunidades para los que apuesten por las energías limpias.
El texto, de cuarenta páginas en castellano, vincula la suerte de las grandes potencias emisoras de gases de efecto invernadero, como Estados Unidos y China, a la de las pequeñas islas del Pacífico amenazadas por la subida del nivel de los océanos. Los países industrializados, responsables históricos del problema, deberán ayudar financieramente a los países en desarrollo.Las potencias emergentes que lo deseen podrán añadirse también, pero de forma voluntaria.
Todos los países se comprometen a controlar mutuamente sus planes de reducción de emisiones (INDC), con revisiones quinquenales a partir de 2023. El objetivo es que esas emisiones, principales responsables del calentamiento del planeta dejen de aumentar “lo antes posible” y luego se reduzcan “rápidamente”, aunque sin fijar porcentajes ni plazos, como querían los países más resueltos. Para la segunda mitad del siglo, queda el objetivo aún más ambicioso: lograr un equilibrio total entre las emisiones de gases de efecto invernadero y las acciones para contrarrestarlas.
El texto propone limitar el aumento de la temperatura del planeta “muy por debajo de 2º C con respecto a los niveles preindustriales”, y “seguir esforzándose por limitar el aumento de la temperatura a 1,5º C”. Eso satisface tanto a los países emergentes, que no quieren comprometer su desarrollo económico, como a los países más vulnerables a los desastres meteorológicos.
Los países en desarrollo recibirán 100 mil millones de dólares “como mínimo” a partir de 2020, una cifra que sería revisada “a más tardar” en 2025. Esa era una exigencia que tiene su origen en la fallida Conferencia de Copenhague, y que une a todos los países en desarrollo sin excepción. Pero esa parte clave queda fuera del “núcleo duro” del texto, y es situada en el capítulo de decisiones, para evitar entre otros los obstáculos del Congreso estadounidense, en manos de los republicanos.
El texto fue aprobado por consenso, no sin forcejeos diplomáticos de última hora. Nicaragua fue la nota disonante. “Nicaragua no acompaña el consenso”, dijo su negociador, Paul Oquist, quien calificó de “antidemocrático” el procedimiento que llevó a la aprobación del acuerdo. Pero todos los demás, incluso otros duros negociadores como Venezuela, mostraron su satisfacción por un éxito que su delegada Claudia Salerno calificó de “revolucionario”. El acuerdo “es una victoria tremenda” dijo el secretario de Estado norteamericano, John Kerry, mientras que en las calles de París marchaban miles de ecologistas