Un viejo fantasma recorre la Argentina macrista: el fantasma del antiperonismo.
La historia como ilusión. Parecía una cuenta saldada entre fines del siglo XX y principios del XXI, el abrazo Perón-Balbín, la renovación peronista tras la derrota electoral de 1983 de la mano de Antonio Cafiero, el menemismo abrazando el Consenso de Washington y mejor alumno del FMI, el rescate duhaldista del país en llamas poscrisis 2001 y la gestión de gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007): superávits gemelos, pago de la deuda externa y baja del cuadro de Videla. Sonaba a lo mejor de ambos mundos, el material y el simbólico. Se debe recordar que Néstor Kirchner llegó en sus días a superar el 70% de imagen positiva.
Sin embargo, durante el segundo gobierno de Cristina comienza a aflorar un fuerte rechazo al kirchnerismo desde algunos sectores que parecían bien delimitados: clases medias altas acomodadas de los centros urbanos, y en general personas mayores de 60 años. El cepo cambiario con la imposibilidad de comprar libremente dólares parecía ser el detonante del rechazo. También el 54% en la elección de 2011 y la desaparición virtual de toda oposición organizada parecían fortalecer la visión de los ultras: Cristina eterna.
El juego de la polarización funciona dialécticamente, el desafío termina en la construcción de una oposición que tiene posibilidades de ganar en las urnas si confluye en algún liderazgo, por endeble que sea: “Hay que derrotar al enemigo, después se ve cómo se gobierna”, fue la consigna. “Si quieren tomar decisiones de gobierno, formen un partido y ganen las elecciones” la frase dicha por Cristina Kirchner en abril de 2011, y que adorna el pabellón de las profecías autocumplidas.
Silencios y gritos. Con el triunfo de Mauricio Macri en 2015, las expresiones negativas que parecían circunscriptas a un odio personal con la ex presidenta se comienzan a expandir hacia todo el universo peronista. En este punto hay que recordar la frase de Elisabeth Noëlle-Neumann cuando define la opinión pública como “aquella que puede ser expresada en público sin riesgo de sanciones”. Si el nacionalismo, la religión y hasta el racismo son fuerzas latentes en algunas sociedades, bajo determinadas circunstancias pueden emerger como hegemónicas, lo mismo puede plantearse para el antiperonismo, que resulta una forma ideológica que bajo el macrismo puede expresarse sin riesgo de sanciones sociales.
En este sentido, Mauricio Macri y su equipo de discurso no pueden evitar nutrirse del “nuevo” antiperonismo. Si en sus primeros discursos el énfasis estaba puesto en la pesada herencia y el karma K, en sus últimas apariciones pasa a compartir el diagnóstico de que viene a cambiar la historia negra de la Argentina que se remonta a setenta años atrás. Es decir, se refiere al año 1948 como el origen de todos los males del país. En ese año gobernaba Juan Perón, el mejor Perón.
Peronia. La caracterización del peronismo que se realiza desde el antiperonismo y que domina las redes sociales no suele basarse en datos ni historiografía rigurosa; sin embargo, pueden resumirse los cimientos de ese país imaginario llamado Peronia en el siguiente decálogo:
1. Todos los problemas del país son culpa del peronismo.
2. Está basado en mentiras y engaños.
3. Son un grupo que saquea las arcas del país, malgastando los recursos que en cada etapa sobraban (los lingotes de oro en el primer gobierno peronista, las reservas del Banco Central en el kirchnerismo).
4. Les dan a los pobres ayudas bajo diversas formas que no se merecen o no se han esforzado para conseguirlas, castigando al contribuyente honesto que paga todos sus impuestos, eliminando la “cultura del trabajo”.
5. En Peronia los impuestos suben hasta asfixiar al ciudadano honesto para poder financiar la “fiesta” del consumo de los pobres.
6. Utilizan a los pobres para extender el dominio como camarillas enquistadas en el poder.
7. Son violentos, autoritarios, antidemocráticos, incluso golpistas contra gobiernos no peronistas.
8. Son ladrones por antonomasia.
9. Aíslan al país acercándolo a las naciones más cerradas del planeta (en cada etapa podría ser Venezuela, Cuba, Argelia, Libia, etc.).
10. Buscan imponer su ideología a la gente “sana”, que incluye niños y adolescentes.
Ciertos analistas intentan explicar esta guerra ideológica de baja intensidad en base a que los modelos “populistas” se apoyan en los pobres, buscando integrarlos a la sociedad, empoderándolos con ayudas materiales o simbólicas. Este acento en los pauperizados debilita la estructura social jerárquica, acercando “peligrosamente” a los pobres a las clases medias urbanas, igualación rechazada por quienes se sienten afectados.
Siguiendo esta explicación, mientras las clases medias suelen construir sus aspiraciones de estándar de vida mirando hacia las clases superiores, comienzan a observar que los “de abajo” compiten con ellas por los recursos, ahora amparados por las políticas públicas.
De esta forma, una persona de clase media baja planteaba en focus groups su indignación porque la obra pública estatal estaba construyendo la red cloacal en la villa de enfrente de su casa, mientras ella misma no poseía ese servicio. Debe señalarse que durante el primer peronismo (1945-1955) los excluidos eran los obreros caracterizados con las patas en la fuente de Plaza de Mayo y nombrados habitualmente como “cabecitas negras” o “descamisados”, en palabras de Eva Perón. En cambio, hoy los excluidos son quienes están fuera del sistema productivo y suelen vivir en los márgenes de los centros urbanos (villas, asentamientos y similares).
Otra explicación complementaria hace foco en un impulso irracional llamado “aporofobia”. Este término significa el rechazo, miedo o aversión a los pobres y fue la palabra del año en 2017 para la Fundación del Español Urgente (Fundéu), y que no tuvo la difusión de otros términos propios de la época como posverdad o fake-news.
Esta curiosa palabra también hace mención al rechazo a los inmigrantes, pero según explica la propia Fundéu “esa aversión no se produce por su condición de extranjeros, sino porque son pobres”.
Imposible. Si durante el siglo XX la ilusión de las naciones era el logro de un crecimiento de la economía que integrara a la sociedad con una movilidad ascendente, hoy esto parece quimérico y hasta inadmisible.
La fractura social está generando movimientos políticos que se referencian de un lado u otro del abismo, abandonando las expresiones políticas globalizantes que buscaban representar a muy amplios sectores de clase media y baja, y extender la riqueza hasta los márgenes sociales.
*Sociólogo (@cfdeangelis).