El 4 de noviembre, el día de las elecciones en los Estados Unidos, estuve por casualidad en Los Angeles. A las 8 pm hora local, cuando cerraron las últimas mesas, me encontraba en lo de Thom Andersen, un profesor universitario y cineasta independiente. Andersen es, casi hasta la caricatura, el típico liberal/radical americano, alguien que jura por la memoria de Franklin Delano Roosevelt y, en esta ocasión, había hecho un pacto suicida con su mujer: si no ganaba Barack Obama, los Andersen pensaban matarse para no tener que soportar otros cuatro años de barbarie republicana. Al menos, así se lo dijo a los amigos reunidos en su casa, que respiraron doblemente aliviados cuando la televisión pintó de azul los tres estados de la costa oeste que le aseguraban la victoria al candidato demócrata.
Casi en las antípodas estéticas y profesionales de Andersen se encuentra Alexander Payne, un director de Hollywood en carrera ascendente. Después del éxito de su última comedia, Entre copas, prepara ahora un proyecto de 75 millones de dólares. Me encontré con Payne a la tarde de ese mismo día y me contó que había conocido a Obama en una de esas cenas para recaudar fondos, en este caso bajo el lema: “Griegos con Obama” (el verdadero nombre de Payne es Papadopoulos). A los postres, el futuro presidente se acercó a saludarlo y Payne le dijo algo así: “No deje que lo tilden de elitista como si haber estudiado en Harvard fuera un delito. Usted representa a muchos como yo, los que salimos desde la nada y nos matamos por tener una formación”.
Un tercer cineasta, Michael Moore (no estuve con él el 4 de noviembre) declaró una vez conocido el resultado de la elección: “Por suerte, esta vez vamos a tener un presidente inteligente”. Siempre me llamó la atención que los intelectuales americanos desearan la presencia de un par en la Casa Blanca. Sobre todo frente a muchos intelectuales argentinos, que aprecian menos la formación y la cultura en un presidente que su capacidad para ejercer la autoridad sin escrúpulos. Uno llega a pensar que, para ellos, George Bush sería un modelo más admirable que Obama.
*Periodista y escritor.