El 10 de enero se posó sobre mi correo electrónico un texto del señor Federico Morgenstern, titulado “Querido Mundo”. Leí: “… entiendo que estés molesto con nosotros los judíos, y sobre todo desde que tenemos Israel”. Se refería a la ofensiva israelí sobre la Franja de Gaza: “…hoy te molesta la represión a los palestinos. Mucho antes hemos molestado a los señores feudales, a los cruzados, a los reyes de España, a la Iglesia Católica de Roma, a Martín Lutero, a todos los gobernantes de Europa, al pueblo alemán... Fue debido a que nos sentimos molestos por molestarte, que decidimos establecer un Estado judío. Entretanto, y siendo apenas el 0,02% de tu población, te dimos más del 20% de los premiados con el Nobel. Aparentemente, querido Mundo, sos muy difícil de complacer. Nunca antes te habías mostrado tan interesado por la suerte de nadie como por la de los palestinos. ¿Por qué esta solidaridad cuando se enfrentan con Israel? ¿Por qué, querido Mundo, tus prestigiosos intelectuales comparan el Holocausto con un levantamiento armado que en dos años ha causado más de mil víctimas israelíes? Estás muy enojado porque no renunciamos a las tierras ganadas en 1967, a las que accedimos venciendo con nuestra sangre a la agresión de todo el mundo árabe. Ponete por un momento en la piel de un judío. El mismo odio, el mismo grito que oímos hoy: ¡Itbaj-el-iahud! (‘¡masacrar a los judíos!’), fueron escuchados muchas veces. Luego de la Conferencia de Evian, en 1938, cuando la mayoría de los países puso excusas para no recibirnos, Chaim Weizmann, el primer presidente de Israel, dijo con tristeza: ‘El mundo parece estar dividido en dos partes: una donde los judíos no pueden vivir y la otra donde no pueden entrar’. Ahí aprendimos que dependemos de nosotros mismos. Todas aquellas matanzas, todo aquel viejo antisemitismo, toma hoy la forma de antisionismo donde subyace la misma judeofobia de siempre. Pero no lo dudes, haremos todo lo posible para permanecer en nuestra propia tierra. En cualquier caso, Mundo, si te molestamos, acá hay un judío al que no le importa”.
El 11 de enero le envié una respuesta: “¿Y qué pasa, señor Morgenstern, con un individuo al que lo consternan las matanzas en Gaza, y le sucede lo mismo con el Holocausto, con el exterminio del pueblo armenio, con los niños de Sierra Leona, con el aplastamiento en el Tíbet? ¿Qué pasa con un individuo que lee a Primo Levi, a Semprún, a Agamben, a Assouline, tratando de entender lo que no debe suceder nuevamente? ¿Qué pasa con quien puede decirle de corrido lo que les hicieron los ‘nacionales’ a los judíos republicanos? ¿Forma parte de ese mundo que se calló desde Versailles hasta la Segunda Guerra ante lo que pasaba en Alemania? ¿Puedo sentirme molesto, pero no debo criticar una decisión del Estado de Israel? El Estado de Israel no es el pueblo judío inmemorialmente supliciado. Ni es el heredero de lo que no se hereda, de lo que por su excepcionalidad no tiene heredero. Sólo por eso puede dar la espalda a lo que de otro modo sería su herencia: las mejores enseñanzas humanistas de Spinoza, Kafka, Arendt, y miles de otros que nunca usarían el argumento de que los palestinos se escudan detrás de sus hijos. Baremboim también es judío, y Chomsky, y Juan Gelman. Lo que opino es que esta carnicería debe cesar”.
11 de enero; Morgenstern: “… convengamos en que la inmensa mayoría de los críticos de Israel no son humanistas a su modo y que el doble estándar al cual se somete a Israel es evidente. Las críticas equiparándolo con el régimen nazi serían risibles si no fueran demenciales y peligrosas. Sabemos que los árabes israelíes gozan de mayores derechos en Israel que en cualquier otro país de Medio Oriente. Además, ¿qué guerra es proporcional? Si yo le pego a Tyson un codazo en la nuca mientras él mira para otro lado, obviamente me va a moler a trompadas después. Si saben que Israel tiene el poder bélico que tiene, ¿para qué tiran misiles a través de los años a una población civil desarmada? A la mayoría de la gente no le pido que discrimine entre una foto de un chico ensangrentado y un contexto histórico y político-militar complejo, pero a usted se lo exijo. A usted le pido que no sea un homo videns más, sino el homo sapiens que debe ser. ¿Es un invento que los palestinos se escudan detrás de sus hijos? ¿Algún otro ejército en la historia tomó tantas precauciones para minimizar las bajas civiles del otro bando? Se les dio Gaza hace más de tres años y lo único que hicieron fueron túneles para ingresar armas. No logro explicarme por qué no fueron capaces de construir refugios para la población civil, como en Ashdod o Sderot o Ashkelon. ¿No será que les interesa que muera la mayor cantidad de mujeres y niños posibles? No le escuché a usted decir nada respecto de los miles de misiles que cayeron en Israel”.
12 de enero; Bielsa: “… quizás habría que comenzar por una pregunta: ¿cuál es, según su modo de ver, una solución para el conflicto, algo que sea diferente de echar una de las fuerzas armadas mejor equipadas de la Tierra encima de los millares de personas que viven en la Franja de Gaza y que votaron mayoritariamente por Hamas? Sólo pido algo distinto de lo que dijo John Bolton: ‘La opción de los dos Estados es imposible’. No hay diferencia entre Bolton y Hamas, salvo la vereda en la que se colocan. Si la tesis consistiera en que Israel fue provocado para que pasara lo que está pasando, y que Mahmoud Ahmadinejad, Bashar al-Assad, Al Qaeda y decenas de personas y grupos añadidos se están frotando las manos, la pregunta sería: ¿por qué cae en la trampa Israel? ¿Por qué en este momento? ¿Maimónides es comparable con Benjamín Netanyahu? ¿Hannah Arendt con Tzipi Livini? ¿Los de ahora han heredado las mejores tradiciones o la peor lectura de la experiencia? Ashdod o Sderot o Ashkelon no tienen punto de comparación con Jabalya. Vea las fotos”.
12 de enero; Morgenstern: “…tengo conocidos en Sderot que me cuentan cómo es vivir allí. Para el resto del mundo tal vez sea aceptable que un judío tenga que vivir así y si tenemos que esperar que la civilización occidental y las Naciones Unidas hagan algo para protegernos, el final está cantado. El Estado de Israel es un país como los demás que tiene derecho a contraatacar cuando es atacado. Nuestro deber no es solamente recordar a los muertos, sino proteger a los vivos. ¿Spinoza o Arendt dejarían que la lluvia de misiles palestinos les caiga encima sin hacer nada? ¿Lo considerarían ‘humanista’ los habitantes del sur israelí?”.
Epílogo efímero. Barenboim, en la Argentina, agosto de 2004, homenaje del Centro Islámico local: “… no me puedo imaginar un centro islámico, no sé, en Inglaterra o en Alemania, que tenga este gesto (…) y los felicito a ustedes y me felicito a mí mismo y a todos, de que esta característica sea parte de la Argentina. Esa es la primera razón por la que me conmueve mucho estar aquí hoy y que me honren de esta forma”.
Si hay que recordar, recordémoslo todo.
*Ex canciller.