Durante años, la del Presupuesto fue considerada la Ley de Leyes, el acto político nato del Gobierno, porque fijaba sus prioridades para el año entrante. Las circunstancias que rodearon la presentación del ministro de Economía en el Congreso hacen que nadie discuta hoy que la visión oficial de la economía es obsesivamente política, como vehículo de conseguir más votos y de tener un respaldo para repartir fondos orientados a sembrar simpatías y obediencias. Lo que sí cuesta es despegar toda esta contaminación de las facetas “técnicas” que conlleva la política económica, todavía más difícil en plena época electoral.
El primer llamado de atención corrió por cuenta de la coyuntura internacional. Así como en un pasado fue el principal motor de la fuerte expansión de la economía K, también hoy es su desafiante. No hay dudas de que la crisis inducida en el mercado inmobiliario de los EE.UU. ya esparció sus efectos en aquel país y en Europa. Los picos que han alcanzado el oro (casi US$ 740 la onza) y el petróleo (pasando los US$ 82 el barril) son elocuentes en lo que respecta a la naturaleza de esta crisis: por primera vez en mucho tiempo, las economías emergentes son menos vulnerables.
El euro rompiendo la barrera de US$ 1,40 alcanzó el pico de su cotización. Las pizarras de los principales productos argentinos de exportación no se movieron, por lo cual no se erosionará la base imponible clave: las exportaciones.
La debilidad relativa del dólar también se verificó luego de las jornadas en las que el BCRA intervino confirmando la existencia de una flotación sucia con bandas cada vez más estrechas (hoy en $ 3,10/$ 3,20 por dólar), aunque jaqueando los objetivos que la candidata presidencial se plantea para iniciar en su período; hasta 2006, sostener la divisa con la colocación de bonos era posible; por el superávit fiscal primario que permitía pagar la deuda refinanciada y la calma en los mercados. El superávit se fue limando, la deuda se coloca cada vez con mayor dificultad y la urgencia electoral tira de la demanda de fondos para pasar el test en las urnas. El mes que resta para las elecciones será de malabarismo financiero para posponer los retoques.
El ocupante. Ya se descuenta que el próximo ocupante del Palacio de Hacienda deberá moverse en tres direcciones, ahora puntos vulnerables. Primero, erradicar la “sensación” de haber caído en un proceso de suba de precios. Mario Blejer, ex presidente del BCRA, actual funcionario del Banco de Inglaterra y candidato a ministro cristinista, no pudo eludir el bulto: “Es probable que la inflación esté alrededor de los dos dígitos”, afirmó, cuando todos apuestan a ver si pasa el 20% anual, y propuso “recrear la credibilidad de las cifras de medición”.
Esto es, dar marcha atrás con la intervención política al INDEC, interviniéndolo de vuelta. La otra brasa caliente son las generosas transferencias al transporte y la energía, que consiguieron mantener a raya los precios mientras distorsionaron el sistema de precios relativos y los incentivos a la inversión. Ahora, cualquier merma sabe a miel para la caja estatal.
Otro desafío es la creciente ebullición sindical, que estableció barreras entre sectores económicamente irracionales pero de una coherencia política irrefutable: el poder de negociación. Ahora van por el botín estatal, el sector más postergado y que hará añicos cualquier intento provincial por equilibrar sus cuentas.
Las provincias, que habían salido de sus rojos crónicos, evaporaron los frágiles superávits al ritmo de las subas salariales, empezando por la provincia de Buenos Aires. Daniel Artana, de FIEL, calcula el superávit primario en 2,4% del PBI, incluyendo los aumentos de jubilaciones y asignaciones familiares, y en el mínimo no imponible de Ganancias. El Gobierno hasta contó como ingresos los pases al sistema de reparto, cosa que no se repetirá en 2008. Y además deberá refinanciarse parte de la deuda pública. Aun contando con la ayuda bolivariana, que sólo esta semana pudo colocar US$ 1.200 millones del Bono Sur, de Boden 2015 y del TICC venezolano, en lugar de los US$ 1.500 millones originales. Como frutilla del postre, mientras varios se van probando la banda ministerial, el protagonista excluyente de los vapuleados 90 salió al ruedo. Domingo Cavallo utilizó el escenario de la Fundación Mediterránea para descalificar la política económica de Néstor Kirchner. Un revulsivo para un gobierno que utiliza el “antiguo modelo” para defender propuestas o, como ocurrió con Miguel Peirano, para eludir el debate del Presupuesto. Y una palabra maldita sigue acechando: el ajuste.