FRANKFURT – La semana pasada, el gobierno del recientemente electo presidente Mauricio Macri lanzó un osado plan para revitalizar una economía mascullada y atormentada, infectada con inflación alta. En tiempos de crisis desalentadoras, no se debe subestimar la importancia de este movimiento, no sólo para Argentina sino también para otros países, donde los líderes observan con atención buscando pistas para saber cómo lidiar con los problemas de sus propias economías.
Gracias a años de una mala administración de la economía, la Argentina lleva décadas de bajo rendimiento. Los gobiernos anteriores buscaron evitar las políticas difíciles y empeoraban problemas fundamentales implementando controles ineficientes. La reciente caída en los precios de las commodities exacerbó la situación y agotó el crecimiento que le quedaba a la economía. En teoría, los gobiernos en estas situaciones tienen opciones básicas para contener la crisis para luego implementar medidas que resulten en revigorizar el crecimiento:
- Agotar las reservas financieras y riquezas que hayan sido acumuladas durante momentos en los que la economía estaba mejor.
- Solicitar préstamos a entidades internas o del exterior.
- Recortar el gasto público directamente y crear incentivos para inducir la baja en el gasto del sector privado.
- Generar ganancias a través del aumento de impuestos y tasas, y ganar más del exterior.
- Utilizar el mecanismo de precios para acelerar ajustes en todos los niveles de la economía, así como también en las interacciones comerciales y financieras con otros países.
A través de cuidadoso diseño y orden en la ejecución, estas cinco medidas pueden ayudar a no sólo lidiar con los problemas económicos y financieros inmediatos sino también crear las condiciones para lograr un mayor crecimiento, estimular la creación de puestos de trabajo y generar estabilidad financiera en el largo plazo.
En la práctica, sin embargo, los gobiernos suelen enfrentar complicaciones que evitan la efectiva implementación de estas medidas. Si los que generan las políticas no son cuidadosos, hay dos problemas que pueden potenciarse entre sí y arrojar la economía al precipicio.
El primer problema surge cuando factores específicos, reales o percibidos, bloquean opciones del menú de ajuste. Algunas medidas pueden estar ya agotadas: puede que el país ya no tenga riqueza o reserva alguna para gastar, y puede haber una falta de entidades dispuestas a prestarle dinero a ese país. Otras medidas, como por ejemplo los ajustes fiscales, deben implementarse con mucho cuidado para evitar destruir el objetivo de crecimiento.
El segundo problema es la elección del momento oportuno para cada paso, y los gobiernos se encuentran en aprietos cuando deben asegurar que las medidas entren en efecto en la secuencia correcta. Una implementación efectiva requiere de una comprensión de las características particulares de las interacciones económicas y financieras. Y todo esto debe ser coordinado de cerca en la búsqueda de reformas del lado de la demanda que promuevan un crecimiento robusto, duradero e inclusivo.
En este punto, el abordaje del gobierno de Macri es una excepción histórica. Macri tomó la presidencia haciendo ruido con el lanzamiento de una estrategia audaz, y altamente arriesgada, que incluye agresiva liberación de precios y eliminación de controles cuantitativos, respaldados por cinco medidas relacionadas con la gestión de la demanda y la asistencia financiera. Ya han sido eliminados la mayoría de los impuestos a la exportación y los controles a la moneda, se recortó el impuesto a las ganancias y se liberó la tasa de cambio de la moneda, lo cual llevó a una inmediata depreciación del peso del 30%.
Históricamente, pocos gobiernos han perseguido esta secuencia, y con mucho menos fervor, de hecho, la mayoría de los gobiernos han dudado, en especial en lo que se refiere a la liberación total de la moneda. Aquellos gobiernos que han adoptado medidas similares, usualmente lo han hecho después, o al mismo tiempo con, una inyección financiera y esfuerzos para limitar la demanda.
La razón está clara: al tomarse su tiempo para generar el contexto de liberación, los gobiernos esperan limitar el salto inicial en los precios debido a la inflación, y así evitar un espiral negativo de precios versus salarios y contener la huida de capitales. Se preocupan porque, si surgen estos problemas, arruinarían las medidas de reforma y erosionarían el apoyo social necesario para continuar presionando.
Para revivir la economía argentina de manera duradera e inclusiva, el gobierno de Macri necesita actuar rápido para movilizar la asistencia financiera externa de gran escala, generar recursos internos adicionales e implementar reformas estructurales profundas. Si logra esto, la osada estrategia económica de la Argentina se convertirá en un modelo para otros países, tanto en la actualidad como en el futuro. Pero si el abordaje falla, ya sea debido a una secuencia incorrecta de acciones o al surgimiento de insatisfacción popular, otros países se volverán aún más reticentes a eliminar los controles y liberar completamente sus monedas. La confusión política resultante podría ser mala para todos.
* Presidente del Consejo de Desarrollo Económico de la Casa Blanca.
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