COLUMNISTAS
asuntos internos

El germen de una obra maestra

La semana pasada estuvo de vacaciones en Buenos Aires la periodista chilena Ana María Sanhueza, editora de The Clinic. La conocí en enero de 2006, en Cartagena de Indias, Colombia, cuando coincidimos en un taller de crónica que dictó la mexicana Alma Guillermoprieto en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.

Tomas150
|

La semana pasada estuvo de vacaciones en Buenos Aires la periodista chilena Ana María Sanhueza, editora de The Clinic. La conocí en enero de 2006, en Cartagena de Indias, Colombia, cuando coincidimos en un taller de crónica que dictó la mexicana Alma Guillermoprieto en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. Allí pasamos juntos una tarde entera con Gabriel García Márquez, su afición al whisky y su sordera incipiente, que transformaban buena parte de nuestros diálogos en interlocuciones algo surrealistas. También allí, luego de perseguirlo por largos minutos, ella consiguió lo que buscaba (una foto del Premio Nobel leyendo el periódico chileno en que trabaja) y yo lo mío (una dedicatoria en la primera página de El coronel no tiene quien le escriba).

Sanhueza comenzó trabajando en la sección judiciales de un diario cuando tenía poco más de veinte años, y logró que un ex agente pinochetista pidiera perdón por sus crímenes (había asesinado, de un tajo en la garganta, a un dirigente sindical), lo que más tarde se convirtió en uno de los primeros grandes escándalos de la postdictadura. Luego de eso, pasó por algunas redacciones hasta llegar a The Clinic, el periódico más incorrecto y leído de Chile, que empezó como una versión trasandina de nuestra revista Barcelona y que desde hace ya algún tiempo viró, sin dejar de lado el humor cáustico, al periodismo de investigación y la publicación de largas crónicas. Así, los integrantes de The Clinic (que debe su nombre a la detención que sufrió Augusto Pinochet en una clínica de Londres, a pedido del juez español Baltasar Garzón) lograron algo que en el trabajo periodístico parece imposible: reconvertir una revista de humor en una de las fuentes de información independientes más confiables del mercado.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Sanhueza me trajo de regalo un libro prácticamente inhallable en la Argentina: La literatura nazi en América, de Roberto Bolaño. Esa noche le pregunté por Bolaño, y ella me confirmó que el autor de Los detectives salvajes se convirtió, desde su muerte en 2003, en una suerte de prócer en su país: algo así como San Bolaño. Le consulté, también, por el estado de la literatura chilena, que más allá de los lugares comunes de Neruda o Mistral es, fuera de las fronteras nacionales, poco conocido, y me recomendó las lecturas de los libros mínimos de Alejandro Zambra, de las novelas de Rafael Gumucio, de la poesía de Enrique Lihn. Y, frente a su asombro por el precio de los libros en la Argentina (en Chile la industria editorial tributa IVA, y casi no existen títulos por debajo de la barerra de los veinte dólares), retribuí sus consejos y terminó llenando su valija con novelas de Fogwill, Sergio Bizzio, Rafael Pinedo y muchos otros.

La literatura nazi en América fue el libro que hizo conocido a Bolaño en el mundo, mucho antes de que se convirtiera en un autor célebre. Pero, a decir verdad, esta serie de biografías literarias ficcionales no dan un gran libro: en ningún momento logra sacudirse la sombra epigonal de experimentos narrativos similares y perfectos como las Vidas imaginarias de Schwob o la Historia universal de la infamia de Borges, a quienes Bolaño, está claro, admiraba sin condicionamientos.

Pero llegando al final, hay dos piezas de excepción: la vida del escritor Argentino Schiaffino, alias “el Grasa”, y sobre todo la del chileno Carlos Ramírez Hoffman. Bolaño tomó años después la historia de Hoffman y, luego de rebautizarlo como Carlos Wieder, concibió uno de los personajes más espeluznantes de la literatura latinoamericana: el poeta aviador y temible asesino de Estrella distante que es, para muchos y con razones de sobra, su mejor libro.