Tras el rechazo en Nueva York del matrimonio gay, su aceptación en Nueva Jersey y el debate abierto en Washington, las luchas en Estados Unidos para definir el concepto de matrimonio se libran a lo largo y ancho de todo el mapa. Es algo más que las diferencias desde California hasta Connecticut y desde Idaho hasta Iowa; es también cómo estas diferencias siguen redefiniendo a todo el país.
La idea de matrimonio está siendo discutida tanto en los tribunales como en las urnas. Y en algunos casos, estas definiciones se han revertido en cuestión de meses. Con la excepción del Acta de Defensa del Matrimonio, aprobada hace doce años por el Congreso de Estados Unidos, la definición de este vínculo –sea la unión tradicional entre un hombre y una mujer, sea la más reciente de unir a las parejas del mismo sexo– es una cuestión que deja a cada estado del país responder por sí mismo.
Defensores de los derechos gay señalan que cinco estados han legalizado el matrimonio del mismo sexo a través de decisiones judiciales o medidas legislativas en los últimos cinco años, mientras que otros diez permiten uniones civiles.
Mientras tanto, los defensores del matrimonio tradicional se apoyan en 41 de los 50 estados norteamericanos cuyas leyes o enmiendas constitucionales sostienen la consuetudinaria unión entre hombre y mujer como la única opción posible. Se trata de los estados del interior del país, los más conservadores. En cambio, los costeros, tanto sobre el Pacífico como sobre el Atlántico, más cosmopolitas y permeables a la influencia de la minorías, están dispuestos a cambios de dogmas.
De los 41 estados conservadores, en 31 la cuestión fue sometida a votación pública, en donde la mayoría de los sufragantes no dudó en rechazar la visión sui generis del matrimonio. Entre ellos están California, el estado del gobernador Arnold Schwarzenegger, que votó el año pasado; y Maine, que lo hizo en noviembre pasado.
En el primer caso, los votantes aprobaron la llamada Proposición 8, una enmienda constitucional estatal que revirtió el fallo del tribunal supremo de California, que cinco meses antes había legalizado el matrimonio del mismo sexo. Y los votantes de Maine, a principios del mes pasado, derogaron la ley del mismo sexo aprobada por la Legislatura del estado en junio.
Sin embargo, la batalla por esta materia en las urnas, en los tribunales o en las sedes legislativas está lejos de cesar.
En California, por ejemplo, la ofensiva no se detiene. La oficina del secretario de Estado aprobó por estos días cinco iniciativas que buscan la derogación de la enmienda que define el matrimonio como entre un hombre y una mujer. Los defensores comenzaron a recolectar firmas en una petición con la esperanza de que al menos una de las iniciativas esté incluida en la boleta electoral del estado en 2010. Todo a pesar de que un reciente sondeo del diario Los Angeles Times y de la Universidad del Sur de California reveló que el 60% de los encuestados no quiere saber nada con volver a revisar la cuestión el año que viene.
Dada su composición sociodemográfica, condimentada por la gran presencia hispana, California siempre ha sido un campo de batalla clave en asuntos como la definición del matrimonio y los derechos de los homosexuales.
Por su parte, en el distrito de Columbia, que contiene a Washington, capital del país, el Consejo de Etica y Elecciones acaba de anunciar que la medida que prohíbe el matrimonio del mismo sexo no puede ir a votación en Washington D.C. Argumenta que entra en conflicto con el Acta de Derechos Humanos de la ciudad. Sin embargo, el mismo Consejo está considerando una medida para que gente del mismo sexo contraiga matrimonio.
En Nueva York, el gobernador negro David Paterson impulsó la ley de matrimonios del mismo sexo a través del Poder Legislativo estatal, que a comienzos de diciembre le dijo que no. La cuestión volverá a debatirse en las cámaras el año que viene.
Al lado, en el confinante “estado jardín”, Nueva Jersey, a comienzos de este mes quedó aprobada la norma para que gays y lesbianas contraigan enlace. El gobernador demócrata Jon Corzine había aprobado las uniones civiles dos años antes.
La región de Nueva Inglaterra, al noreste del país, es quizá la que registra los cambios más dramáticos en la definición de matrimonio. Antes del reciente referéndum revocatorio de la unión gay en Maine, los otros cuatro de seis estados de Nueva Inglaterra –Massachusetts, Connecticut, Nueva Hampshire y Vermont– legalizaron el matrimonio del mismo sexo. La comunidad gay emprendió una campaña agresiva denominada “Seis a las doce”, que aboga por que los seis estados de Nueva Inglaterra acepten la ceremonia gay para 2012. Pero la reversa aplicada por los habitantes de Maine calmó la euforia gay y redireccionó el debate hacia Nueva York y Nueva Jersey.
Pero la dosis de sorpresa la aportó el estado de Iowa, justo en el centro de Estados Unidos. La decisión de reconocer la boda gay, adoptada en abril por unanimidad de la Suprema Corte regional, fue la más reciente sentencia de un tribunal estatal. El primer caso fue en 2003, cuando el máximo tribunal de Massachusetts declaró inconstitucional negar a las parejas del mismo sexo el derecho a contraer matrimonio. Resoluciones similares siguieron en Connecticut y California, en 2008. En contraste, otros tribunales estatales se pronunciaron en contra del matrimonio del mismo sexo, como Nueva York y Washington, en 2006, y Maryland, en 2007.
La primera decisión judicial en relación con el tema se produjo en 1993, cuando la Suprema Corte de Hawai se enfrentó con una pareja gay. El caso y la decisión dieron lugar a que, tres años después, el gobierno nacional promulgara su Acta de Defensa del Matrimonio y una enmienda constitucional del estado de Hawai, en 1998.
Tras las acciones judiciales a principios de esta década, las medidas legislativas están sirviendo como la principal vía para determinar la validez del matrimonio del mismo sexo. Durante este año, Vermont, Maine y Nueva Hampshire se convirtieron en los primeros en legislar sobre la cuestión, sin mandato judicial previo.
En abril, la Legislatura de Vermont desestimó un veto del gobernador Jim Douglas para legalizar el matrimonio entre homosexuales. Maine hizo lo mismo en mayo, cuando John Baldacci se convirtió en el primer gobernador en firmar una ley de matrimonio gay sin la presión de la Corte. Pero los opositores lograron volver a someter la cuestión al voto en las elecciones estatales.
En junio, el gobernador de Nueva Hampshire, John Lynch, firmó un proyecto de ley similar, así como otro que otorga protección legal a las organizaciones religiosas y sus trabajadores que se opongan al matrimonio del mismo sexo. Tales matrimonios en Nueva Hampshire comenzarán a celebrarse en enero.
Además de los triunfos en las urnas, las medidas legislativas –incluyendo la única medida aprobada por el Congreso nacional– también favorecieron a los defensores del matrimonio tradicional.
Firmada por Bill Clinton en 1996, la Ley de Defensa del Matrimonio da a los estados el derecho de definir el matrimonio y si reconocen o no las uniones del mismo sexo celebradas en otros estados. Pero para recibir los beneficios del gobierno federal aún se define el matrimonio como la unión de un hombre y una mujer.
Desde 2002 intenta sin éxito pasar por el Congreso una propuesta de enmienda federal que establezca que el es heterosexual. En 2004 y 2006 no se pudieron obtener los dos tercios necesarios para su aprobación.
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, manifestó su convicción de que “el matrimonio es entre un hombre y una mujer”, pero votó contra la enmienda federal cuando era senador nacional, alegando que las definiciones del matrimonio debían dejarse a criterio de cada región del país.
Mientras cada estado debate su idea de matrimonio, las miradas de las minorías apuntan cada vez más fino a la Casa Blanca. Obama no podrá permanecer indiferente si, por estos días, Washington, sede del poder político del país, se inclina finalmente por darle rango de matrimonio a la unión homosexual.
*Desde Nueva York.