COLUMNISTAS
el reportaje de magdalena / juan jos alvarez

‘El resentimiento no es una virtud política’

Cumplidos dos meses de la revelación de su paso por la SIDE durante la última dictadura, Alvarez rompe el silencio. Defiende lo hecho y su paréntesis. Responsabiliza al Gobierno de la filtración. Y mira hacia el futuro: la lección de Misiones, la caída de Solá, Lavagna, Duhalde, el libro que está escribiendo. Juanjo Alvarez, de regreso.

Magdalenaalvarez
|
Cuando Página/12 publicó, el 10 de septiembre, el legajo de la Secretaría de Inteligencia del Estado, en el que se recordaba al actual diputado Juan José Alvarez como integrante de sus huestes bajo el nombre falso de Javier Alzaga, mucha gente se estremeció de sorpresa. ¿Cómo imaginar que, en aquel lejano 1981, el joven estudiante Alvarez deseaba servir “mejor” a la Patria a través de su organización de espías? Ante el desconcierto que produjo la noticia, insistimos mucho en llegar a este reportaje. En el momento, fue imposible. Ya no.
—Alvarez, ¿usted piensa que fue un golpe contra usted?
—La verdad que fue... Bueno, esto tiene básicamente dos aspectos. Uno, el personal. Cómo lo sentí y lo viví con mi familia es algo íntimo. Fue muy duro y de esto no quiero hablar en público. Y desde el punto de vista de la política, evidentemente fue un hecho que tuvo una secuencia. En algún medio (se refiere a Página/12) fui tapa tres días seguidos y luego desaparecí para ellos. No volvieron a mencionar el tema. Es la segunda vez que me ocurre con ese medio.
—Pasados dos meses, ¿a quién le adjudica la revelación de su paso por la SIDE?
—Primero, existe una investigación judicial en marcha, que espero tenga pronta resolución. Sin perjuicio de ello, está claro que quien tiene el deber legal de guardar esa información, que es el Gobierno nacional, no lo ha hecho. Por lo tanto, no tengo elementos para pensar que alguien diferente, o de otro ámbito, pudo haber tenido acceso a esa información.
—¿Quién cree que se benefició con todo esto?
—Nadie, absolutamente nadie.
—¿Por qué cree que la información se conoce ahora?
—No lo sé. Pero no es difícil suponer que mi perfil opositor pueda haber tentado a algunos sectores a realizar esta maniobra. Me gustaría aclarar que esta información se conoce ahora públicamente, porque –repito una vez más– existe desde hace 25 años en un organismo del Estado, con lo cual se podría haber desclasificado cumpliendo con los requisitos de la Ley de Inteligencia, cosa que no se hizo.
—¿Qué va a hacer de su carrera política?
—Nunca tuve una carrera política fácil y traté siempre de colaborar en situaciones, como a todos les consta, muy difíciles. Sigo pensando de la misma manera y trataré de continuar haciendo lo mismo, desde el lugar que me toque.
—¿Cómo reaccionan ahora ante usted sus colegas (cercanos y adversarios), su familia y la gente de la calle?
—Mi familia me ha apoyado con la misma firmeza que en otros momentos complicados que he tenido que pasar. Lo dije públicamente, como cuando asumí como ministro de Seguridad en la Ciudad de Buenos Aires, a pocas horas de la tragedia de Cromañón. En cuanto a los colegas, muchos me han manifestado su solidaridad frente a lo que consideraron una maniobra de baja calaña. La gente en la calle me transmitió un sentir similar, sobre todo los primeros días, en
coincidencia con la repercusión en los medios de comunicación. Con el transcurso del tiempo, como obviamente para ellos no es un tema importante, no me paran en la calle para hablarme de esto.
—¿Le cambió en algo la mirada que tiene sobre las reglas de la política?
—No, justamente porque sigo convencido de que ciertas prácticas deben cambiar. El resentimiento no es una virtud política.
Alvarez parece muy molesto y creo que su relato también obedece a su preocupación por ser conocido como un funcionario combatido por sus adversarios y requerido por el país en los peores momentos.
—Considerando, entonces, su amplia experiencia en el asunto, ¿cómo ve hoy el tema seguridad en la Provincia de Buenos Aires?
—En todas las encuestas de opinión, la gente dice que no se conoce todo lo que ocurre realmente. Yo siempre he dicho que me parece que no tiene mucho sentido discutir cuánto hay de sensación y cuánto de verdad en las estadísticas. En última instancia, la sensación es la que condiciona la conducta de la gente. Si usted cree que le va a pasar algo, si tiene miedo, etcétera, usted se va a autolimitar y es lo mismo que los datos estén o no, porque eso no va a modificar su conducta. Si hoy le decimos a la gente que la economía anda mal, habrá muchos que no lo van a creer porque, objetivamente, para muchos, las cosas están mejor.
—Continuemos con el tema seguridad. ¿Usted cree que hay menos secuestros?
—No tengo las estadísticas últimas pero hay cosas que me llaman la atención. Fíjese: estamos todos preocupados y angustiados por lo que sucede con López. Entonces (y no hace tanto) leemos en un diario que dicen que la persona que apareció tirada en algún lado no era López. Bien, pero ¿quién era?, ¿qué le pasó? Si no fuera porque en la agenda está el tema de López, no nos hubiéramos preocupado por esa persona. Me parece que es un tema que hay que seguir trabajando y me parece gravísimo que funcionarios que tienen la responsabilidad del tema seguridad crean que ya se hizo todo lo que se podía hacer.
—Pero usted, con su experiencia, ¿qué haría en este caso? ¿Por ejemplo, si usted fuera ministro de Seguridad en la Provincia de Buenos Aires?
—El plan que nosotros habíamos puesto en marcha...
—Perdón, cuando dice “nosotros”, ¿a quiénes se refiere?
—A Solá, en 2003. Ese plan se llamaba Cuadrícula porque yo había dividido así el Gran Buenos Aires. Sobre cada cuadrícula, poníamos un patrullero que no podía moverse de ese lugar. Hicimos eso en forma igualitaria y, después, tomando el mapa del delito, poníamos más policías en las cuadrículas más peligrosas. Esto, a nosotros, nos funcionó. Me acuerdo que en el Departamento Judicial de Quilmes, por ejemplo, la cantidad de secuestros denunciados antes de la aplicación de ese plan era de... no recuerdo exactamente pero pongamos de 20 secuestros express. Cuando pusimos en marcha el Cuadrícula, cayó un 70%. También sé que, de alguna manera, hoy están siguiendo el plan. Cada ministro le dará su impronta pero creo que es un sistema al que hay que seguir implementando. Sin lugar a dudas.
Hay una fuerte nostalgia en las reflexiones de este hombre de 51 años, padre de cinco hijos, muy seguro de sí mismo. Un hombre que apostaríamos suele preguntarse por qué motivo el país no acude a él con más frecuencia.
—Yo me acuerdo –prosigue– de que en 2001 (como ministro de Seguridad provincial), yo le dije a un colega suyo que el enemigo más grande que tiene la seguridad es aquel que vende soluciones instantáneas. Si yo tuviera hoy una solución instantánea, mediata y supereficaz, lo que tendría que hacer es decir “aplíquenla” para evitarle a la gente tanto sufrimiento. Obviamente, no la tengo ni nadie la tiene. Lo que sí creo es que hay un plan que, desarrollado en etapas y cumpliéndose, tiene que mejorar sustancialmente la situación. En 2002, cuando yo era ministro de Seguridad de la Nación, a pesar de que utilizábamos gran parte de la fuerza policial para cuestiones de orden público y que eso distraía policías para combatir al delito urbano, tuvimos éxitos importantes.
—Con toda su experiencia personal, Alvarez, ¿usted cree realmente que Eduardo Duhalde se ha borrado de la vida política para siempre o es una etapa?
—Yo creo que Duhalde ha dejado de lado... ha superado la etapa de político activo. En todo caso, la política es como el periodismo: uno siempre sigue ejerciéndola. Pero me parece que en una forma absolutamente distinta. Creo que él está ocupado y preocupado por cuestiones políticas del país. También le digo con franqueza que hace bastante tiempo que no lo veo, que no hablo con él pero la actividad política diaria de Duhalde como dirigente político (no digo como hombre interesado en la política) es cosa del pasado.
—Sin embargo, Duhalde es una persona que tenía todavía tiempo por delante...
—Voy más allá de Duhalde. Creo que es una lástima que todos aquellos que tienen experiencia y cosas para aportar... –se abstrae nuevamente–. Mire, usted me hablaba del tema de la seguridad. Yo tengo... en este momento me vinieron a consultar desde un Estado importante (no voy a decir quién), bueno, me vinieron a consultar de dos países importantes de Latinoamérica para que les dé una mano a fin de armar un plan de seguridad. Son dos Estados importantes de estos países. Lo hago con algunos gobernadores de provincia que también me llaman (y que, por razones obvias, lo hacen con mucha cautela) para que les brinde algunas ideas respecto de estas cuestiones. Y la verdad es que, sin creerme ni mucho menos que poseo todas las soluciones, me hace bien saber que esa experiencia mía, con todos los errores que cometí, pueda servirles. Les puedo aconsejar: “No hagan tal macana porque yo la hice y no me resultó”. Aunque sea para decirles que hagan exactamente lo contrario de lo que yo hice. Esto me pasó el otro día cuando veo, por ejemplo, las formas (no discuto el fondo que no conozco) con las que Guillermo Nielsen se va del Gobierno de la Ciudad. Usted tiene allí a una persona que ha negociado la deuda externa más voluminosa de la historia, que lo ha hecho en forma eficiente. Entonces, me parece que merece un enorme respeto y yo, por lo menos, lo digo con la visión del lector de diarios, creo que no se lo ha respetado.
—En efecto. Nosotros en Radio Mitre hablamos con Nielsen y estaba muy enojado...
—Si alguien tiene alguna duda sobre el episodio, hay muchos testigos calificados para corroborarlo. Yo, excepto el ofrecimiento que me hicieron en la época de Rodríguez Saá y en el que entendí que no tenía margen para decir que no, cada vez que me han ofrecido un cargo de Seguridad les he dicho que no. La última oportunidad, como le consta a todo el mundo, fue Cromañón. Incluso yo tenía al novio de mi hija que había estado en Cromañón y estuvo muchos días en terapia intensiva porque no pudo salir (tuvieron que sacarlo) y eso afectivamente me condicionó.
Juanjo Alvarez aspira pausadamente:
—Ahora bien –reitera–, si alguien puede ser útil en cuatro oportunidades como lo fui en la Provincia de Buenos Aires, en la Nación y en una terrible desgracia como la de Cromañón, creo que puedo seguir siendo útil y no lo digo para promocionarme, realmente no lo querría de nuevo...
Desviamos la conversación hacia el presente inmediato:
—¿Usted pensaba que Felipe Solá podía postularse?
—Yo creo que el espíritu de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires es impedir las reelecciones. Lo he hablado con algunos amigos míos constitucionalistas y opinan en su gran mayoría que Felipe no tenía la posibilidad de ser reelecto. Pero además hay otra cuestión: él tiene como vicegobernador (dos años) y gobernador (otros dos años que le correspondían a la gestión de Ruckauf en su momento) la reelección consumida en buena parte. Ha tenido un tiempo suficiente en la Provincia de Buenos Aires y, tal vez, sería bueno, más allá de una interpretación constitucional, renovar y darle la posibilidad a que aparezcan otras candidaturas.
—Bueno, Solá es joven y puede dejar pasar un período...
—Por supuesto.
—¿Y el tema de Misiones?
—Hasta el momento de las elecciones yo no tenía información muy fina. Sabía, claro, lo mismo que todos ustedes, la información que tiraban las encuestas que le adjudicaban, como sabemos, una diferencia muy importante a favor de Rovira. Sin embargo, a través de amigos míos que viven en Misiones, yo sabía que no era así. Vamos a ver: primero, me parece que el voto misionero fue de una enorme dignidad. Siendo una provincia pobre, incluso me parece un gran ejemplo. Hay también allí una señal de alerta muy fuerte para la clase política y tuvo que aparecer alguien por afuera, el obispo Piña, como único elemento para poder unificar una corriente de opinión adversa a la reforma de la Constitución. Me parece que no es un modelo fácilmente replicable. Lo demás, y vamos al fondo de la cuestión, es un armado circunstancial frente a un hecho concreto como la reforma indefinida. Esto difícilmente se pueda repetir como un armado de gobierno.
—Son fenómenos que responden a determinados momentos. Como la hermana Pelloni en Catamarca.
—Pasó en su momento con un grupo grande, cuando nos opusimos a la reforma del Consejo de la Magistratura. No tuvimos éxito. Allí compartíamos un objetivo determinado. Todos los opositores que, a su vez, teníamos diferencias entre nosotros, habíamos coincidido en que era un hecho concreto que tiene mucha similitud con lo que ocurrió en Misiones.
—Y con su larga experiencia política, ¿cómo interpreta usted el silencio del Gobierno sobre el tema Misiones? ¿No hubiera sido más elegante y más fácil no crisparse y admitir que las cosas no les habían salido bien, como a veces ocurre en la vida y en la política?
—Bueno... son situaciones que... convengamos que el Gobierno, en general, no comunica mal... Si una fortaleza ha demostrado este gobierno, es la comunicación.
No puedo menos que reírme francamente:
—¿Me está hablando en serio? ¿Un gobierno que nunca da conferencias de prensa?
—Por lo menos, tienen una presencia mediática muy fuerte.
—¿A fuerza de no dar entrevistas?
—Porque es un mecanismo que, supongo, más allá del estilo, alguien creerá además que les conviene. En todo caso, no es lo que haríamos nosotros pero evidentemente lo vienen haciendo desde hace mucho tiempo, así es que alguien habrá dicho, pensará que eso es lo que corresponde. Para mí, le digo –cambia de tema–, el problema más grave de Misiones no es cómo se reacciona después de la elección sino el apoyo a algo que me parece que era absolutamente inconveniente e innecesario.
—Claro, porque se trataba de modificar un solo artículo....
—Esto va más allá de la simpatía o no que podamos sentir por un gobernador. Uno puede elegir al funcionario o al gobernador que más le guste pero igual no lo acompañaría si mañana plantea una reelección de estas características. Y digo esto más allá de cuán bueno o no tan bueno haya sido Rovira como gobernador de Misiones. Esto que ocurrió, como dicen los chicos, era imbancable. Esto es lo que me preocupa: no tanto apoyar a Rovira sino modificar un artículo de la Constitución. El Gobierno tiene derecho a apoyarlo de la misma manera que la oposición tiene derecho a apoyar a Piña. Ahora bien, si mañana Piña dice que él quiere ser gobernador y quiere tener una reelección indefinida, le diremos claramente que no admitimos eso.
—¿Es cierto que acaba de terminar un libro?
—Duhalde quiere que escribamos sobre el período más duro. Pero eso lo haremos más adelante. En este caso, sí, acabo de terminar un libro al que estuve dándole vueltas con todo lo que he pasado. Es un tema que me preocupa desde hace muchos años y que tiene que ver con la calidad del sistema político argentino. Concretamente, yo hablo allí de “crisis de gobernabilidad y crisis de control”. Y fíjese qué cosa curiosa, que quien ha sido llamado, como en mi caso, casi como bombero (por lo menos, mi carga política es recordada por ello) ha tenido que trabajar siempre en la emergencia. Estoy absolutamente convencido de que el camino para que la Argentina crezca en serio es abandonar la emergencia permanente. La Argentina que camina por atajos es una Argentina que no se sostiene.