La semana pasada hablé de una serie de novelas de Joe R. Lansdale habiendo leído tres obras. Hoy, después de haber leído dos más (Rumble Tumble y Capitanes atroces) y con más espacio disponible, me siento preparado para ampliar la recomendación y aclararme ciertas cosas a mí mismo para la otra media docena de novelas que me esperan.
Hap Collins y Leonard Pine son amigos, pero esa amistad trasciende lo que habitualmente se entiende por eso. Basta que uno de ellos se vea involucrado en un problema para que también se vea involucrado el otro. Son capaces de ofrecer la propia vida si la del otro está en juego. Hay, es cierto, una pulsión un tanto irreal por meterse en problemas, pero pensemos lo que sería de la literatura policial si priváramos a los personajes de esa pulsión. Como creo que dijo Rousseau, los hombres evitarían los problemas si se quedaran encerrados en sus casas. También es cierto que quedarse en casa no prueba que no se puedan tener grandes aventuras, como lo prueba Viaje alrededor de mi cuarto, de ese fascista primigenio llamado Xavier de Maistre.
Hap y Leonard pelean mucho. No entre sí, sino con el prójimo. Hap, el narrador, sabe medir las digresiones, presta atención a los detalles y tiene una capacidad envidiable para poner sobrenombres. Suele ser más piadoso que Leonard. Hap odia las armas de fuego, pero como no es tonto prefiere tener una y no usarla a necesitar usar una y no tenerla. Por regla general ese precepto guía su existencia y termina demostrando que la sabiduría popular es indiscutiblemente sabia. Tiene buena puntería pero, a diferencia de Leonard, Hap sólo usa las armas en defensa propia y luego, indefectiblemente, se arrepiente de haberlas usado. Hap es blanco, sentimental y vota por los demócratas. Leonard en cambio es negro y gay, lo vuelve loco la música country y vota por los republicanos. Y aunque todos los hombres son iguales, en Texas, Estados Unidos, a comienzos del siglo XXI, esas diferencias salen a relucir aunque se trate de disimularlas.
En Rumble Tumble, después de que un tornado le destruyó la casa, Hap se muda a la casa de Leonard. La convivencia no es sencilla, de modo que Hap medita seriamente en irse a la casa de su novia, la bella Brett. Y es justamente Brett la que da paso a la nueva aventura. Ella recibe la visita de un enano charlatán disfrazado de cow boy que le pide 500 dólares a cambio de información sobre su hija, Tillie. Así descubren que Tillie está siendo obligada a trabajar de de prostituta en un burdel en Oklahoma. Hap, Leonard y Brett corren a rescatarla. En Capitanes atroces Hap se enamora de otra mujer y para acompañarlo Leonard se sube con él a un barco pesquero, donde los dos amigos lo único que pescarán serán problemas. Hay algo en las novelas de Lansdale que recuerda la mecánica con la que funcionan esas novelas juveniles del tipo jóvenes-despreocupados-se-ven-involucrados-en-cuanto-lío-asoma-en-el-horizonte.
Hay un humorismo sardónico y una nostalgia sutil, un idealismo y una desilusión que hacen de Hap y Leonard la pareja de detectives inadvertidos más fascinante de los últimos años