Para denominar a los grupos marginados de la producción capitalista, carentes de toda conciencia obrera, incultos o embrutecidos y por tanto fácil presa de la demagogia o el mesianismo, Carlos Marx acuñó el término lumpenproletariado. “Lumpen” significa “harapo, trozo que cuelga roto de una prenda”, según María Moliner. El uso del término hizo que ya no se asocie “lumpen” con un trozo de género, sino “para designar a los grupos sociales más marginados” (Moliner). De condición, “lumpen” devino además comportamiento. Decimos de alguien que es “lumpen” ya no tanto por su pertenencia de clase sino por su conducta asocial, apartada y carente de toda norma; incomprensible y peligrosa para el ciudadano común y el conjunto. El apócope se ha desprendido de “proletariado” y es de uso variable. Puede aplicarse por ejemplo a “política”: lumpenpolítica.
El “lumpenproletariado”, según Marx en su época, “es un conjunto de timadores arruinados, con equívocos medios de vida y procedencia, junto a vástagos degenerados y aventureros de la burguesía, vagabundos, licenciados de tropa o de presidio, huidos de galeras, timadores, saltimbanquis, carteristas y rateros, jugadores, alcahuetes, dueños de burdeles, mozos de cuerda, escritorzuelos, actorzuelos, organilleros, traperos, afiladores, caldereros, mendigos; en una palabra, toda esa masa informe, difusa y errante (…) con estos elementos formó Luis Bonaparte la ‘Sociedad de beneficencia’ en cuanto que todos sus componentes sentían, al igual que Bonaparte, la necesidad de beneficiarse a costa de la nación trabajadora” (https://www.insumisos.com/diplo/NODE/2220.HTM).
Esta introducción, procedente de un viejo artículo, apunta a analizar los hechos ocurridos ante el Congreso Nacional cuando se votó la retrógrada reforma previsional del gobierno macrista. La izquierda “marxista” y sectores de la desvaída socialdemocracia argentina han decidido apoyarse –en lugar de apoyarla– en esa masa, reservorio de nuestro bonapartismo, el peronismo, cuyo sector lumpen está hoy del lado de Cristina Fernández.
¿A qué estrategia política responde la intención de trabar el funcionamiento del Congreso para que este no vote una ley? La izquierda tiene allí sus propios representantes; ¿también pretende acallarlos? ¿A cual los destrozos deliberados de lugares públicos? ¿Y los graves ataques a trabajadores de prensa? ¿Se trata de “provocadores”? ¿Por qué entonces no se los controla y/o denuncia? La represión fue desmedida, pero la refriega fue iniciada por grupos de manifestantes, tal como se vio en directo. ¿Qué esperaban, que se los dejase entrar al Congreso? El dirigente del Frente de Izquierda Sebastián Romero, armado de un “mortero casero”, dio la imagen de un “barrabrava” antes que la de un defensor de los trabajadores…
Esa “izquierda” se va aislando de sus interlocutores sociales, en particular de los trabajadores de clase media, porque el mundo cambia más rápidamente que su capacidad de asimilación, pero también porque en muchos aspectos ha asumido los métodos de acumulación política de las derechas y ha abandonado el fértil espacio del discurso y la acción cívica y transformadora, del trabajo de base y largo aliento, en pos de revoluciones abstractas y en nombre de compincherías “de clase”.
Tal como va, nuestra izquierda va a acabar manifestando por la libertad de Lázaro Baez, Cristóbal López, Julio De Vido, Amado Boudou, Luis D’Elía y andamais. Lo mismo hace en Francia el “insumiso” Jean-Luc Mélenchon, cuyo líder político es Nicolás Maduro.
El amplio espectro de cultura progresista del país debe asumir que la educación política, la disciplina en el trabajo, la escuela y la calle, la exigencia de honestidad, el respeto por las leyes, la denuncia de cualquier abuso –aunque lo haya cometido “un compañero”– no deben abandonarse al discurso puramente formal de las derechas, que acaban resultando favorecidas.
* Periodista y escritor.