Es providencial la apertura del Año Santo de la Misericordia convocado por el papa Francisco. El mundo está necesitado de misericordia, misericordia que es el amor en acto, concreto, real. El Papa quiere decirle al mundo que es ese amor el que debe primar: el amor que acorta distancias, que da calidez, que supera toda ley. La misericordia de Dios acerca y ayuda al encuentro.
En un mundo convulsionado por guerras, el Papa nos invita a vivir un año de reconciliación. Lo propone para el mundo, pero la propuesta es también importante en nuestra propia Argentina, herida y fragmentada. La mayor herencia que tenemos que asumir para que pueda ser redimida es la enemistad que hay en muchos, en nuestro pueblo, en nuestras familias, en nuestras realidades cotidianas. El camino en este Año de la Misericordia será el de recuperar la amistad social, para saber mirarnos como hermanos, para tener el corazón grande y poder aceptar al otro, para que el diálogo con respeto sea una característica de este nuevo tiempo, y que sea, entonces, un tiempo santo también para nosotros.
El papa Francisco recuerda los cincuenta años del Concilio, y con San Juan XXIII nos invita a usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad. Esto que fue dicho hace cincuenta años por el Santo Papa, el papa Francisco lo trae a la memoria para que todos podamos usar la medicina de la misericordia en nuestras relaciones humanas, sociales, políticas. Todos somos testigos de que más que nunca nuestra Argentina necesita usar y encarnar la misericordia.
Al ser muchos, distintos, al tener distintos orígenes, de provenir de distintas familias, edades, es imposible pensar en un pensamiento único. Esto es lo que ha agredido a muchos de nosotros. Podríamos decir que el único pensamiento que tenemos que tener todos en este momento es el del amor, el de recibir al otro en el amor.
Pero la invitación no es una propuesta sólo para vivir una propia experiencia de sentirnos mirados por Jesús con su misericordia que nos salva y nos eleva, sino también una invitación a ser testigos de la misericordia. Que podamos manifestar en obras, actitudes, criterios y corazón la misericordia del Padre que no le niega a nadie su amor, y que hace llover sobre justos y pecadores la gracia de Dios. Dios ama siempre, Dios ama primero y a todos. Esto es fuente de consuelo.
Y este testimonio, invita Francisco, no implica sólo hablar de la misericordia con palabras, sino también con gestos. El gesto de proponer a quienes están en prisión que al pasar por la puerta de su celda dirijan su pensamiento y oración al Padre para que ése sea su paso por la Puerta Santa, o el de adelantándose a los tiempos, en Africa, abrir la Puerta Santa en un humilde templo son invitaciones a descubrir que no hay límite o tiempo para la misericordia, y siempre hay ocasión para vivirla. Desde la Comisión Episcopal de Comunicación que presido, y trabajando especialmente con el punto 12 de la Bula de Convocación del Año Santo en el que el Papa propone la comunicación con lenguajes y gestos, hemos propuesto una guía de trabajo para comunicar misericordia con misericordia. En la era de las redes sociales y con un escenario de diálogo permanente, creemos que vivir este diálogo con esta actitud, acogiendo la misericordia de Dios y mirando al otro con misericordia y comprensión recíproca, permitirá que florezcan encuentros humanos fecundos. De esos que nuestra Patria tanto necesita.
*Monseñor. Obispo de la diócesis de Cruz del Eje y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social.