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Reacomodamientos en estado de shock

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¿Unidos? Bullrich y Larreta en Parque Norte tras las PASO. | Juan Obregón

“Si sacamos 25 puntos descorchamos champagne”. A 48 horas del domingo 13, cercanos a Javier Milei se mostraban optimistas, sin imaginar el batacazo que sobrevendría. Un resultado que tiene varias implicancias. Incendia los manuales clásicos de la ciencia política. Altera para peor las enormes fragilidades y previsiones sobre la economía. Y pone en crisis total a las dos grandes coaliciones que se repartieron el poder en las últimas dos décadas, empezando por sus candidatos, Patricia Bullrich y Sergio Massa.

Consciente del empoderamiento electoral, Milei se paseó por los medios con la misma lógica que tuvo en el inicio de la campaña, antes de que se pusiera a la defensiva y como víctima frente a la pésima performance libertaria en los comicios provinciales anticipados y a las denuncias de compra-venta de candidaturas.

Envalentonado, el líder de La Libertad Avanza redobló la apuesta en su desfile mediático. Además de sus clásicos sobre la dolarización y contra el Banco Central, volvió sobre las reformas de los sistemas estatales gratuitos de salud y educación.

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Con los mismos latiguillos falaces y sencillos de digerir (acaso avalados por los más de siete millones de votos que obtuvo), sumó la derogación del aborto vía plebiscito y el regreso de la jubilación privada y la privatización y/o cierre de empresas públicas.

Juntos por el Cambio y Unión por la Patria no reaccionan ante el cachetazo de Milei

De la andanada no se salvó ni el Conicet, orgullo de la ciencia argentina, que ingresó con el kirchnerismo a un proceso de sesgo partidario y ausencia de autorrevisión impropio del método científico, que tanto aseguran proteger. Tal vez tampoco contribuya, que encima uno de sus directores y mentes brillantes, como el biólogo Alberto Kornblihtt, defienda públicamente al organismo sin ninguna autocrítica y, de paso, clame evitar el voto a la ultraderecha. ¿Así no se alimenta al león?

Más allá de su lógica exitosa de imponer agenda, Milei también se ha visto obligado a atemperar alguna de sus posturas, mal que le cueste aceptarlo. Por ejemplo, al BCRA ya no hay que quemarlo, era una metáfora. El Papa ya no es un “asno, burro, ignorante, nefasto, zurdo cultor del modelo basado en el odio, la envidia y el resentimiento”, sino el jefe de la Iglesia Católica. Y ya no propicia la libre portación y uso de las armas de fuego. “Soy el único que resiste un archivo”, desafió el triunfador de las PASO.

Que el archivo lo condene, como le ocurre al 99% de la dirigencia, y que sus propuestas sean alocadas o impracticables parecen importar poco al tercio que consiguió Milei entre quienes fueron a votar en las PASO. Con preponderancia entre los varones y menores de 35 años, el presidenciable de LLA ganó en 16 provincias y le sacó adherentes tanto al peronismo como a JxC, en todos los estratos sociales.

Semejante horizontalidad y amplitud complican aún más los planes de Bullrich y Massa con vistas al 22 de octubre, después de que el domingo último se les quemaran casi todos los papeles, a partir del escenario de los tres tercios y con Milei primero.

Aún sin reacción, la candidata de Juntos por el Cambio apenas atisbó a buscar la foto con el derrotado Horacio Rodríguez Larreta, como forma de mostrar unidad para lo que viene. La imagen obtenida no sólo resultó hueca (en nombre de la aspereza de Bullrich en la campaña y de su “todo o nada”) sino además, contradictoria con la postura de la presidenciable respecto a lo poco que servían los acuerdos de cúpulas.

El cambio de opinión de Bullrich puede tener que ver con que necesita imperiosamente los 11 puntos que cosechó Larreta. Por estos días, estalló un amplio debate en el equipo que asesora a la exministra de Seguridad macrista. ¿Hay que moderar el discurso para seducir a las palomas radicales y larretistas? ¿O extremarlo para ir a pescar a la pecera libertaria?

A esos interrogantes han decidido contribuir decisivamente Milei y Massa, a través de un intento de polarizar entre ellos, desde los extremos y ningunear a Bullrich. “Entre mi segunda marca y el original, la gente se va a quedar con el original”, sostuvo Milei en relación a Bullrich y él. Ayer, en la misma tónica, el libertario decidió meter definitivamente en la discordia a Mauricio Macri, al contar que piensa sumarlo a su eventual gobierno como representante ante el mundo.

La candidata prefiere tomarse unos días de reflexión antes de definir el camino a seguir. Mientras, imagina nuevas fotos, como las que intentará con gobernadores electos de las provincias (que habían bancado a Larreta), equipos técnicos unificados de JxC y el interbloque legislativo. Es el momento de la unidad, aunque duela y resulte poco creíble.

Para aumentar la confusión al respecto, el viernes hablaron con funcionarios del FMI dos equipos distintos y por separado en nombre de la candidata. Primero participaron Luciano Laspina, Guillermo Mondino, Gabriel Lopetegui y Pablo Guidotti. Luego fue el turno de Carlos Melconian, quien tiene armado un plan económico delivery desde la Fundación Mediterránea.

Según dejaron trascender allegados a Bullrich, Melconian sería su ministro de Economía y Laspina estaría a cargo del Banco Central. Surgieron otros nombres, como el de Emilio Monzó (Interior), Federico Pinedo (Cancillería), Fernán Quirós (Salud), Dante Sica (Trabajo) y Ricardo López Murphy (Defensa), entre otros. Llamativa circulación de apellidos con una candidata de 17% y a dos meses de las generales. ¿Aquí no ha pasado nada?

Al que le pasó de todo fue a Massa. El domingo 13 perforó el piso histórico del peronismo unificado. Y si bien se mantiene competitivo a tres puntos de Milei y uno de Bullrich, la realidad económica –con él a cargo del área– convierte a esa carrera en una suerte de subida al Everest.

Voto en negro

La devaluación del 22% del peso ejecutada horas después del comicio, sin plan ni paquete de medidas, generó una cascada de aumentos e incertidumbre que empeoraron el clima, que ya venía tempestuoso por la inflación, la falta de dólares para importar y el freno a la actividad.

El ministro-candidato (o viceversa) intentó exaltar que el FMI exigía devaluar un 100%, un 80% o un 60% como mínimo. Hay que agradecerle. Esa idea estuvo latente durante la campaña y hasta la exhibió Cristina Fernández de Kirchner (“nos sacó las papas del fuego”). No convenció a tanta gente, aunque los cinco millones de votos que obtuvo (más 1,4 millón de Juan Grabois) son para tener en cuenta, sobre todo tras una muy mala gestión del fantasmal Alberto Fernández.

Pese a todos los contratiempos económicos y electorales, Massa ratificó que seguirá al frente del Palacio de Hacienda y viajará a Washington para asistir a la aprobación del FMI de los US$ 8 mil millones para pagar deudas.

Muy a su pesar, o al revés de lo que había imaginado, Massa debió tomar nota que su rol como ministro conspira con el de candidato. Y vislumbra que de acá a octubre serán escasas las buenas noticias desde su ministerio. Con una presión extra: intuye que cualquier aceleración de la crisis económica va a beneficiar más a Milei que a Bullrich. Otra razón para alentar la polarización y el discurso del miedo hacia el libertario. Habrá que ver con qué resultado.