COLUMNISTAS
DILEMA

Se necesita más Bilardo y menos Benegas Lynch (h)

Hay que activar el crecimiento económico “a como dé lugar”, con resultadismo puro, sin ceder a los pruritos ideológicos originarios.

20230120_caputo_en_andas_temes_g
Ministro en andas, Javier Milei, Caputo, Bilardo. | Pablo Temes

“Toto, pasame el top ten de los países que crecieron fuerte en la última década…”. “Ahí va: Irlanda, Guyana, China, Etiopía, Vietnam, Bangladesh, Georgia, Lituania, Croacia y Turquía crecieron, en orden descendente, entre un 11% y un 4% promedio anual…”. “El máximo prócer de nuestro liberalismo siempre habla del respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo...”. “Pará, Javier, esa no tenemos como dibujarla: en el ranking tenemos a tu soñada Irlanda pero, a la par, a China comunista; a Etiopía, que viene de una guerra civil en 2020; a Georgia, invadida por Rusia en 2008 y hoy atrapada en el juego geopolítico de esa región; a Turquía con su medalla de bronce en el mundial inflacionario…”.

Semejante diálogo entre el flamante presidente Milei y su ministro de Economía, Luis Caputo, no es cierto pero suena verosímil. El mandato político de cada presidente depende de su contexto histórico. A Raúl Alfonsín le alcanzó con la genialidad de recitar el Preámbulo de una Constitución Nacional que venía de ser mancillada en un largo ciclo de golpes de Estado coronados por un proceso militar que no solo hizo estragos en el plano de los derechos humanos, sino que también nos sometió a la humillación de una derrota militar en Malvinas, apenas vengada simbólicamente por el Maradona galáctico de México 1986.

Daniel Montoya: "Corremos el peligro de que se abra otro proceso de crisis"

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.
Hoy más que nunca Suscribite

Por ello, la historia hasta fue algo indulgente con Alfonsín en el plano del fracaso de una gestión económica que solo conoció un veranito alrededor de un Plan Austral pergeñado por un equipo económico nunca digerido por una militancia radical que soñaba con un líder encuadrado en una socialdemocracia debilitada por el tsunami de ideas liberales provenientes de la alianza histórica entre Estados Unidos e Inglaterra, Ronald Reagan y Margaret Thatcher conducción.

Por cierto, una ola de época a la que nuestro vecino Chile, auxiliado por los fórceps del duro régimen pinochetista, se subió con la misma decisión que lo hizo unos años más tarde un Carlos Menem que, con las ruinas del Muro de Berlín a la vista, no tenía margen de titubeo ni opositores de fuste enfrente.

Del mandato a los instrumentos. La restauración de la democracia y el juicio a las juntas militares fue un combo perfecto de satisfacción de las demandas populares por parte de la gestión alfonsinista, tanto como lo fue en los 90 el delivery de orden económico de la convertibilidad y de las privatizaciones disparadas desde el día uno por parte de la administración Menem. De igual modo, el dilatado ciclo kirchnerista iniciado en 2003 operó en el contexto del tendal de heridos que dejó el uno a uno, expresado en indicadores de desempleo que en muchos partidos del conurbano bonaerense superó la friolera del 15%.

Vale decir, al igual que en el ciclo político alfonsinista o menemista, el régimen kirchnerista orientó su iniciativa al desarrollo de herramientas intrascendentes para enfrentar desafíos o crisis futuras y que hasta las explican en una suerte de profecía autocumplida. En tal aspecto, la brutal expansión del gasto público en las gestiones de Néstor y Cristina Kirchner comprometieron tanto el futuro como la terquedad en el mantenimiento de un régimen monetario por parte del menemismo y por un De la Rúa que expresó su encerrona con el recordado “conmigo, un peso, un dólar”.

Precisamente, si hay algo que hermanó a nuestros presidentes con éxitos siempre ocasionales, ¡ahí no se salva ninguno!, fue su capacidad para obtener victorias tempranas por diferentes vías y métodos desaprensivos de cualquier tradición partidaria, abstrayéndose del desarrollo de una arquitectura institucional que le diera un rumbo a nuestro país. Para muestra de ello, sobra el botón de dos presidentes peronistas como Menem y Kirchner con abordajes de política exterior que los llevaron de las relaciones carnales con los Bush y Bill Clinton a la hermandad latinoamericana con Hugo Chávez y Fidel Castro. Bilardistas fueron todos.

Daniel Montoya: "Mauricio Macri es como Mick Jagger en Córdoba"

La misa pagana de Milei. A los escandalizados de siempre, hoy en shock con el mensaje de Milei en Davos, todavía les cuesta aceptar que la misa pagana que llevó el presidente libertario a la famosa cumbre suiza tiene un carácter equivalente a aquella desplegada por Alfonsín a la salida del Proceso militar. En definitiva, se trata del viaje de una homilía alfonsinista de carácter cívico, orientada a reparar la humillación del fracaso del partido militar y de un peronismo en llamas tras la muerte de su viejo líder, a un sermón económico cargado de fantasías de retorno a un origen mítico, a un país que prosperaba sin la injerencia del Estado prepotente modelo siglo XX.

Por cierto, una Argentina soñada y porqué no compatible con el esquema de asociaciones privadas de los tuaths irlandeses que describe Alberto Benegas Lynch (h) en su libro Hacia un autogobierno: un entramado institucional que habría funcionado a lo largo de diez siglos en la isla contigua al Reino Unido. “No, pero eso es un disparate”, podría invocar algún opositor a estas ideas. A decir verdad, buena parte de su predicamento en Davos está tan cargado de sueños e ilusiones como el Preámbulo de nuestra Constitución, que habla de “asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.

Los sueños, sueños son, in memoriam Calderón de la Barca. Su propia naturaleza no les demanda ningún anclaje en la realidad. No es ahí donde se juega el partido de la supervivencia de Milei sino, por el contrario, en esa obstinada, azarosa y algo misteriosa zona de la realidad donde se activa el crecimiento de los países, y que demanda múltiples explicaciones para el top ten de países mencionado.

Vale remarcarlo: esa es la columna vertebral del mandato de Milei. Activar el crecimiento económico argentino a como dé lugar, a lo Bilardo, o morir empalagado con el sueño esquivo del regreso a un origen mitológico y recordando con nostalgia su discurso fundacional en Davos, ponderado por Alberto Benegas Lynch (h) como “un lujo que quedará en los anales de la historia universal”.

*Analista político, autor de Estados Unidos versus China. Argentina en la nueva guerra fría tecnológica.