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la muerte de nestor fortalecio a CFK

Todo el poder a Cristina

Hoy la Presidenta tiene todo a su favor: de cómo administre ese tesoro depende su futuro político. El poder seguirá hiperconcentrado en ella y unos pocos.

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Todo el poder a Cristina. Es la síntesis que surge con el cuerpo de Néstor Kirchner sepultado. La presidenta de la Nación sale de este terremoto personal fortalecida políticamente tanto por el multitudinario respaldo popular como por las expresiones del peronismo que ya la consagró como su candidata indiscutible a la reelección en 2011. Daniel Scioli y Hugo Moyano, los dos únicos dirigentes en condiciones de provocar algún daño si decidieran bajar su pulgar, se han abrazado a la popularidad de Cristina, que según las prematuras especulaciones de las encuestadoras podría superar el 50%. El gobernador de Buenos Aires no tardó un segundo en decir que la conductora real del Partido Justicialista será Cristina, más allá de las formas institucionales que se le dé a esa decisión. El secretario general de la CGT colocó a Néstor y Cristina a la altura de Perón y Evita, y con eso dijo todo.

El capital simbólico de la Presidenta es superior al que tenía hace tres años, cuando ganó las elecciones. Felipe Solá, que no tiene demasiados motivos para sentir afecto personal por Néstor Kirchner, definió la nueva situación con honestidad intelectual: “Se fue rodeado del pueblo”. Hay que agregarle también la comprobación empírica de que una importante porción de la juventud fue seducida por el kirchnerismo en una dimensión sólo comparable con el peronismo del ’73 y el alfonsinismo del ’83. En este análisis poco importa si eso es bueno o malo para el país. Se trata de registrar lo que pasa con la mayor ecuanimidad posible.

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Hoy Cristina tiene todo a su favor. Su futuro y el del kirchnerismo dependerá de cómo administre semejante tesoro. ¿Será su apellido hecho identidad una etapa superior del peronismo o su enfermedad infantil? La historia lo dirá. Pero la actualidad le exige a Cristina que cabalgue este tiempo simultáneamente con los tres potros del peronismo: los gobernadores e intendentes, la CGT y el ala más radicalizada, que expresan el Movimiento Evita y la juventud en sus distintos formatos.

La franja más conservadora y prudente gira alrededor de los jefes de Estado provinciales y municipales que tienen la responsabilidad de administrar. Largamente, el primero entre sus pares es Scioli, pero detrás de él y de su regreso definitivo a la posibilidad de reelección en la provincia están otros gobernadores de buena imagen como Juan Manuel Urtubey o los que tienen un dominio absoluto de sus provincias como Jorge Capitanich, Jose Alperovich y José Luis Gioja. Ocurre lo mismo con intendentes que vuelan alto en las encuestas y que cerrarán la brecha que tenían con los Kirchner, como Sergio Massa o Pablo Bruera.

En el centro de ese movimiento neoperonista que es el kirchnerismo están los trabajadores que representa y moviliza Hugo Moyano. Esa alianza con Cristina es potente y no fue afectada ni siquiera por las versiones de que las amarguras póstumas de Néstor fueron dos discusiones telefónicas de alto voltaje con Moyano. Hay una sola hipótesis de conflicto: que el camionero quiera avanzar con prepotencia en el pejota bonaerense, donde claramente es resistido por los caudillos históricos. De todos modos ya hubo un acercamiento con uno de los más poderosos: Mario Ishi.

A la izquierda de este conglomerado policlasista y de gran flexibilidad ideológica se ubican los movimientos sociales y de derechos humanos, y la juventud. La tarea de Emilio Pérsico, Fernando Navarro y Juan Cabandié, entre otros, se verá potenciada y tal vez liderada por Máximo Kirchner, el fundador de La Cámpora, que va a dejar la administración de los negocios familiares para levantar su perfil. Su rol de contención y soporte de su madre se completará con el nacimiento de un activista que por portación de apellido y herencia tendrá un lugar relevante para abir o cerrar las puertas hacia Cristina. Estos militantes más setentistas se mueven en alianza con otras figuras como Agustín Rossi o Francisco “El Barba” Gutiérrez o Juan Carlos Dante Gullo, que encarnan el eslabón perdido entre aquella “maravillosa juventud” y esta “gloriosa Jotaká”. Entre sus aliados hacia el centro aparecen dirigentes sindicales con más ideología que plazos fijos, como Juan Carlos Smith u Omar Plaini, que asfaltaron una avenida de doble mano entre la CGT y la juventud. Entre sus enemigos internos están “las caras bonitas” que vienen del liberalismo, como ellos los llaman internamente. Son aquellos oportunistas sin historia militante que los mas intransigentes no terminan de tragar y que pueden simbolizarse en Amado Boudou y Diego Bossio, entre otros.

En la mesa chica de las decisiones se mantendrán el eterno Carlos Zannini, Héctor Icazuriaga y Aníbal Fernández, y reforzará protagonismo Julio De Vido para encargarse de los subsidios y la obra pública, el trabajo sucio que Cristina prefiere no mirar. Como siempre, el poder segurá hiperconcentrado. Secreto, sorpresa y castigo duro a los traidores. En un par de meses, luego de la luna de miel que Cristina se ganó como si hubiera sido ratificada en las urnas, podrá verse si la Presidenta multiplica sus activos políticos o los va dilapidando. Para eso necesita un finito equilibrio entre la rudeza y la crispación para mantener la personalidad y el espíritu que aglutina a la tropa propia y la amplitud de criterios para bajar viejos enconos y ofrecer su mano dialoguista. De arranque, Cristina sobreactuará su mando y se mostrará más kirchnerista que Kirchner. Ratificará a todos los impresentables piantavotos y mantendrá sus batallas contra Clarín y los demás. Se mostró granítica al lado del cajón para no recibir a ningún dirigente de la oposición. Quiso evitar los gestos de hipocresía y eso está bien, pero institucionalmente la señal es que las trincheras siguen de pie y que no hay demasiado espacio para el diálogo. La única excepción fue Ricardo Alfonsín, y tuvo más que ver con las simpatías personales hacia la figura de su padre que hacia el radicalismo, que igual que el resto de los opositores quedó a la intemperie, lejos del cajón del muerto y de la viuda.
El Peronismo Federal ya entró en una crisis que lo puede llevar a su desintegración. Sin el antagonista que los aglutinaba y los espantaba quedan pocos motivos de unidad.

La única incógnita es cuál será el camino de Eduardo Duhalde. Todo lo demás es certeza para una Cristina que perdió a su compañero y jefe político de toda su vida y que ahora deberá elegir un compañero de fórmula para buscar la prolongación de ese proyecto que soñó con Néstor y que, en un hecho inédito en la historia argentina, les permitió a ambos concretar el máximo sueño de todo político: ser presidentes elegidos por el pueblo.