OPINIóN
ciclo lectivo

Clases presenciales y vacunas, una combinación indispensable

Después de dos largos años, las escuelas vuelven a abrir sus puertas todos los días. Es importante recordar la importancia de cumplir con el calendario de vacunación de los chicos, que se vio afectado por la pandemia.

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Clave. En Argentina ya no hay casos autóctonos de sarampión, de rubeola congénita, de poliomielitis, de difteria y de tétanos neonatal. | cedoc

“En menos de 60 años tanto la poliomielitis, el sarampión y la rubeola son enfermedades que raramente vemos ahora los pediatras de América. Mucho tuvo que ver la decisión de la Organización Mundial de la Salud en 1974 de instar a los países a establecer el Programa Ampliado de Inmunizaciones” explica a PERFIL, Enrique Vicente Casanueva Martínez, médico pediatra, profesor de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y Consultor del Servicio de Infectología Infantil del Hospital Universitario Austral.

En el caso de Argentina, desde el 2000 no se registran casos autóctonos de sarampión y desde el 2009 de rubeola congénita. En 1984 fue el último caso de poliomielitis, en 2006 de difteria y en 2007 de  tétanos neonatal, y  también disminuyeron en más del 96% los casos de trasplante hepático por el virus de la hepatitis A. Estos números alentadores se ven amenazados y no solo en nuestro país, sino toda América Latina, porque según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y Unicef, hubo un descenso en los índices de vacunación. 

Causas. Una de las principales causas de esta baja en calendario de vacunación es el covid-19. “La pandemia ha puesto en riesgo esos logros. El sufrimiento y las muertes evitables causadas por saltarse la inmunización sistemática de los niños podrían ser mucho mayores que el covid-19, aunque no tiene por qué ser así. Las vacunas pueden administrarse de forma segura incluso durante la pandemia y pedimos a los países que garanticen la continuidad de estos programas esenciales para salvar vidas” explica  el doctor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS. Por su parte, la pediatra Analía Romero Noguer agrega: “durante la pandemia disminuyó la concurrencia a los centros vacunatorios, porque la gente tenía miedo de ir al hospital a vacunar a su hijo y contagiarse”. 

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En su momento, recuerda, “fue tanto el revuelo o recomendación que la gente no entendía que para la vacuna sí había que ir, más en los niños. También pasó que por el covid-19 dejaban pasar la fecha y se retrasaban las vacunas; o en algunos pueblitos no llegaban las dosis, pero creo que el principal factor fue el miedo de la gente a contagiarse”.

Informe. Según una encuesta realizada por Unicef, la OMS y Gavi, en colaboración con los Centros de Control de Enfermedades de los Estados Unidos, el Instituto de Vacunas Sabin y la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins, de los 82 países consultados las tres cuartas partes constató que, hasta mayo de 2020, los programas de inmunización habían sufrido interrupciones relacionadas con el covid-19. Incluso cuando se ofrecían los servicios y posibilidades para que la vacunación se realizara, los ciudadanos no iban por la reticencia a salir de sus casas, las restricciones del transporte, problemas económicos  y en definitiva, exponerse al contagio. A la vez, muchos de los profesionales de la salud estaban reasignados a las tareas de la pandemia o por la falta de equipos de protección. 

El Covid-19 convirtió la vacunación en un enorme desafío

La Directora Ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore, explica que “el covid-19 ha convertido la vacunación que antes era sistemática en un desafío de enormes proporciones. Debemos impedir un mayor deterioro de la cobertura de la vacunación y reanudar urgentemente los programas de inmunización antes de que la vida de los niños esté amenazada por otras enfermedades. No podemos cambiar una crisis de salud por otra”.

Vacunas sí. Vacunas no. Si bien siempre hubo gente que no creía en las vacunas o no se las aplicaba, con el coronavirus esta grieta se hizo más evidente. Pero el debate por las vacunas es de vieja data. Frente a ello, Casanueva Martínez recuerda que, ya en 1796, se inicia esta polémica con la primera vacuna utilizada contra la viruela por Edward Jenner. “Incluso antes con otros métodos como el de la inoculación con el virus de la viruela de pacientes con enfermedad leve, pero que causaba efectos secundarios, incluso la muerte”. A lo que el médico ejemplifica: “el caso de Mozart es paradigmático ya que el padre rechazó esta inoculación y el pequeño Amadeus, de 11 años, sufrió la enfermedad y queda ciego durante un tiempo, lo que motiva la recriminación por parte de las hermanas”.

El Covid-19, más “el desarrollo no tradicional de vacunas”, reavivó las polémicas y llevó al surgimiento, recuerda Casanueva Martínez, de lo que Michael Shermer ha denominado realismo dependiente de las creencias. “Primero están las creencias, y las explicaciones se construyen para sustentar tales creencias. A esto se suma este momento histórico que algunos pensadores denominan de la ‘posverdad’, la facilidad en la comunicación y las redes sociales. Como dijo Bertrand Russell: ´lo que la gente realmente quiere no es el conocimiento sino la certidumbre´.

Advierte el profesor de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral que “la certeza es una emoción que se percibe como una cognición, por lo que es frecuente que uno esté seguro de cosas equivocadas. En este contexto vivimos rodeados de afirmaciones que son plausibles, que son creíbles, pero que son falsas. Por eso la ciencia intenta describir los hechos tal como son, independientemente de su valor emocional o comercial y esto requiere por parte de los científicos curiosidad impersonal, desconfianza hacia la opinión prevaleciente, y sensibilidad a la novedad”.

Mitos. En cuanto a los mitos que hay alrededor de la vacunación Casanueva Martínez trae a su memoria algunas frases. “Las autoridades médicas son mentirosas. La vacunación ha sido un desastre para el sistema inmune y causa un gran número de enfermedades”, “No hay evidencia sobre la habilidad de las vacunas para prevenir alguna enfermedad. Todo lo contrario, hay una abundancia de evidencias de que causan serios efectos colaterales”. Agrega “Estas frases y otras parecidas aparecen en internet, en páginas de los denominados grupos antivacunas, quienes sostienen que las vacunas son por sí mismas una amenaza para la vida, que tienen componentes altamente tóxicos y que no dan una inmunidad duradera”.  También, añade, “hay mitos a favor, como creer que las vacunas pueden por si solas evitar siempre la enfermedad para la infección que fueron creadas.” 

“La realidad es que las vacunas reducen el riesgo de enfermarse dependiendo de factores del individuo y de los microorganismos, y además por el denominado efecto rebaño. Cuantas más personas están vacunadas, menor es la posibilidad de transmisión de estas infecciones, como sucede por ejemplo con el neumococo o la hepatitis A. No todas las vacunas tendrán este ‘efecto rebaño’ y este es otro mito. El desafío, concluye el especialista, es continuar vacunando cuando la enfermedad ya no está entre nosotros.”