Advertida de la fragilidad en la que se ha puesto por sí solo el Gobierno, a partir de increíbles errores en el marco de la emergencia sanitaria (sumado a la herencia recibida y los problemas estructurales que se arrastran desde hace décadas); la Vicepresidenta nos dijo por carta que ella no se hace cargo de las presentes desventuras y que la respectiva cuenta corre una parte para el anterior presidente, otra para el actual y, en todo caso, para los “funcionarios o funcionarias que no funcionan” como señaló.
La toma de distancia, deslinde de responsabilidad y propuesta de acuerdo para salir de la “incertidumbre generalizada”, se enhebraron en una tríada de certezas, de puño y letra de CFK, de las que conviene repasar sus aristas más significativas; luego de apuntarle que la Argentina no “es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías” y que, por el contrario, es donde se demuestran varias de ellas. Renegar de todas es equivalente a entregarse al oscurantismo, la predestinación mágica y la discrecionalidad intuitiva (cualquier parecido a que el Presidente diga con alegría que “no creo en los planes económicos” no es pura coincidencia).
La Vicepresidenta nos dijo por carta que ella no se hace cargo de las presentes desventuras y que la respectiva cuenta corre una parte para el anterior presidente, otra para el actual
Sobre la primera certeza. Pegarle a Macri por los lineamientos y resultados de su gestión es más que fácil, son indefendibles; como recurrir al argumento del pesado lastre para disculpar las insuficiencias propias, aunque sea una excusa que no da para más. Lo difícil, justamente, es sumar la autocrítica por todo lo que no se hizo o se hizo mal, como durante la administración kirchnerista; que también ha contribuido a potenciar los efectos de la pandemia, en todos los campos, y que sean mucho más complicados de resolver para una Argentina débil y sin rumbo.
Sobre la segunda. Obvio que el Presidente es quién es y nada ni nadie discute su rol de máximo decisor en un régimen presidencialista como el nuestro, salvo su propio andar; que va y que viene, dice y se desdice, porque no entiende, no quiere o no puede. Vaya a saberse. Como tampoco podríamos conocer cuáles fueron los términos, secretos, del compromiso que dieron origen a su candidatura.
Lo que sí sabemos es que Alberto Fernández no es ningún iniciado y que la especulación, al servicio del pragmatismo del que hace gala, no le es para nada extraña; resultando muy sugestivo que haya perdido la oportunidad histórica de erigirse en el gran hacedor, al amparo de toda la discrecionalidad que la coyuntura le daba, siempre que hubiera ido en beneficio de la gran mayoría y no, como ha resultado, en una larga serie de perjuicios.
Lo que tampoco se discute, ni antes ni después de la carta, es que el principal factor de poder del oficialismo es la vicepresidenta
Lo que tampoco se discute, ni antes ni después de la carta, es que el principal factor de poder del oficialismo es la Vicepresidenta y, por lo tanto, que su centralidad y corresponsabilidad en el desenvolvimiento del Frente de Todos, en tanto coalición gobernante, es ineludible.
Sobre la tercera y más importante. Un gran acuerdo nacional es absolutamente imprescindible, pero no sólo para controlar la volatilidad del dólar, que parece ser el único motivo de CFK. Debe ser multisectorial, socioeconómico, federal y parlamentario, y abarcar todos los aspectos esenciales de cómo el país se aleja del abismo y de cómo se proyecta, consensuadamente, de cara al futuro.
Lo que nos lleva a poner en debate sus condiciones y alcances generales:
Condiciones. Toda iniciativa que provoque división, confrontación o que tienda a obstaculizar ese gran acuerdo, de características refundacionales, se debe suspender y/o postergar; como por ejemplo la reforma judicial, la redistribución unilateral de fondos coparticipables, la cuestión del aborto, etc. Predisponiéndose sinceramente al diálogo, la pluralidad y la concordia.
Alcances. Debe comenzar por un completo pacto económico y social que establezca la correspondencia entre precios, salarios, márgenes de ganancias y cargas impositivas, en función de contener la inflación, el dólar, y reactivar sin sobresaltos; conectado a otro, de carácter federal, entre la Nación, las provincias y CABA, para acordar los respectivos ingresos y gastos públicos.
Esperemos que prime la sensatez, la humildad y todo el patriotismo que hacen falta
En atención al mediano y largo plazo, tales pactos deben comprender las directrices de un nuevo modelo de país, de productividad convergente para el mercado interno y externo con altísima creación de puestos de trabajo, a los efectos de expandir crecientemente la economía y combatir la pobreza en serio. Mientras que todo debe ser rubricado a través de una amplísima mayoría en el Parlamento, pluripartidaria y sin grietas, con todo el andamiaje legal que corresponda.
De si la vicepresidenta hizo su propuesta honestamente, más allá del tenor que haya querido darle, y de si el Presidente estará a la altura de las circunstancias y convocará a la unidad conforme las condiciones y alcances que son necesarios, lo sabremos muy pronto.
Cualquier otra cosa nos llevará a que la Argentina se hunda un poco más y pierda una nueva oportunidad de salir del pozo en el que apenas sobrevive, para abrirse paso hacia un mejor porvenir. Esperemos que prime la sensatez, la humildad y todo el patriotismo que hacen falta.
*Politólogo, docente de la UBA, y exdiputado porteño.