OPINIóN
Universidad del Salvador

La Música que nos hace bien

Vivimos inmersos en un universo de ritmos y músicas que van delineando nuestra identidad personal y social. La música en sí misma no puede curar, pero es un vehículo terapéutico. Alcances de la musicoterarpia.

Musicoterapia 20231211
Musicoterapia. | shutterstock

La música suele tener un alto impacto en la vida de las personas. Entre todos los lenguajes artísticos, podríamos decir que es el de mayor alcance y universalidad: se manifiesta en todas las culturas y en todos los tiempos, dejando huellas y memorias significativas.
Dice Oliver Sachs, “Los humanos somos una especie tan lingüística como musical”.

Nacemos en un entorno lingüístico y sonoro: estamos inmersos en un universo de músicas, ritmos y canciones que —como un andamiaje invisible y sensible—van delineando nuestra identidad personal y social. La música propicia mecanismos identificatorios y genera sentido de pertenencia grupal y cultural.

En lo cotidiano, la música acompaña gran parte de nuestras vidas: mientras viajamos, nos duchamos, trabajamos, conducimos, cocinamos, celebramos.

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Si hacemos un ejercicio retrospectivo a lo largo de nuestra vida, seguramente evocaremos también vivencias musicales a modo de “hitos” ya que están ligadas directamente a lo emocional: arrullos, canciones de la infancia, rimas, juegos cantados, bandas musicales de nuestra juventud, himnos patrios y religiosos, cánticos de protesta y de vitoreo que cuentan (o “cantan”) nuestra historia y la de toda la humanidad.

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La música, sin dudas, ha estado siempre arraigada a la naturaleza misma del hombre. Por lo tanto, no nos sorprenderá saber que el uso de la música para propiciar o reestablecer la salud no es nuevo. De ello dan cuenta relatos, leyendas, cuentos y tradiciones milenarias que, con un tinte vinculado a lo sugestivo, mágico y religioso, describen prácticas en donde la música funciona como un vehículo portador de salud.

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Decía San Isidoro de Sevilla “La música conmueve y suscita emociones… calma los espíritus agitados”.
Es este un buen punto para derribar mitos y romanticismos y subrayar y dejar en claro que la música, por sí misma, no puede curar.

Los orígenes de la Musicoterapia, enmarcada ya como disciplina de la salud, se remontan a la Segunda Guerra Mundial. Las prácticas musicales que se brindaban para aliviar a los soldados evidenciaron ser beneficiosas y comenzaron a ser estudiadas con mucho interés por los médicos quienes, junto a otros profesionales (psicólogos, pedagogos musicales, músicos), sientan las bases para la conformación de la Musicoterapia como carrera de formación universitaria.

Su desarrollo comenzó a extenderse en EE. UU y Europa en la década del 50´. En Argentina, la carrera se creó hace 58 años bajo la dirección del Dr. Rolando Benenzon, desarrollándose en la Facultad de Medicina de la Universidad del Salvador.

Así como los psicólogos utilizan la palabra como recurso de abordaje, el complejo sonoro musical es el recurso de intervención por excelencia de los musicoterapeutas. En el “proceso de hacer música”, el musicoterapeuta presta oídos e interpreta esas otras formas de expresión para ponerlas al servicio de la salud física, psíquica y/o emocional.

Los síntomas aparecen, muchas veces, cuando ciertos padecimientos no pueden ser puestos en palabras. La musicoterapia facilita este tipo de procesos, derribando resistencias a partir del uso de un lenguaje diferente (pre verbal, sonoro, musical) ligado a lo intuitivo y emocional más que a lo racional. Lo sonoro cobra valor expresivo y comunicacional.
La Musicoterapia se desarrolla en las áreas de promoción y prevención de la salud, atención clínica y rehabilitación.

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Según el campo de acción y la población con la que se trabaja, existen diferentes modelos de abordaje: biomédicos, analíticos, cognitivos, conductuales, humanistas. Pero el complejo sonoro-musical será, siempre, su herramienta de diagnóstico, evaluación e intervención.

Gracias a la investigación y a la sistematización de su práctica, la Musicoterapia ha crecido como disciplina extendiendo, notablemente, su demanda y popularidad. A su vez, los avances en los estudios del cerebro permiten hoy en día fundamentar también nuestro desempeño con rigor y evidencia científica, sobre todo en el marco de la neuro-rehabilitación, desarrollando técnicas específicas para abordar las alteraciones de las funciones a nivel sensorio motor, de la comunicación (habla y lenguaje) y la cognición.

En forma privada o pública, autónomamente o integrando equipos interdisciplinarios, los musicoterapeutas trabajamos en la prevención del estrés y burnout, los trastornos emocionales, la ansiedad, El espectro autista, los trastornos Específicos del Lenguaje y el aprendizaje, cuidados intensivos, trastornos psiquiátricos, neuropsiquiátricos y neurológicos, desarrollo infantil, discapacidades motoras, orgánicas y sensoriales, entre otras áreas.

*Musicoterapeuta (MN 475), Directora de la Licenciatura en Musicoterapia, Facultad de Medicina, Universidad del Salvador