Felipe González, expresidente del Gobierno de España, participó de Periodismo Puro, el ciclo de reportajes de Jorge Fontevecchia. En un tramo de la entrevista, el dirigente político ahonda en las vinculaciones entre el sistema judicial y la política, y asegura que, "cuando se judicializa en exceso la política, se pierde la dimensión de su responsabilidad como representante de los ciudadanos".
Para González, volvemos nuevamente "a la crisis de representación". "Si la política utiliza a la Justicia en la pelea con el otro, el resultado final es que la Justicia se politiza", sostiene. En ese sentido, considera que "si estás permanentemente pidiéndoles a los jueces que resuelvan problemas que deberían resolverse políticamente, el Poder Judicial termina por interferir, voluntariamente o no". Esa interferencia, opina, "es muy peligrosa".
A continuación, la tercera parte del reportaje:
—¿Cuál es tu mirada sobre lo que en Argentina llamamos periodismo militante? ¿Cómo lo llaman en España? ¿Partisano?
—Es un periodismo de trinchera y de trinchera ligada a estas confrontaciones políticas radicalizadas. Es más difícil de analizar, porque la tendencia en algunos medios poderosos no es que sea militante respecto de una opción política, sino que son capaces de ponerse a disposición de una opción política determinada. La duda es si militan por un partido o hacen que un partido milite por ellos. No es igual. Como mínimo, diré que no está claro qué es exactamente lo que sucede. Por ejemplo, en México, el periodismo del PRI, el Partido Revolucionario Institucional, en la época buena del PRI, cuando el presidente de Televisa declaraba públicamente sin ningún problema que era el primer soldado del presidente. Recuerdo algunas anécdotas de presidentes notables. Uno de ellos estaba almorzando con un grupo de 108 personas, una de las cuales era el director de un periódico de la corte, de un periódico a su servicio, que le decía todo el tiempo lo importante que era lo que él había dicho. Le rogaba que le permitiera editorializar sobre sus palabras, escribir lo que había dicho.
—Lo hacía pensando que se iba a llenar de orgullo.
—De vanidad. El presidente le contestó: “Escriba lo que quiera pero no me lo cuente”. Me pareció maravilloso. “Si nadie va a leer lo que escriba, no ande por ahí diciendo lo que hemos hablado”. Le decía: “Usted escriba un libro”, algo que era muy propio de México, los libros de mucha consistencia intelectual en el período del PRI.
—Total, nadie iba a leerlo. Cuando el CEO de Televisa decía “soy el primer soldado del PRI”, ¿en realidad lo que enunciaba era que el presidente de la Nación y del PRI era el primer soldado de Televisa?
—Veremos cómo se desenvuelve Andrés Manuel López Obrador. Pero en aquel momento, el que se sentaba en la silla del águila tenía el poder, y además tenía siempre la tentación, por si alguien lo olvidaba, de quién tenía el poder de tomar decisiones que fueron muy dramáticas. En aquel momento, el poder real todavía estaba del lado de la persona que estaba sentada en la silla del águila.
—¿Hubo un momento en que se dio ese cambio que mencionabas y los partidos se pusieron al servicio de los medios?
—La perversión de la relación es esa. Y eso no solo se produce porque los medios de comunicación constituyen lo que llamamos cuarto poder. Que ahora no sé si es cuarto y medio, quinto o es 4.0. Está fuera de los tres grandes poderes del Estado en el sentido clásico del término. Pero esa perversión de las interrelaciones es preocupante. También lo es la relación entre el Ejecutivo y el Judicial.
—¿Lo que sucede con el lawfare?
—Y no solo por eso. También por la tendencia que hay ahora de decir que la democracia está por encima de la ley. Pensar que el juez no aplica la ley sino que la interpreta flexiblemente. Es algo que inventaron los italianos, que son muy creativos conceptualmente en eso.
Felipe González: "Sin el papel de un Estado eficiente, se genera demasiada desigualdad"
—Hay que llamar a los alemanes.
—Eso es, pierden menos tiempo en la aplicación, son menos eficientes. Aquella famosa teoría durante mucho tiempo del uso alternativo del derecho afirma que no se tiene la fuerza para cambiar las leyes, pero sí el poder para usar alternativamente el derecho, lo cual termina siendo una perversión. Cuando se judicializa en exceso la política se pierde la dimensión de su responsabilidad como representante de los ciudadanos. Nuevamente, volvemos a la crisis de representación. Si la política utiliza a la Justicia en la pelea con el otro, el resultado final es que la Justicia se politiza. Si estás permanentemente pidiéndoles a los jueces que resuelvan problemas que deberían resolverse políticamente, el Poder Judicial termina por interferir, voluntariamente o no. Esa interferencia es muy peligrosa, independientemente de la empatía-simpatía que se sienta en cada caso, de las razones jurídicas o sinrazones que tengan. Aquello puede verse en el cuestionamiento de los procesos judiciales en fase de instrucción y en segunda instancia, y ahora la crisis de la Corte Suprema. En relación con la Corte Suprema, con lo que puede hacer o no, acabo de ver unas declaraciones de Michel Temer en Brasil. Formula un cuestionamiento fundamentado. Claro que los jueces tienen la obligación de luchar contra la corrupción. Pero en principio deberían tener un tratamiento idéntico contra todos los casos de corrupción que encuentren. Y no solo debe ser idéntico: tienen que tener mucho cuidado en mantener con rigor todas las garantías ligadas a un Estado de derecho, empezando por la presunción de inocencia.
—Vos mencionabas el caso de Antonio Di Pietro, que forma su partido político, o el caso de Sérgio Moro, que ahora es ministro de Justicia. Hay una suerte de trade off entre política y Justicia.
—Absolutamente. Di Pietro era un tipo con una cabeza jurídica fantástica y una personalidad incuestionable mientras era el gran líder del Mani Pulite. Y dejó de ser incuestionable para pasar a ser irrelevante cuando pasó a la política. No presupongo que su intención fuera crearse una plataforma de poder, como tampoco lo presupongo en el caso de Moro, aunque me parece que en la correlación es evidente. ¿Hubiera aceptado Moro ser ministro de Justicia de un gobierno de centroizquierda? Me suena que no. No creo que fuera un ministro de Justicia neutral.
—¿Hay una correlación con lo que hablábamos del empresario que pasa a ser jefe político con eso del juez que pasa a ser político? ¿Cada profesión tiene su propia naturaleza?
—Para no equivocarnos: no hay que decir que la política sea una profesión o que la judicatura sea una profesión cuyos límites no hay que rebasar. Tampoco con las empresas y el mundo del trabajo y la política. Es algo más complejo. Dediqué mi vida a la política, en su comienzo por rebeldía moral: no soportaba vivir en una dictadura, no era algo estrictamente ideológico. La ausencia de libertad me creaba una mala condición. Pasaba a Francia y esperaba la libertad y volvía a España.
—Te ahogabas.
—Sí, no lo soportaba. Salí del gobierno con 54 años, ahora tengo 77. Nadie creía que no iba a volver. Pero tengo una falla para hacer política: mi vocación de poder es bastante limitada. Cuando me fui del poder, sentí una ilimitada sensación de libertad.
—La vida intelectual te da otras satisfacciones, de las que carecen muchos de quienes están buscando solo el poder.
—Digamos que no… Cuando fui a matricularme a la universidad, tuve que cambiar de carrera, después de haberme inscripto en lo que realmente deseaba, que era hacer filosofía pura. Mis padres, que eran muy humildes, se encontraron con que el único hijo que llegaba a la universidad quería estudiar algo tan raro como filosofía.
—Te debían preguntar de qué trabaja un filósofo.
—Hay una anécdota del torero Joselito “el Gallo”. Un día preguntó por el trabajo de alguien y le contestaron que era uno de los grandes filósofos españoles. Su pregunta fue en qué consistía eso y la respuesta que siguió era “una persona que se dedica a pensar”. Joselito agregó: “No te digo yo que en España hay gente pa’ todo” (risas). Mi compromiso político fue por exclusión: estar tranquilos de que no estaba apostando a un autoritarismo contra otro. No creo que haya opciones profesionales excluyentes para la política, desde luego. Si alguien solo sirve para ser diputado o para ser concejal o alcalde, lo más posible es que tampoco sirva para eso. No sirve si tu autonomía personal no da para que puedas separarte de eso, sin crearte una dependencia puramente orgánica que te hace perder de vista la realidad. Lo mismo te digo de otras profesiones.
—Nosotros decimos que para ser un buen periodista hay que ser más que un periodista.
—Es tan placentero percibir una técnica periodística bien hecha... es tan placentero, y más cuando se sofistica con un conocimiento profesional específico, como por ejemplo el de un buen médico.