La psicosis argentina genera que ante cada crisis se piense en salvadores que por un acto de magia van a lograr cambiar una coyuntura de crisis solo por sentarse en un sillón a tomar decisiones. Por lo general, se considera a personas que fueron exitosas en el pasado, en otros momentos económicos y políticos. Hace 17 años ese nombre era el de Domingo Cavallo; hoy el más repetido es el de Roberto Lavagna. La historia parece repetirse, pero no es siempre la misma.
“Hay que recuperar la confianza”, te dicen. Fue lo que pasó con Federico Sturzenegger. Dejó el Banco Central, llegó Toto Caputo y todos felices. Duró un mes ese shock de confianza. Hoy ya están todos mirando al propio Caputo, a Nicolás Dujovne, Mario Quintana, Gustavo Lopetegui e, incluso, Marcos Peña. Pero la salvación nunca fue ni será el 'que se vayan todos' ni el salvador de turno.
Hoy son todos responsables de una coyuntura caótica y nadie puede hacerse el distraído. El Gobierno es el principal protagonista. Debe ser claro y contundente en cuál es el plan para salir adelante. La discusión sobre gradualismo o shock ya parece ser parte del pasado y lo segundo se impuso a la fuerza. La mira tiene que estar puesta en frenar la hemorragia primero y hacer un control de daños después. Sin pensar en las elecciones 2019 sino en lo mejor para el futuro del país.
El peronismo “racional” no puede hacerse el distraído. La mayoría de los dirigentes que conforman ese entramado coincide en el diagnóstico de que la economía necesitaba un ajuste importante. Pero durante dos años se dedicaron a decir que había que imponer la “doble indemnización” (para una crisis del empleo que se revertiría en poco tiempo), atar el aumento de tarifas al aumento salarial (impidiendo así cualquier posibilidad de ajuste en subsidios), o repetir como un mantra que “la plata no alcanza”. Los mismos que hoy piden, en el debate presupuestario, aumentar la cantidad de gente que paga impuestos son los que no querían reducir subsidios. Más fácil ampliar recursos que reducir gastos.
El kirchnerismo, claro está, tampoco puede hacerse el distraído. Consolidó su década en el poder gracias al último gran shock que sufrió la economía argentina (2001), con una devaluación de casi 300% en pocos meses, que permitió varios años de superávit comercial y fiscal (y con una soja por los aires). En doce años, se fueron del poder dejando déficit gemelos, dólar bajo y con cepo, con una economía poco competitiva, sin crecimiento, sin financiamiento, con alta inflación, sin energía (92% de la tarifa subsidiada), sin creación de empleo y con una pobreza del 30%.
Se vienen meses de más inflación y pobreza, un combo explosivo en la Argentina. Hasta ahora, la democracia argentina superó los problemas económicos tapándolos (para que la bomba la desactive otro) o estallando (duplicando las cifras de pobreza). Hoy queda claro que la bomba está explotando y la dirigencia política debe demostrar que está a la altura de las circunstancias y no hacerse la distraída. El Gobierno trabajando sin descanso, y la oposición aportando y apoyando.