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Columna

La democracia no se ejerce solo con el voto, sino también en la calle

Pese al panorama preocupante, hay dos elementos alentadores: Que las manifestaciones son posibles dentro de la pandemia y el afianzamiento de marchas como espacio de expresión política de sectores que no solían hacerlo.

Podría decirse que la situación en la que nos encontrábamos era en gran medida desconcertante, en cuanto a que los sectores políticos sociales, habitualmente ligados a la movilización, a las manifestaciones callejeras habían asumido, entiendo que con sobreactuación, el repliegue en los espacios privados, desistiendo justamente de las calles y de las manifestaciones públicas.

A cambio, y también de manera llamativa, sectores que históricamente, por tradición y hasta por ideología, eran marcadamente propensos a que sus posicionamientos políticos transcurrieran en los sillones del living o golpeando el diario en la mesa del desayuno, se habían ido volcando, se han ido volcando cada vez más a ese espacio para el que parecían renuentes. Y esos modos para los que parecían renuentes, la ocupación de las calles, la manifestación.

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Tengo incluso la impresión de que quienes han ido tomando un gusto muy marcado a eso o que fueron descubriendo después de una vez y otra y otra, yo diría que en cierto modo les gusta, que los reconforta. No estoy juzgando, digamos, de la sinceridad o de la firmeza, de las convicciones, de los valores por los que salen a manifestar. No tengo por qué dudar de eso, pero sí entiendo que la recurrencia a una insistencia, puede haber también una incidencia de este factor. Que aquello que históricamente, como digo por tradición, despreciaban, recelaban o hasta repudiaban. De pronto les resulta atractivo estar en la calle y manifestar

En la manifestación del 17 de octubre las cosas, digamos, en cierto modo se reformularon. Los sectores como digo por tradición, ligados a la manifestación pública, volvieron a ese modo de manifestación y a la ocupación de las calles en las condiciones que la pandemia impone.

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Yo diría que en todo esto y dentro de un panorama tan preocupante como el que atravesamos, hay dos elementos que pueden ser alentadores. Por una parte, después de lo del último sábado, el día 17, un factor, insisto, que me parece positivo: Dejar de confundir a la población con respecto a cuáles son las condiciones que efectivamente pueden ser fuertemente peligrosas para la transmisión del coronavirus. En cuanto a que manteniendo las distancias y con barbijos y al aire libre, el nivel de contagio es bajo. Poner más en claro esa circunstancia en cuanto a acceder a una manifestación.

Y por otro lado, en estas otras movilizaciones, ya cada vez más frecuentes y en un punto inesperado todavía inesperadas, me parece que puede haber otro factor positivo. El afianzamiento de la idea de que la democracia no se ejerce solo en el sufragio. No sólo el día del voto, sino también en la manifestación pública, en la expresión política en las calles.