A juzgar por los barcos, motos y autos miniatura que tiene en la repisa de su oficina de Puerto Madero, se podría decir que, a los 36 años, Matías Garfunkel tiene todo al alcance de su mano. Sin embargo, estos pequeños fetiches son sólo un símbolo para uno de los noveles empresarios argentinos.
Dueño de una fortuna familiar millonaria –su padre era banquero y la familia de su madre es dueña de Acindar–, Garfunkel sigue el camino de Gerardo Werthein y Sebastián Eskenazi, accionistas de Telecom y CEO de YPF respectivamente. Exitosos en las empresas que manejan, viajan en sus aviones privados, fuman habanos y disfrutan el placer de tener lo que desean.
Hoy, luego de haber formado familia a temprana edad, y después de haberse separado, Garfunkel, Werthein y Eskenazi transitan el promedio de su vida rehaciendo su porvenir amoroso. Todos, parece, van por la misma premisa: relaciones serias con mujeres jóvenes, con voluptuosas curvas y cierto estilo femme fatal.