El reloj muestra el paso de los minutos: uno, dos, tres... nueve minutos. Y en ese momento un nuevo episodio de ACV queda registrado en Argentina. Esto ocurre hora tras hora, día a día, mes por mes, todo el año. A punto tal que en nuestro país los ACV ya están terceros en el ranking de causas de muerte, después de la enfermedad coronaria y la gripe. En palabras de Virginia Pujol, subjefa del Servicio de Neurología Vascular en Fleni: “El 2% de todos los argentinos mayores de 40 años han sufrido un ACV. Eso se traduce en unas 345 mil personas que atravesaron por esta situación de salud. Y su incidencia ya ronda los 60 mil nuevos casos por año”.
Por estas cifras, cada 29 de octubre, la OMS propone conmemorar el Día Mundial del Accidente Cerebrovascular, que ya es la segunda causa de muerte global y la primera de discapacidad en adultos. Estos números, además, dan la pista de que se trata de un tema de salud pública significativo por las consecuencias que deja en el afectado, en sus cuidadores y por el impacto económico-social de estos eventos.
La definición médica de “accidente (o ataque) cerebrovascular” se verifica cuando se detiene el flujo sanguíneo en una parte del cerebro o cuando una arteria del mismo se rompe. Al no poder recibir el oxígeno y nutrientes que necesitan, las células cerebrales (neuronas) sufren y, si ese sustento no se resuelve, comienzan a morir en minutos. Esa situación puede generar la pérdida de la función que dichas neuronas controlaban, como por ejemplo la fuerza de un brazo o el habla. Si el daño neuronal es severo, puede provocar la muerte del afectado.
A este tipo de situaciones los médicos los dividen en dos clases: “El ACV se divide en eventos transitorios y graves. Los primeros duran minutos y no dejan lesiones ni secuelas visibles. Se los suele diagnosticar luego, cuando el paciente cuenta algunos síntomas típicos. A los de menor trascendencia se los denomina ‘ataque isquémico transitorio’”, le explicó a PERFIL el doctor Juan Jose Cirio, coordinador de la Unidad de ACV en la Clínica de la Sagrada Familia. “A los graves se lo conoce como ‘ataque cerebrovascular’. Y puede dejar desde síntomas mínimos a generar eventos catastróficos, asociado a discapacidades graves y, en una elevada cantidad de casos, la muerte”.
Cuando una persona percibe ciertos síntomas –en sí mismo o en alguien cercano– la situación siempre amerita concurrir a una guardia o activar los sistemas de urgencia médica que correspondan. Además, los expertos recomiendan que en ese momento no se debe tomar ninguna medicación ni “acostarse un rato” para ver si pasa, ya que –si realmente se trata de un ACV severo– el factor tiempo se vuelve clave.
Simplemente cambiando hábitos comunes podrían reducirse –en hasta un 90%– la cantidad de ACV que registramos cada año
“Las chances de disponer de un tratamiento eficaz para tratarlo y que deje consecuencias menores son altas solamente si se encara en forma precoz, en la ventana de 4 a 6 horas tras el ACV”, explicó Cirio. “Hay ciertas drogas que pueden minimizar los daños o, a veces, se puede recurrir a un pequeña intervención si la causa es un trombo”, dijo el experto.
Mujeres y ACV
Entre las cifras epidemiológica que caracterizan al ACV y las creencias sociales sobre el tema hay una amplia brecha. La doctora Pujol le explicó a PERFIL que “en el imaginario social las problemáticas cardiovasculares suelen asociarse a un problema del varón más que de la mujer. Y eso se ve, por ejemplo, en muchas campañas de prevención que suelen apuntar al hombre. Eso no es así y necesitamos acciones específicas para concientizar a todos”.
Por otra parte, en estos casos la disparidad de género se ve alterada por factores socioculturales al momento del evento cardíaco: ¿Cómo? “En el pronóstico posterior al ACV”, dijo Pujol. “Por ejemplo, puede ocurrir que una mujer llegue a la guardia con síntomas de un ACV que son más raros que en el varón. Y, a veces, no se reconocen. Eso puede demorar su diagnóstico y tratamiento. Otro factor que también se considera es que, como la mujer suele ser más longeva que el hombre, en muchos casos el ACV lo sufre una viuda que no cuenta con el adecuado apoyo familiar y no logra encarar la rehabilitación posterior en forma sistemática”.
Prevención del ACV
Pero más allá de cómo afecta a cada género, ambos sexos comparten ante el ACV una situación muy llamativa: “Hay que recordar que estos ataques corresponden a situaciones de salud que son prevenibles. Simplemente cambiando hábitos comunes podrían reducirse –en hasta un 90%– la cantidad de ACV que registramos cada año”, se entusiasma Cirio.
Lo bueno es que esos cambios no solo ayudan a prevenir ACV, sino también otras patologías comunes. De acuerdo a lo que explica Yasmín Tenaglia, médica de familia y autora del libro ¿Cómo se previene y se afronta un ACV?, editado por el Instituto Universitario del Hospital Italiano, “la presión elevada, la diabetes y el colesterol alto (dislipemia) son los grandes factores de riesgo que aumentan la posibilidad de sufrir un ACV”. Según esta profesional, otro factor a tener en cuenta “es el sobrepeso y la obesidad. Son condiciones que producen un aumento del riesgo de ACV e infarto debido a su asociación con factores directos, como un estado crónico inflamatorio, la resistencia a la insulina, la dislipemia o colesterol elevado y el aumento de la presión. Todas estas condiciones empeoran si, además, la persona es sedentaria o fumadora.
Imprevisto
A tal punto se habla de prevención que hay expertos que proponen dejar de denominarlo “accidente” para bautizarlo definitivamente como “ataque”. Es que el concepto de accidente se asocia a un suceso imprevisto. Sin embargo, el ACV puede prevenirse en la gran mayoría de los casos. Es por eso que aunque la sigla no se modifique (ambas palabras comienzan con la letra A) la propuesta de los expertos sugiere uar siempre el término “ataque cerebrovascular”.
Por todo esto Pujol culminó: “¿Cómo podemos hacer para evitar nada menos que entre ocho y nueve de cada diez ACV? Simplemente adoptando un estilo de vida más saludable que incluye controlar mejor estos factores de riesgo”.
Cómo detectarlo y qué hacer
Según explican desde la Cruz Roja, “existen tres signos de alerta que sirven para la detección de un accidente cerebrovascular. Se usa lo que se denomina la prueba “HaBraSo”: HAbla, BRAzos y SOnrisa.
Ante la presencia de alguno de los síntomas usuales (Ver Infografía), lo primero es pedirle a la persona que lo tiene que repita una frase simple, como “Saber primeros auxilios salva vidas”. Ese recurso permite detectar si tiene algún problema en el habla.
Luego, solicitarle que cierre los ojos y levante los brazos hasta la altura de los hombros, para identificar si aparece una dificultad motriz o uno queda por debajo del otro. Por último, pedirle que sonría y poder así corroborar si tiene la sonrisa asimétrica o despareja. Si se detecta la presencia de al menos una de estas señales, se debe llamar inmediatamente al servicio de emergencias y detallar la situación para que atiendan la urgencia. O acercarse al centro de salud más cercano que ofrezca una guardia neurológica. Es aconsejable también registrar la hora del primer signo que se reconoce para brindar esta información a los profesionales durante la atención de la urgencia.
Incidencia
◆ El 2% de los argentinos mayores de 40 años vive con secuelas de un ACV previo.
◆ Se calcula que hay más de 340 mil personas con lesiones causadas por un ACV.
◆ Cada año se producen entre 50 mil y 60 mil nuevos casos de esta patología.
◆ En Argentina, el ACV es la 1a causa de discapacidad de origen neurológico y la 4a causa de muerte.
◆ En el marco de la difusión del día del ACV, la Fundación Feneri organiza hoy una jornada gratuita con charlas sobre la temática del ACV. De 10 a 12.30, en el Jardín Japonés.