Una de las particularidades del fenómeno del running es que en los últimos años logró modificar la agenda formal de los corredores. Tanto aficionados como profesionales adaptan estudios y trabajo a sus planes de entrenamiento y a las distintas carreras a lo largo del año. Pero más curioso aún es que ha logrado alterar incluso las vacaciones de muchos de ellos: son cada vez más los que planifican su descanso –paradojas si las hay– para correr, o al menos para no dejar de hacerlo, e incluso suelen arrastrar a sus familias guiados por el calendario atlético del verano. Así, las propuestas de temporada –con pruebas que van desde los 5 kilómetros hasta los 100 y desde la arena hasta la Cordillera de los Andes– se multiplican año a año al igual que su número de inscriptos. Naturalmente, no se trata sólo de cambiar de paisaje y dejarse llevar, sino que las altas temperaturas suelen agregar un nivel más a la exigencia física, y por eso hay que adaptar la rutina habitual al termómetro y prestar especial atención a la hidratación. El desafío, pese a que a muchos les cueste creerlo, resulta muy tentador para los amantes de la disciplina a la hora de diseñar sus propias pretemporadas.
*Coautor de Por qué corremos, Editorial Debate.